|
Factor Humano

La medida real del intelecto

FACTOR HUMANO
16/09/2023 12:58

Ver y comprender con nuevos ojos al mundo, a los demás y a sí mismo permite romper los moldes, distinguir con más claridad y menos distorsión.

La visión del mundo

Los sabios escolásticos medievales sagazmente midieron la inteligencia de una forma muy distinta a como la miden los psicólogos, la profundidad de su pensamiento se refleja en la simpleza de la afirmación: “res mensuran intellectum”, la realidad es la medida del intelecto, captar la realidad y su amplitud mide el tamaño del intelecto.

¡Magistral! Pues una cosa es captar la realidad tal como es sin distorsionarla, lo que da claridad de ideas, contraria a la confusión que es la causa del error que provoca entender y razonar confusamente, y otra es la amplitud de lo que se capta.

Así que tenemos dos nuevos indicadores para medirla: claridad de ideas y amplitud de enfoque. La mejor manera de entender es no distorsionar algo y no mal interpretarlo.

$!Salvador Dalí, la última cena.
Salvador Dalí, la última cena.

Abrirnos a los demás

La palabra medirla en realidad la restringe: los niños sorprenden por su lucidez en ciertos momentos. Además la medición permite la comparación, todos nos resistirnos a ser comparados, cada persona encierra una dignidad y una sabiduría insospechada, se puede aprender de quien menos lo parece. Cada uno tiene una inteligencia distinta, el problema es que se educan y premian solo algunas.

Contactar con alguien es contactar con su dignidad; la dignidad encierra una grandeza a veces escondida y siempre se agradece y florece con el buen trato. Contactar a quienes nos sirven o servimos requiere abrirnos a ellos, humildad y sobre todo no enjuiciarlos; si nos viésemos como “Firulais” nos ve cada vez que llegamos a casa otro gallo nos cantaría. Sentirnos diferentes es muy distinto a creernos mejores.

Naturalidad

La naturalidad que reflejan algunos les facilita contactar al otro, aunque sea con una mirada al abrirle la puerta, hay miradas tan sencillas que derriten la superioridad. Los niños tienen ese poder.

Mientras escribía esto y conversando con una persona al abrirme y ella abrirse pude constatar su grandeza en su apariencia humilde. Solemos proyectarnos en los demás en vez de descubrirles tal y como son, terminamos viendo lo que creemos o queremos ver y eso a nadie le gusta realmente, decía el psicólogo Jung “unos prefieren juzgar porque no les gusta pensar”.

Despertar la genialidad

¿Por qué la gente no despierta la genialidad que tiene cada uno escondida? Porque creen que no la tienen, no contactan con ella; sienten, piensan, hablan, visten y actúan como los demás, se masifican.

Ella florece al contactarnos con la genialidad del otro, despertándola como al genio de la lámpara. Cada uno la tiene y aparece cuando trabajas en tu potencial y crees en él.

Intrigado el periodista Jacobo Zabludowsky entrevistó al pintor Salvador Dalí y le preguntó “maestro ¿cuál es el secreto de su genialidad? Gaudí abriendo sus ojos le respondió “¡La Cosmovisión!” No esperaba esta respuesta. En efecto la visión del mundo era su secreto para romper los moldes y estar innovando, pero requiere maestría en las destrezas, no basta solo ser creativos.

Esta anécdota lo pinta, en Venecia concibió un taburete flotante con su paleta y pinturas y se echó al mar sosteniéndose de ella, mientras flotaba pintaba la escena, así conseguía un ángulo inédito. Desde niño se impuso ser distinto porque no quería que sus padres lo comparasen con un hermano muerto, así se esforzó a ver más cosas que los demás no veían.

El arte reside más en el espíritu que en las manos, en la altura de la concepción de la obra.

El problema es que la visión se achica al intentar conseguir la aprobación social, al intentar ser como otros, al trabajar en lo que no te gusta ni tienes esas aptitudes, al renunciar a tus cualidades que te distinguen.

Cada quien es como es, hay un bendito misterio en ello, por qué ese afán de querer que sean como queremos nosotros y de estarlos comparando. ¿No será que nos creemos superiores?

Difícil identificarse y compenetrarse con el cónyuge, la familia, en un equipo, si falla la identificación consigo mismo. Por eso duelen tanto las rupturas: queda un vacío que el Yo olvidó llenar. Así la urgencia del Tú. Pero la verdadera conjugación del Tú y del Yo sucede al descubrir ese Tú en Mí y Yo en Ti. La integración requiere dos personas distintas formando una tercera llamada nosotros. “Porque tú estás en mí y yo en ti”.

La reflexión y la introspección nos ofrecen paradójicamente una rara oportunidad para comprender mejor el mundo y para conocernos guardando la distancia, sin confundirnos. La justificación lo impide.

Cuando distingo que Yo no soy lo que creo que soy, ni Tú las etiquetas que te pongo, podemos vernos más claramente.