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Columna

El buen juicio

El buen juicio es sabiduría aplicada, va más allá de tener muchos diplomas, experiencia o ser jefe
FACTOR HUMANO
10/09/2022

Podrás ser un magnifico líder pero para ser buen directivo se requiere del buen juicio. Así como no todos los jefes son líderes, no todos los líderes son buenos directivos. Se requiere algo más.

Aunque el liderazgo incluye juicio, tacto, para tratar a las personas y lograr lo mejor de ellas, la dirección requiere además de resolver problemas, optimizar los recursos, una condición personal extra clave para tomar decisiones, correr riesgos y llevar a buen puerto la nave.

El buen juicio hace la gran diferencia y podría explicar, en parte, porqué unos ascienden más que otros.

¿Qué es un buen juicio?

Es la capacidad para actuar con prudencia y acierto. Para esto es menester conocer mejor la realidad de una situación y los acontecimientos, ya que el calificativo de bueno se basa primeramente en distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo principal y lo accesorio.

Asimismo se requiere combinar lo intelectual con lo práctico para entregar soluciones viables y convincentes.

Importa mucho la claridad de ideas distinguiendo entre costo y beneficio, lo oportuno y lo inoportuno, lo posible con lo ideal, asegurarse sin suponerlo, escoger la persona adecuada, buscar el balance, optimizar los recursos, flexibilidad para cambiar el rumbo oportunamente y “colmillo”. Caben las actitudes, el optimismo especialmente que es una forma de aplicar el realismo.

La academia no garantiza la prudencia ni la sensatez, ayuda mucho seguir a alguien que lo tiene, el buen juicio no se logra practicándolo eventualmente, sino que llega a tatuarse en la persona. Conocemos personas con buen juicio sin estudios y no son pocas.

Condiciones personales

Las personas que adquieren el buen juicio constantemente calibran su entendimiento, estudian y analizan objetivamente, escuchan con atención, observan el lenguaje corporal, se abren al consejo, se cuestionan a sí mismas, corrigen sus errores, no se apegan a sus propios juicios y llegan a adquirir un manejo de la lógica distinto al común de la gente.

No se puede ser buen juez si no se ama la verdad, encima de los intereses y procurar la justicia imparcialmente.

Los elementos de juicio

Creemos que el buen juicio también incluye la intuición y la creatividad para plantear y resolver los problemas y para obtener las evidencias claves del caso. Quienes hacen las preguntas más relevantes y oportunamente logran una gran ventaja sin distraerse. Los físicos modernos constantemente replantean sus preguntas para resolver los misterios del universo, una pregunta aparentemente buena los entretiene y distrae resolviendo lo no tan sustancial.

Así como las preguntas dirigen la mirada como un faro de luz en la noche, los elementos de juicio ayudan a entender mejor y con más amplitud una situación. Facilitan cómo y qué enfocar para “peinar” su realidad, los definimos como los puntos de enfoque, los “en qué hay que fijarse y cómo ver las cosas”.

La maestría viene al plantearlos y escoger los más relevantes. Asimismo en el buen juicio no se trata solo de distinguir entre lo cierto y lo falso, sino en entender y comprender con más amplitud la situación y especialmente a las personas. Hay juicios que hieren, otros que comprenden. Detrás de los hechos duros hay personas. Creemos que todo esto marca la gran diferencia.

Los juicios salomónicos

Dos madres que vivían juntas acudieron con el rey Salomón llevando a dos hijos, uno de ellos muerto, reclamándole cada una el vivo, Salomón las escuchaba y observaba atentamente, la pregunta relevante ¿Cómo saber con certeza evidente quien era la madre? Salomón pidió una espada ordenando que partieran al bebé y les diera la mitad a cada una, una saltó y dijo “¡dale a ella el niño, pero que no le maten!”. La otra en cambio decía “no será para mí ni para ti, que le partan”.

Salomón supo entonces por su reacción quien era la madre dándoselo a la primera. Nos llama la atención que se salió del discurso lógico, ambas posturas eran antagónicas y recurrió al ardid de partirlo, aquí su creatividad.

También don Belén Torres un juez fuera de serie de Navolato, Sinaloa en México, ganó fama por sus dictámenes salomónicos rancheros dejando a ambas partes convencidas por su argumentación que no dejaba dudas.

Con un gesto de su dedo índice simulando la guía de una sandía que se metió al campo de otro reclamándole éste el usufructo por cuidarla, resolvió el problema al preguntarle de quien seguía siendo el dedo.

Resolvió que el dueño de una yegua debería pagar el doble que el del caballo que se le montó encima destrozando la mercancía que había en el piso, la razón era muy simple: al estar montado el caballo tenía dos patas arriba, la yegua las cuatro abajo.

¿Qué tanto te juzgas a ti mismo y que tan severo eres?