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Factor Humano

La locuras del amor

FACTOR HUMANO
19/04/2025 12:48

Un gran acto de lucidez es elegir qué tipo de locura quieres vivir: la locura loca o la buena; la de los enamorados es la más deseada pero no siempre termina bien.

La locura más deseada

La dicha y la fascinación que sienten los enamorados causan una poderosa adicción y provocan una locura que hace rodar la tierra, henchir el mundo y hasta buscar rosas sin espinas o “la dulce y total renunciación” para someter el egoísmo.

La locura de merecer más que dar, de ser el centro de atención, de calcular los beneficios, es una necedad muy frecuente. Escribió Antonio Machado “huye del triste amor, amor pacato, sin peligro, sin venda ni aventura, que espera del amor prenda segura, porque en amor locura es lo sensato” y siguiéndolo Renato Leduc remata: “sólo en el amor, la locura es lo sensato”.

Es la del amor la locura más deseada, le da sentido a la vida, saca de la lánguida monotonía, termina sembrando generaciones o guerras despiadadas. Imposible odiar si antes no se ha amado. Eso es peligroso.

La soberbia produce otra locura más perniciosa justo por el desordenado amor a sí mismo. Pero amor a fin de cuentas. La cuestión no es el amor: es el orden y el desorden del amor. El amor auténtico se da libremente en la medida en que somos dueños de nosotros o cuando estamos enamorados.

¿A qué le apuestas?

Uno decide qué tipo de locuras elige. Quien ama le apuesta a gozar y a sufrir intensamente y le apuesta también a la locura. A la locura de la buena, porque si no la otra nos enredará irremediablemente. Que le vamos a hacer, fuimos creados para amar. Uno elige entre la locura sensata o la locura loca cuando tenemos lucidez.

Pidámosla con humildad. El loco no sabe que lo está en ese momento. Dicen que los locos para evitar un sufrimiento insoportable deciden aislarse en ella.

La libre decisión requiere la condición de una paz alejada de toda perturbación. El amor genuino siembra paz, al caminar perfuma el camino y la paz camina con la felicidad sonrientes tomadas de la mano.

La dolorosa ausencia

Uno de los sufrimientos más dolorosos es la ausencia del amado. Nadie puede suplir a los que se nos adelantaron, solo el amor los mantiene presentes, por eso es inmortal.

Resulta difícil entender a quienes ponen una distancia o una barrera, difícil llenar ese vacío cuando la soledad reclama su presencia, siempre inexplicable; “Que te quiero a ti, que te quiero a ti, no me mandes cartas, que te quiero aquí” canta una antigua canción gitana.

La última noche

Las noches son testigos de los que no quieren irse. Roberto Cantoral en su intensa dicha le suplicó al tiempo que se detuviese “Reloj detén tu camino, porque mi vida se apaga... Detén el tiempo en tus manos, Haz de esta noche perpetua, para que nunca se vaya de mí, para que nunca amanezca”.

Consuelito Velázquez intuyó de jovencita otra forma preservar el amor como solo una mujer lo hace, “Bésame, bésame mucho. Como si fuera esta noche la última vez. Bésame, bésame mucho. Que tengo miedo a perderte después”. Sin imaginarlo en 1940 se convirtió en el himno de despedida de las mujeres a sus soldados en la 2ª Guerra Mundial en todos los frentes y en todos los idiomas.

Un amor extremo

Ahora analicemos una obra de arte excelsa del extraordinario genio loco: Salvador Dalí, “El Sacramento de la última cena” le tomó 9 meses pintarla en 1955 en una etapa de profunda espiritualidad desbordando teología en ella. Su concepción es magistral y supera a muchas.

“El Hijo del Hombre” sabía que iba que morir al día siguiente, así que como todos los enamorados quiere quedarse para siempre, “En la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” y se quedó consagrando el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre, que por una locura de amor Divino, no fácil de asimilar, será derramada por todos nosotros, sucediendo el “milagro que realiza el prodigio de amarse”.

La 1ª Comunión del mundo

En ese ágape íntimo vemos su glorioso cuerpo semitransparente, el vaso de vino proyecta una luz primorosa en el mantel, el pan está colocado por simetría en dos pedazos. Dalí anotó que “la Comunión debe ser simétrica”, centrada en JHS.

Estamos viendo el mayor acto de amor, “un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn. 15, 12-17) y está a punto de cumplirlo. Los apóstoles muestran una profunda reverencia en común unión.

La mano derecha de JHS apunta al Padre o a su cuerpo glorificado en mayor proporción, que contempla la escena con ambos brazos extendidos trascendiendo el espacio - tiempo figurado en los pentágonos. Su mano izquierda señala que Él es la 2ª Persona de la Santísima Trinidad, “El que me ve a mí, ve también a mi Padre” (Jn. 14, 6-9) confirmando su Humanidad y su Divinidad.

Una geometría genial

Basada en la Proporción Áurea y en su Fe, usa el dodecaedro que simboliza la tierra con el universo. Observa ¿las líneas, entran o salen de la escena? Le dan movimiento y eternidad.

La 3ª dimensión está dentro de otra dimensión superior: el mundo natural y el sobrenatural convergen con la figura de arriba, con el realismo y misticismo de las luces y sombras inspiradas en Zurbarán “con la creatividad de la pintura moderna” en palabras de Dalí.

Y agrega “La 1era. Comunión en la tierra es concebida como un rito sagrado de la mayor felicidad para la humanidad” por eso “hay campanas de fiesta que cantan en el corazón”.