"FACTOR HUMANO: ¿Con qué te identificas?"
¿Te juzgas?
¿Por qué le suceden cosas malas a la gente buena? Interesante, la pregunta plantea la injusticia de la vida, en efecto lo es, pero hay algo más detrás ¿De dónde sacamos que unos son buenos y otros malos? O más aún ¿Qué tú eres uno o lo otro?
De tus creencias. Hora bien ¿De dónde vienen? ¿De lo que te han dicho toda la vida? ¿De la evidencia de tu conducta? ¿De cómo te sientes contigo mismo? ¿Y si descubrieras un día que no eres eso que crees ser, qué harías?
El Fantasma de la Ópera
Crea un espacio en ti
Los actores asumen en el teatro su personaje viviéndolo. Fuera de escena vuelven a ser ellos mismos, el problema es cuando se lo creen. María Félix se identificó con una imagen y con su belleza, de anciana ocultaba sus arrugas. El Fantasma de la ópera se resistía a quitarse la máscara por sentirse feo por su rostro desfigurado. El problema no es que escondemos: es qué nos creemos.
Pues bien, eso que creemos ser son identidades, personajes, que nos hemos apegado en la vida creyéndolas. La creencia tiene un doble juego. Por un lado se refuerza por las conductas, nuestra historia y manera de ser. A su vez este comportamiento viene de las actitudes y las formas de ver las cosas. Ambas, nuestro modo de ser y las actitudes refuerzan la creencia, moldean una identidad. Con la cual solemos casarnos.
De aquí se deriva la manera de vernos y ver la vida: positiva o negativamente, creerse merecedor o dador, bueno o malo, amoroso o egoísta, afortunado o no, exitoso o mediocre, generoso o miserable, sentirse agradecido, superior, igual o menos, satisfecho o no, bello o feo. Estas formas cobran vida por las creencias.
De pronto un día suenan las campanas y descubres que no eres lo que te has creído y te pasmas.
Si hay estupor en tu reacción, sigues alimentando la creencia original ¿Cuál podría ser? Que aún no eres lo suficientemente bueno, que todavía te falta, que no lo mereces o que no vale la pena, que ya no tienes remedio.
-El problema no es quien eres: es quien te crees que eres. Qué te dices, haces, dejas de hacer y rechazas ¿Qué piensas de ti mismo?
-El problema no es cómo eres: es cómo te tratas. Amas a los demás ¿Pero qué tan amoroso eres contigo?
William Dyce 'Omnia Vanitas'
Como actúa la identificación
Quien se ha identificado con el sufrimiento descubrirá en los eventos lo injusto, la carencia, la maldad, verá sufrimiento en todo, reforzando su creencia e identidad, alimentará su dolor.
Quien se identifica con la angustia, ansiedad, culpa, la tristeza que siente, buscará los medios para remediarla con comida, alcohol, drogas, todo lo que le alivie temporalmente y que le produzca euforia, entretenerse, fugarse.
Con el desamor, buscará mil formas de ser amado, de merecerlo, temor a perderlo, ganar poder, alimentará sus celos, sobreprotegerá, la desdicha.
Con el éxito buscará desafíos, sobresalir, superarse esforzándose o hará trampas y usará a los otros como peldaños, buscará el reconocimiento, dinero, una posición, para confirmarlo.
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Todo lo anterior son juicios. La tristeza, la angustia y ansiedad son sentimientos. Si las queremos resolver solo pensando, nos enredan. Las emociones reflejan verdades del cuerpo y del alma, nos conducen a la solución. Se resuelven sintiéndolas, sin engancharnos. Déjalas fluir ‘sufriéndolas’ y se desvanecen. Si piensas en la tristeza la agrandas.
Al identificarnos con ellas se arraigan y aumentamos el problema: ahora ‘somos' el problema. ¡Falso! Sentir tristeza y ser triste son cosas distintas.
Nos identificamos con lo que pensamos. Esa identidad nos condiciona. Aunque no te sientas bien y te creas malo ¡Tú esencia es Sagrada! La mediocridad se elige. Al hacerte responsable de ti, al asumir las consecuencias de tus actos, al estarte perdonando sin justificarte, amando a otros, meterte en tus proyectos para el bien común, mejoras. Cuando te conectas con un Ser superior te ligas a un poder superior.
Tú NO eres tus pensamientos, ellos son parte de tu mente. La mente es parte de ti. El ego engorda con ellos. No eres todo eso. Al romper tus creencias falsas rompes un conjuro. La mente nos desconecta de la vida real y del momento presente.
Nos dormimos pensando, despertemos mil veces al día.
Jugamos con lo real
Podemos hacer que nuestros pensamientos filtren la realidad o se sometan a ella, podemos acomodarla al ego o servir a los demás y al Creador. Esa es la cuestión.
Despertemos la conciencia, aquietemos la mente y en ese silencio interior contemplemos tal y como son las cosas sin deformarlas por nuestros juicios y apetencias. Esto es sabiduría.
Hay un juego entre las creencias y la realidad, entre los demás y nosotros, entre las actitudes y nuestra persona. Podemos elegir cual prevalece.
Cuando accedemos al Yo nos encontramos ante lo inefable, no necesitamos palabras, lo sentimos con certeza. Se siente raro pero con muchísima paz, vale la pena.
paulchavz@gmail.com