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Las alas de Titika

El viento de la Luna

LAS ALAS DE TITIKA

Mientras el hombre pisa la Luna, en un punto de la tierra una familia se las ingenia para instalar una regadera y dejar atrás el pozo de la noria. En cada lugar del mundo la vida transcurre única, exclusiva, incomparable, cotidiana. Cada ser se sumerge en su entorno y participa en las labores que le corresponden pensando que esa es la única forma de vida posible, por no decir permitida y aceptada, que existe sobre la tierra. Sin embargo, hay otros personajes que son capaces de participar en ese momento, pero a la vez imaginar que existen otras ideas, pensamientos, realidades que le son ajenas, pero con las que sueña y en las que se incluyen. Lo anterior es el caso de la mágica capacidad de Antonio Muñoz Molina para crear un personaje central que da vida a una bella historia donde Carlos, de niño, narra la vida con sus padres, sus abuelos, sus vecinos, sus compañeros de escuela, sus maestros y las hermosas mujeres irreales con las que sueña y a la vez son las culpables de sus eróticos pensamientos; mismos que van despertando una sexualidad que asoma apenas escuetas muestras de virilidad.

El viento de la Luna es una entrañable historia del escritor español Antonio Muñoz Molina, una novela que muestra la vida que transcurre en Mágina, un pueblo español donde cultivan el olivo para hacer su saludable y famoso aceite. Las agotadoras labores del campo mantienen ocupados a los hombres, mujeres y niños del lugar, pero donde Carlos, pese a que colabora torpemente con su padre, no encuentra gozo y ve muy distante su vida. Tan distante es el mundo de Carlos, que éste sueña con ser astronauta. Pasa la mayor parte del tiempo leyendo lo que consigue en la biblioteca de su pueblo; aprovecha cualquier luz del día para ello pues en su casa carecen de luz y muchas otras cosas.

En sus horas solitarias y a escondidas, para evitar que lo tachen de holgazán y de retrasado, Carlos va creando su propio mundo. Hace un libro de recortes de las notas que más le interesan y de fotografías a color de las naves espaciales que encuentra en las revistas que le regala su tía Lola. Se imagina en una nave, vive y sueña con la experiencia que la televisión va narrando de Neil Armstrong en su llegada a la luna. Un joven al que todos ven extraño, incluso su propia familia. Lo ven casi con compasión y predestinado para él una desventura pues no es igual a los chicos del pueblo. A su vez él no concibe conformarse con la realidad inmediata de sus obligaciones y sus mezquinas recompensas pues ha conocido, a través de sus lecturas, todo un mundo por explorar. No limita sus conocimientos al mundo que le ofrecen los curas en el colegio al que asiste ni tampoco a las expectativas del trabajo de la tierra en el que ve que sus mayores han sacrificado su vida. A su corta edad y sin aprenderlo en la escuela, Carlos se imagina cómo flotan los cuerpos de los que han pisado la luna. Ha leído del vértigo que les provoca cada paso que dan debido a que su peso corporal no es el mismo que en la Tierra.

El viento de la Luna se narra en el tiempo de la dictadura de Franco, donde las familias padecen una marcada censura y una restringida libertad. Tal escenario se muestra en cada pasaje de la historia donde las limitaciones económicas que vive la familia de Carlos, junto al resto de los personajes del pueblo, convierten en todo un suceso la llegada de un televisor, la instalación de una regadera o incluso la agonía del hombre más acaudalado del pueblo y la muerte del ciego que habitaba en una casa de la que nunca salía.

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