"El Octavo Día: La idea moderna de lo divino"
Yo no sé si fue porque ya llegué a cierta edad o será que tengo muchos amigos que aprecio, pero en este mes de diciembre fue muy triste la cantidad de fallecimientos de los que tuve noticia.
Una amiga me dice que es porque la conjunción de los astros y los planetas es difícil, que estamos en una etapa de cambio y que también hasta a la tierra le afecta con los incendios de Australia y los problemas en Irán... Bueno, cada quien tiene su idea de lo sagrado y su iluminación.
Según Tolkien -sí, el de El señor de los Anillos- todos los mitos y religiones emanan de la misma fuente, nada más que con variantes en cada cultura y tiempo.
El cristianismo habría sido una puesta al día de todos esos rituales que la humanidad habría intuido con el pasos de los milenios y la Navidad retoma esos ciclos cósmicos de la agricultura.
Mil caminos: una sola montaña, proclaman los relativistas. Joseph Campbell habla de que en Babilonia había un culto más a la Madre Tierra y la deidad femenina, pero la llegada de los indoeuropeos trajo el culto al Dios del Trueno (Júpiter) y tomó por siglos en las religiones locales (judaísmo, cristianismo e islam) el Dios masculino como centro único.
Lo que Tolkien y Campbell sostienen es que sería una misma deidad única y cada quien la veía según su tiempo y sociedad. Teofanías llaman a ese dios que va cambiando y sería el mismo. Las teocracias, por supuesto, no aceptan esa teoría, pero ya en corto, los teólogos tocan el tema cuidando no rayar en la herejía.
Con las religiones cuestionadas a cada momento en el oráculo de las redes sociales, me inquieta saber cómo las nuevas generaciones encajarán la fe y el dolor de una prueba.
Antonio Gramsci plantea que en el mundo solo existen dos tipos de personalidad: los de alma sencilla y los de alma compleja, regularmente las almas sencillas aspiran a ser felices con lo indispensable y los de alma compleja simplemente no saben en realidad a lo que aspiran y cuando lo tienen todo, tampoco son felices.
Tenemos que recibir un martillazo al rojo vivo para darnos cuenta de qué material estamos hechos.
El dolor y las pruebas marcan y forman o deforman cualquier fe o utopía personal o colectiva.
¿No será el dolor el fuego que templa la espada, la prensa que saca el olor y la esencia de las flores cultivadas por los perfumistas?
El cerebro funciona en base a impulsos eléctricos y químicos, a manera de sinapsis. ¿Podrá conservarse después de la muerte ese conocimiento del mismo modo en que la información de un disco duro hoy puede subirse a la invencible e invisible internet, que está en todas partes y no se puede ver?
Nada se crea ni se destruye: todo se transforma, dijeron los antiguos griegos cuando fundaron la ciencia moderna. Y la verdadera ciencia, decía Arthur C. Clarke, siempre se parecerá a la magia.
Solo una pesadilla nos despierta de un sueño.
Hemos llegado a un momento en que las religiones para muchos solo serán sistemas morales o muletas para el espíritu en momentos de crisis.
Solo el autoconocimiento mostrará el camino para encontrar la verdad personal.
Y como decía un filósofo muy respetado de la antigüedad, la verdad nos hará libres.