’Donde el Arcoíris toca la tierra es donde Gustavo descansa en paz’
Gustavo Enríquez pensaba que la fe era la que le iba a ser vivir para siempre y, ciertamente, vivirá en las memorias de todos los que llegó a conocer.
En el Centro Sinaloa de las Artes, “Centenario” rindieron homenaje a su querido amigo, hermano, tío, maestro y ser de la naturaleza, Gustavo Enríquez.
Cuatro de sus queridos amigos estuvieron hablando sobre sus experiencias conociéndolo, cuatro personas reunidas, cuatro memorias de la percepción de una sólo ser; es como haber conocido a cuatro personajes diferentes. Azucena Manjarrez, Rodolfo Arriaga Robles, Juan Esmerio Navarro y Arturo Cerecer Espinoza, fueron los que le dieron vida al recordarlo del director, maestro y dramaturgo reciéntemente fallecido.
Manjarrez lo describe como un ser libre de sí mismo, en sus patines, en su bicicleta. En su casa llena de plantas y su temor a que le robaran su caja de herramientas. Huía de los “monstruos vivientes”, así nombraba a las personas comunes porque disfrutaba más de sí mismo que de cualquier otra compañía.
“Este es el artista más artista que he conocido en mi vida”, dijo Azucena.
Se le conocía por su pasión al teatro y las artes escénicas, pero también por su puntualidad. Las cuatro memorias quedaron de acuerdo en que siempre era exacta su hora de llegada, ni un minuto más, ni un minuto menos. Echaba a sus estudiantes de las obras de teatro cuando tardaban por lo muchos dos minutos, no toleraba el retraso. Es porque creía que el trabajo suyo era más importante que cualquier cosa, porque amaba lo que hacía.
“Su bicicleta la llevaba por todos lados, los patines los llevaba por todos lados. Ese era Gustavo”, recordó Manjarrez.
Él hizo lo que quiso, dice Azucena, y dijo que cuando se fuera a ir no le avisaría a nadie, y así lo hizo, no le avisó a nadie.
Siempre se espera tener amistades que te honren aún en la muerte, Gustavo sí los tuvo y lo demostraron tanto las cuatro memorias como sus colegas, estudiantes y personas que estuvieron presentes en el Centro Centenario. Se quedaron con quien se quedó primero.
Fue pandillero en su juventud, antes de irse de Chihuahua, pues inteligente era y no quería ser agredido por quienes agredían, se hizo amigo de ellos y miembro de su pandilla.
Siempre fue un buen hijo, nunca tuvo queja por parte de su madre, lo único era que se perdía. De niño, todos salían a buscarlo, por horas y cuando regresaba tenía en las manos un gato, unas ramas o lo que fuera.
“Tuvo sus dos últimos alumnos allá, unos cuates, niño y niña. Empezó a darles clases. A mi nieto, futbolista, lo expulsó en la primera clase porque no le hacía caso. Le dijo ‘si no me haces caso, estarás expulsado’ y mi nieto le dijo ‘dame una oportunidad’, ‘estás expulsado’”, dijo Cerecer Espinoza, cuñado del dramaturgo.
“Donde el arcoíris toca la tierra” fue la obra de Gustavo Enríquez, la que adornada con colores en emociones está y puedes vivir hasta hacerte llorar. Fue estrenada en el 2016 y volvió para despedir a su autor, con su alumna y amiga Karla Lim Zamudio, que también lo recordó en el escenario, actuando como él le enseñó y extrañarlo, aunque él no le indicó.
“El imaginario de sus obras, era la naturaleza”, expresó Arriaga Robles.
“Sin querer él escribió su final en sus obras, tal es el caso de la obra presentada en el homenaje, pues Gustavo ya se encuentra al final del arcoíris”.
Gustavo Enríquez
Fue dramaturgo y director teatral, nacido en Chihuahua en el año de 1962 pero al despedirse, ya era sinaloense de corazón.
Su partida fue el 6 de noviembre del presente año, pero todos los seres que dejó marcados lo extrañarán toda su vida.