“Una de las cualidades más importantes que debe tener un bailarín es un cuerpo apto y sensible al movimiento, pero sobre todo a la música. Si es un sordo, musicalmente hablando, no podría ser parte de su compañía. Así haga piruetas perfectas o los mejores pas de bourré”. No le interesó tener príncipes ni princesas en su cuerpo de baile. Así me dijo Gloria Contreras esa hermosa tarde en su casa llena de recuerdos y de imágenes dancísticas. Cada llegada de primavera, recuerdo esa consagración que nos regalaba en los espacios de la UNAM. Hoy, en el Día Internacional de la Danza, sigo agradeciéndole la posibilidad que nos brindó, a muchos, de pisar de nuevo un escenario.
Armonía y precisión en cada movimiento, belleza y una perfecta ejecución es lo que apreciábamos en cada historia que narraban los bailarines de su compañía. María del Carmen Gloria Contreras Röniger, mejor conocida como Gloria Contreras, bailarina y coreógrafa, quien produjo más de 190 obras, presentaba cada año una creativa temporada “estrenos mundiales”, como ella los llamaba. En cada función te daban en mano una tarjeta para que describieras tus impresiones y acercamiento con la danza, lo que te había parecido la función; al final, ella y los bailarines esperaban los comentarios y agradecían de manera muy especial.
Su meta, cumplida, fue crear un repertorio original, acercar la danza al público y dignificar la carrera de la danza en México. Fundó el Taller Coreográfico de la UNAM, del que fue directora y coreógrafa principal. Logró formar un público sensible a la danza presentando funciones semanales, gratuitas, por más de 40 años ininterrumpidos. En sus obras, como en la poesía, hay dulzura, fragilidad, tragedia, conflicto, consagración, vigor, inteligencia, muerte, perfección según sea el autor. La inspiración de la maestra Contreras surge del estudio de las partituras de cada obra, “no es lo mismo escuchar a Beethoven, Bach, Stravinski, Moncayo o Ponce, cada uno te pide movimientos completamente distintos”. Heredó la posibilidad de entender la música, gracias a su padre, ya que por él la estudió de manera profesional. Mencionó que ella era el túnel por donde pasaba la realidad del compositor a los bailarines; los enseñó a entender y a sentir al autor para que sus cuerpos lograran expresar lo que exigía cada obra. Su técnica utilizaba el ballet clásico —para hacer del cuerpo un instrumento—, pero el Taller coreográfico fue más allá del clásico. Recibió notables reconocimientos y sus creaciones abrieron telones de todo el mundo. Sobre ella se han escrito más de diez libros; yo destaco ese que habla sobre su metodología dancística y el de Contrología; este último es un sistema completo de ejercicios que ella utilizó para recuperarse de una contracción muscular generalizada que sufrió en una temporada; con esa técnica volvió a bailar con más fuerza y elasticidad.
En la charla aquella se refirió a su padre con especial cariño, dijo que fue un mexicano muy culto que le enseñó el gusto por las artes. Que de niña la llevaba a Bellas Artes y le decía que en ese lugar no se podía hacer ruido; tan sólo tenía 5 años. De su madre alemana heredó la disciplina; virtud fundamental en su carrera.
Gloria Contreras falleció a los 81 años; hace 5, y en ese tiempo lamentaba que la gente estuviera más atenta a la televisión y que no se diera tiempo de escuchar, sentir y vivir la buena música “eso despierta otras sensaciones y permite descubrirse a sí mismo”. Hasta sus últimos días, Gloria, enseñó bailando. Sus bailarines llevaron al escenario toda la pasión que el cuerpo humano, sin decir palabra, es capaz de expresar.
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