La pobreza del vocabulario
Hablando se entiende la gente
Necesitamos entendernos, entre menos comprensión más problemas, muchos de ellos innecesarios pero muy frecuentes por falta o exceso de palabras o no usarlas adecuadamente. Ahora bien ¿La cantidad de palabras que usamos de nuestras conversaciones afecta nuestro entendimiento? Decir muchas palabras confunde, por otro, con pocas se puede expresar mucho, incluso sin decir ninguna.
Con una mirada
El célebre actor Gene Hackman, de 92 años, relata una historia que le marcó su vida. Jugaba en la calle de niño, cuando su padre arrancó su auto muy despacio a un lado de él viéndolo; el niño con solo con ver su mirada pegado a la ventana corriendo captó una enormidad: supo que se marchaba de su casa y que quizás ya no lo vería.
Una mirada bastó más que mil libros. Meditándolo después le intrigó todo lo que se podía decir sin las palabras. Eso le motivó a ser actor para dominar el arte de expresarse sin palabras o con ellas.
La actriz Glenn Close, tuvo la audacia de cantar conmovedoramente “Sunset Boulevard” del compositor de obras de Broadway Andrew Lloyd Webber, llamada “Con una mirada”...
“With one look I can break your heart, With one look I play every part. I can make your sad heart sing. With one look you’ll know all you need to know”
“Con una mirada puedo romper tu corazón, Con una mirada interpreto cada parte, Puedo hacer que tu triste corazón cante, Con una mirada sabrás todo lo que necesitas saber”.
Comprendido lo anterior ¿Afecta la pobreza o riqueza de nuestro vocabulario para comunicarnos? Es evidente que la comunicación no se reduce a las palabras y que por otro no lo garantiza. Hay otros tipos de comunicación: la corporal, la emocional, los símbolos y signos, los emoticones.
Las entidades en palabras
Sin duda la riqueza de vocabulario facilita lo que decimos y escribimos, entre más variedad de palabras expresamos mejor el mensaje deseado.
Las palabras definen entidades, cada cosa tiene su nombre o se lo ponemos, todas esas entidades que descubrimos y pensamos en la infinita realidad que nos circunda dentro y fuera: el mundo exterior e interior.
Con ellas expresamos conceptos, emociones, sentimientos, ideas, barruntos, nociones; aun lo indefinido necesita expresarse de alguna forma cuando forma parte de lo que intentamos decir.
Cuando nos esforzamos en identificar esas entidades, o cosas, que al principio nos parecen borrosas, empezamos a conocerlas gradualmente, a distinguirlas, a separarlas, a correlacionarlas, ordenándolas, simplificándolas para irlas entendiendo. Lo borroso y lo complejo empieza a verse como el revelado de las fotos en el laboratorio.
Esto de arriba podría ser parte de lo que entendemos como teoría de conocimiento, la capacidad de análisis, de síntesis, sin que su servidor sea experto, facilitando la racionalidad.
Necesitamos de la simplicidad bien entendida, la síntesis clara, la sencillez; distinta al simplismo reduccionista que denota pobreza mental.
Generalizar cuando hablamos, no precisar, abundar en lo insustancial: el rollo, no ir al grano; no ordenar las ideas, no razonar con rigor lógico o diferenciarlo de lo que parece lógico, no concluir, no ponernos en la mente del lector, es el “coco” de los que escribimos. Ante esto pido disculpas al lector, no siempre tenemos el tiempo... ni el oficio.
¿Qué crees que sea más difícil, analizar o usar la síntesis? La pregunta vale la pena. El exceso de análisis pierde y la falta de síntesis dificulta la comunicación racional.
La claridad de ideas es fundamental para entender y explicarnos. Lo confuso lo dificulta. Sin embargo entender algo bien nos potencia para explicarlo mejor, pero no lo garantiza.
Observamos que los eruditos suelen tener problemas para explicarse, basta consultar temas en Wikipedia para constatarlo. Ellos nos explican las cosas en su contexto pero no siempre en “nuestro idioma”. Sucede también con los médicos, intentan decir en griego lo que quieren explicar en español y peor cuando lo escriben a mano en la receta.
¿Riqueza o pobreza?
¿Cuántas palabras tiene el español? Uno dice “que tiene más de 93,000 según el Diccionario de La Real Academia Española”.
Comparemos. “El Quijote de Cervantes, se compone de 381,104 palabras, de las cuales unos dicen que 22,939 son distintas”, otro que de todas ellas “8,000 son nuevas”.
Una persona normal suele usar, dicen varios, unas 500 palabras. El problema se complica con el lenguaje coloquial entre los jóvenes “usando unas 300 palabras y muchas menos en cierto tipo de chavales, que suelen usar dos expresiones para todo. Una canción de reggaetón usa 30 en promedio.
Esto afecta el nivel de comprensión de lectura y el pensamiento crítico que poseen.
¿Cómo enriquecer el vocabulario? Leyendo y leyendo libros interesantes.
Los escolásticos en la edad media median la inteligencia como “Res mesuram intellectum:” la medida en que conoce la realidad.
Los expertos en PNL dicen que modificando nuestras palabras modificamos nuestra realidad.
paulchavz@gmil.com