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Columna

¿Qué tanto amamos la verdad?

FACTOR HUMANO
15/07/2023 13:37

¿Podemos amar o rechazar la verdad? Podemos. La cuestión es el inevitable precio que pagamos al rechazarla ¿Vale la pena? Eso lo decide cada uno.

Dos mundos distintos

Así como el oído fue hecho para oír, el ojo para ver, el intelecto fue hecho para conocer la realidad, cuando el intelecto conoce algo con certeza conoce verdades de ese océano infinito llamado realidad.

Distinguimos la realidad -todo lo que existe independiente de nuestro conocimiento- con la verdad y la certeza, que dependen de él para conocerla, como ajustar la mira con el objetivo. Es un hecho que la mente conoce y crea realidades, así como se sale de ella.

El problema es el continuo ajuste entre los dos mundos, en medio se fragua la diferencia entre acertar y errar, entre el dolor y sufrir, entre conocernos y suponerlo, entre amar o ser egoístas disfrazados y muchas cosas.

Pero ¿La verdad nos viene bien o nos viene mal en algunos momentos? O sea ¿Es realmente incomoda la verdad? y más precisamente te pregunto ¿Qué es más duro: el mundo interior o el mundo real? Agradeceré tus respuestas al correo de arriba, son valiosas para tu servidor. La verdad es superior que la cabecita y eso nos da un respiro.

Una empleada de un restaurant merendaba la comida frita que ahí venden y le pregunté ¿sabes qué le pasa al cuerpo al comer cosas fritas? Me respondió -¡No, no quiero saber! Lo intuyó o quizás no quería recordarlo, se entiende que lo más importante de una comida es disfrutarla, pero disociamos el deleite con el perjuicio, por eso hay tanta diabetes y enfermedades. La realidad termina imponiéndose a pesar del deleite, aunque “mi gusto es y quien me lo quitará”.

Modos de interactuar.

Nuestra relación con la verdad tiene múltiples maneras e interacciones, a manera de síntesis está condicionada por la libertad, por ejemplo si queremos o no conocerla; por los gustos, si nos atrae o disgusta; por los instintos, si nos mueve o repulsa; el interés, si nos beneficia o perjudica, y por la capacidad intelectual que facilita o dificulta entender algo.

La verdad se estrella cuando predomina el interés, los pleitos y las guerras empiezan al imponerse una parte sobre otra, pero nada se sostiene a la fuerza porque violenta a la razón y a la libertad, este tipo de violencia es insufrible, la gente muere por defender su libertad; aunque también se claudica ante ellas llevando una triste y resignada vida que en el fondo resulta insoportable.

Lo intelectual y lo emocional.

Gracias a la academia instaurada por Platón en el S. IV A.C. se le dio demasiada importancia a lo intelectual hasta que en el S. XIX el danés Sören Kierkegaard empezó a plantearse filosóficamente asuntos humanos más apremiantes y Wundt inició la psicología.

Pero los avances del progreso, de las ciencias, la riqueza, no llenan los vacíos afectivos, ni regulan los estados de ánimo, la autoestima, la felicidad y las sanas relaciones; la gente busca sentirse bien a toda costa pero no le resulta fácil, y busca en falsas fuentes.

Ahora bien ante circunstancias duras ¿Qué solemos hacer? ¿Arreglamos el mundo interior o nos ajustamos a la realidad? Buena pregunta. Una es buscar dentro, la otra es mirar afuera y después volver a mirar dentro con aire fresco.

Las situaciones difíciles pueden forzarnos a replantearnos nuestro modo de ver la realidad, a cuestionar nuestro mundo, o a reforzarlo con esas certezas tan obvias que las experiencias parecen repetir confirmando así la “verdad” de nuestra percepción y creencias. “Todos los hombres son iguales” por ejemplo.

Es más fácil romper el acero que abrir una mente cerrada, a no ser que una situación dolorosa revele esas razones y falsas creencias. Pero somos libres, uno escoge su actitud: salir de ellas mejores o trasquilados.

También ocurre que la mente puede convertirse en un “igloo” para protegerse de la fría intemperie donde la culpa a sí mismo, a otros, a las circunstancias, conducen a resistir esa realidad por creerla inmerecida o insostenible, de tal manera que la madeja se enreda dificultando salir de ahí. ¿Qué hacer? Pedir ayuda a un experto y que sea sensato.

Paz y realismo.

Sostenernos solo de certezas parciales puede hundirnos, ir descubriendo cómo encajan las piezas en el rompecabezas, qué nos manifiestan los sentimientos que afloran, el cuerpo no miente, la mente sí; la lógica de nuestros comentarios, la psiquiatra Virginia Satir descubrió que la cantidad de “peros” mencionados puede revelar conflictos internos.

Para entendernos hay que salir de uno mismo, dejar de juzgarnos y vernos con realismo: salir del mundo mental y someterlo a la realidad, por eso “la verdad nos hace libres”.

Sobre todo dejar de mentirnos y de justificarnos para sentirnos bien. Sentirse bien no es lo mismo que tener paz. La paz viene con la realidad.