"EL OCTAVO DÍA: Borges: Un siglo y veinte contando"
Hoy se cumple un aniversario más del inicio de la vida física de Jorge Luis Borges -uno de los pocos escritores que se atrevió a jactarse de no haber sido feliz- y su figura se consolida cada vez más como uno de los pilares de la imaginación y la lengua española.
Su tránsito por el universo de la gravedad y las formas ha dejado una honda huella metafísica, similar a una partícula de antimateria rebotando en nuestro matemático entorno newtoniano.
Sin embargo, antes era un autor más difícil e inaprensible. Se le veía cómo rígido e intelectualoide contra la figura genésica, dicharachera y dionisiaca de García Márquez, otro fenómeno mediático paralelo.
Borges era un escritor para escritores. Me atrevo a decir que en los años 60 y 70, aquí en México, era de esos autores que todo mundo respeta y cita, pero que incluso entre las élites ilustradas no se le leía bien. Hoy está en memes, referencias y distraídos discursos presidenciales.
El más disponible texto suyo era su Nueva Antología Personal, en Bruguera o Siglo XXI, y no es el mejor volumen para acercarse a sus misterios, espejos y laberintos.
Antes no era raro que de ciertos escritores solo fuese posible tener acceso a solo unas dos o tres de sus obras... y en ediciones viejas que rolaban de mano en mano.
Para colmo, se le tildaba de reaccionario por unos acciones y declaraciones que luego trató de enmendar. No olvidemos que en ese tiempo era un hombre ciego, que solo vivía en un ámbito reducido y su madre -una dama muy criolla- le leía los periódicos.
A inicios de los 80, el Fondo de Cultura Económica publicó Borges, el memorioso, brillantes entrevistas que hizo para la radio argentina con el culto locutor Antonio Carrizo. Ese libro nos acercó a muchos al mito viviente: en aquel tiempo, insisto, sus libros no eran tan fáciles de conseguirse: no había los tratados comerciales de hoy ni grupos editoriales trasnacionales, por lo que algunos títulos suyos estaban dispersos o a precios altos, muy altos, en la Editorial Emecé, y tenían precio de importación.
Debo decir que cuando el crítico sudamericano, Emir Rodriguez Monegal, publicó a mediados de los 80 su Ficcionario, una antología gruesa de cuentos y ensayos dispersos en el Fondo, comenzamos a leer realmente a Borges.
Ahí leí cuentos que me marcaron como El evangelio según San Marcos o La forma de la espada, menos intelectuales que los de la antología personal.
Con su muerte en 1986, fue posible acceder al fin a textos agotados o fuera de catálogo. Como Rulfo, quien también se fue por esas fechas, se acrecentó su figura con su desaparición física.
Todo esto viene a cuento porque acabo de encontrar este enlace a una parte de las entrevistas de Borges, el memorioso, en la plataforma de YouTube, y noto que hay algunas frases interesantes que no se transcribieron en ese libro; no sé si en aras de la concreción o eliminar elipsis o localismos.
Anímese a escucharlo, ya que uno entra a su cadencia, el video se va como una charla de familia. (Hay un momento que interviene la joven Maria Kodama que no apareció en el libro: asunto de invisibilidad femenina de la época)
La referencia para el buscador es “Antonio Carrizo entrevista a Jorge Luis Borges (1979)”.
Concluyendo: Borges fue un pionero de la ironía y el sarcasmo, algo muy usado por los jóvenes de hoy para opinar sobre la experiencia cotidiana, la situación del País o incluso las conductas de sus padres.
No me lo imagino en Twitter, pero no dudo de que sus declaraciones hoy serían materia fértil para el siempre reciclable ciberespacio. Ya cumplió un siglo y veinte contando, poetizando y asombrándonos.