Imposible no iniciar esta semana sin mencionar la desaparición física del señor Manuel Valdés, comediante que representó una vertiente unicelular de la comedia del Siglo 20 mexicano.
El problema de Valdés es que, al igual que Chespirito, lo vemos como una parte comercial más de ese monstruo llamado Televisa y, como ambos duraron tantos años en la programación, la cual tuvo sus altas y bajas, a veces somos muy crueles con su desempeño a largo plazo.
No es el mismo el Roberto Gómez Bolaños de 1973 que el de 1982. Igual ocurre con el Loco Valdés. Improvisaba magistralmente en su programa "Variedades de medianoche", pero luego tuvo programas muy mediocres, cuya pobreza llamaba al desconcierto.
“El Loco”, se dice, siempre tuvo programa en el Canal 2 gracias a su posición privilegiada de bufón personal del Tigre Azcarraga, amén de otras tortuosas complicidades.
La etapa más vergonzosa fue cuando estuvo trabajando con el productor Humberto Navarro, quien hizo los programas más chafas del Canal 2... ni siquiera gastaban en escenografía, poniendo una proyección de fondo del Ángel de la Independencia o la Torre Eiffel para ilustrar cualquier chiste tonto.
Aun así, dentro de ese marco ceñido, el señor Valdés logró ser irreverente y romper esquemas. Más o menos como los priistas de entonces que lograban engañar al jefe y metían medidas revolucionarias por encima del establishment presidencialista. (No me burlo de su memoria al compararlo con políticos: ambas profesiones tienen mucho de actuación, farsa y tragicomedia).
Erasmo de Rotterdam sostenía que la locura es elogiable porque permite decir la verdad en un mundo más cerrado. Su discípulo más importante fue don Miguel de Cervantes Saavedra y "El Quijote" sostiene ese postulado en la novela.
Manuel Valdés, en su etapa de crítica política con Héctor Lechuga y otros más, incidió en la realidad mexicana censurada y también abrió caminos a la comedia en un género naciente como era la televisión, que entonces más parecía una prolongación de la radio en vivo. Solo él era capaz de quedarse dormido en un programa al aire y hacer un chiste de eso mismo, algo inaudito.
¿El Loco Valdés era nuestro Andy Warhol y nunca nos dimos cuenta? Solo Warhol había filmado una película de un hombre durmiendo, pero en plan morboso y el Loco se dio el lujo de dormirse en el programa en vivo porque andaba amanecido.
Me acuerdo cuando cayó a un camarógrafo impertinente diciéndole que el suyo era un problema serio y respetable, que no estaba en el "Club del hogar" con “la mula mula de Paco Stanley”.
Como el Tío Gamboín y Cepillín, tuvo su personaje virtual: "El marcianito Kolofox", que se ponía en su mano y con él tenía conversaciones que en realidad eran delirantes monólogos.
Castigado por su desacralización de Juárez, más que por un capricho de Echeverría, como se dice, más que nada en esa era buena parte de la clase política que estaba en la masonería y el Benemérito es una de las figuras más altas.
Ese mal chiste fue consecuencia de que siempre estuviese improvisando, pero solo le llamó la atención la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Además, había una justa ley sobre el uso y respeto a símbolos nacionales en los medios que se aplicaba “a criterio”... fue el caso de Perez Prado, cuando hizo una versión del Himno Nacional en mambo, algo no extraño entre los gringos, que lo cantan como blues o country, según donde anden.
En sus últimos años, Valdés presentó la obra "Aeroplanos" con el señor Ignacio López Tarso. Vale la pena comentar que en la película animada "La leyenda de la Llorona" no quiso cobrar porque vio que era producción muy sencilla y la actuación era un homenaje donde él cantaba la canción de "El brujo Juan".
Que descanse en un universo de eterna alegría.