Dedica Temporada Campbell una oración musical en memoria de amigos fallecidos
La música es una vehículo contundente, efectivo para crear lazos entrañables, para poner a flor de piel emociones profundas, evocaciones maravillosas de los seres queridos, de los amigos y los afectos desaparecidos, la Temporada Gordon Campbell el domingo pasado se enfocó en crear sonidos para evocar a los que han colaborado con este proyecto musical y que desaparecieron de entre los vivos el año pasado.
Orar es entrar en un estado de introspección profundo para conectarse con lo espiritual, con el amor que une a los seres humanos con los vivos y los muertos que existen en la emoción que los recuerdos estructuran en la memoria para crear una presencia inmaterial que palpita etérea en el corazón de quién escucha.
Eso fue lo que, el exquisito programa musical que interpretó la Orquesta del Teatro Ángela Peralta dirigida por Gordon Campbell, generó en el auditorio que asistió el domingo pasado al TAP.
Desde el escenario emergieron los sonidos de la partitura de Ave verum corpus que fue creada por Mozart para evocar la presencia del cuerpo de Cristo a través de la hostia durante la misa católica.
La fuerza espiritual de la música consigue crear un estado de paz que ofrece a quién la escucha una evocación emocional de lo intangible en general. Los muertos, los afectos , lo entrañable que conecta con lo sustancial del amor, que se materializa en la vida a través de los afectos, la amistad y las relaciones de pareja, fue un momento que dejó una atmósfera trémula y sensible.
La emotiva mañana continuó con un homenaje a los amigos muertos recientemente, cercanos del proyecto musical Gordon Campbell, un discurso dicho por Guianeya Román y Gordon Campbell y un la proyección recordó al pintor Armando Nava, el abogado culiacanense Pablo Gastélum, la violinista y creadora de la Orquesta de cuerdas del Centro Municipal de Artes Mónica Osuna, el escultor Sergio Flores y los miembros fallecidos del Coro Ángela Peralta.
La emocional mañana de concierto continuó con los ecos que generan añoranza de la obra de Samuel Barber que en los últimos dos años se convirtió en el más escuchado homenaje a los muertos por la pandemia provocada por el coronavirus.
La sutileza del sonido de un cuerpo de violines crea una sincera atmósfera de recogimiento, la suave melodía va y viene durante ocho minutos que dejan trémulo al auditorio.
El plato fuerte del concierto fue el Requiem de Faure dividido en seis movimientos que recorren cada uno de los momentos de una misa de difuntos.
Gabriel Faure con está pieza recorre un camino de sonidos que llevan al que los escucha por la conciencia emocional del duelo que provoca la despedida para terminar con el encuentro de lo glorioso en el movimiento In paradisum, que ilumina con la promesa de la esperanza, la paz y la armonía.
