"El Octavo Día: José de la Colina (1934-2019)"
Cuando conocí a don José de la Colina, allá por 1997, me dijo que yo tenía todo para ser un gran escritor mexicano.
Estábamos en el Salón Palacio, en la calle de Ignacio Mariscal junto al caballito de Sebastián y la redacción de Milenio Diario. Ahí se reunían los colaboradores del periódico los viernes (“Somos totalmente Palacio”) a libar las sagradas cervezas o el trago de ron Appleton.
Mi vanidad me hizo pensar que había leído mi reciente novela publicada en Joaquín Mortiz, que me habían celebrado mis otros amigos ahí, antes que él llegara. Pero lo que me dijo el viejo fue otra cosa: “Tienes los nombres adecuados. Juan y José. Como los casos de Juan José Arreola y José Juan Tablada, Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo... Pepe Revueltas”.
Mencionaba los nombres despacio, dándoles su peso, lugar y sabor, aunque en aquella época faltaba mucho tiempo para discusiones de género, recuerdo perfectamente que mencionó a Sor Juana en tercer lugar, sin el sor. También llamó Pepe a José Revueltas porque él sí podía hacerlo: había conocido bastante al legendario luchador socialista y escritor, guionista como don José.
Seguimos mencionando a varios Juanes y José, como Juan Villoro o José Mancisidor, Juan de la Cabada o José Gorostiza. Fiel ante su anticlericalismo, viró a España y mencionó a Juan de Yépez, escritor que la Iglesia católica cambió a Juan de la Cruz.
Hasta que yo caí en cuenta de que don José había nacido en España, pero orgullosamente tenía la nacionalidad mexicana.
- ¿Y José de la Colina?
Don José se atusó el bigote con un gesto de mosquetero y acomodó su boina para decirme, “Por supuesto que sí”, dejando correr un silencio y una risa maliciosa.
Siempre fue un hombre de izquierda y conciencia crítica.
Alguna vez aquí estaba José de la Colina en Mazatlán y estábamos comiendo en un restaurante cuando llegó un amigo mío con Porfirio Muñoz Ledo. (Muñoz Ledo andaba en su grilla, se enteró que estaba aquí don José y quiso verlo, por lo que mi amigo me habló y nos juntamos).
¿Qué pasó? Pues que Porfirio le dio un elogio a su nuevo libro y De la Colina le contestó con una gran sonrisa: “Perdóname, mi querido Porfirio que desconfíe de tu comentario, pero sé que tú eres político y tu profesión por ley se trata de engañar a la gente, así que no me siento muy seguro de tu generosa afirmación”. “¡Que pasó José, no empieces así!”, y ya, se pusieron a hablar de un velorio reciente de un amigo común, donde no coincidieron entre el gentío de personalidades.
Como escritor nos dejó una prosa excelente y varios cuentos inolvidables, tres de ellos quedarán para siempre en las antologías: “Ven, caballo gris”, “La lucha con la pantera” y “Los músicos del Titánic”, escrito años antes que la cursilona película.