"Cumple José Ignacio Campos sueños con la música"
Un sueño venía a la mente de José Ignacio Campos Gómez cada vez que tomaba la consola de videojuegos: Poder tocar la música de la banda sonora.
Y ese sueño adolescente lo cumplió a lo grande. A los 8 años comenzó con clases de iniciación musical, luego de clarinete, a los 10 ya era parte de la Banda Sinfónica Juvenil del Estado, y entre 2014 y 2017 se integró también a la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes.
"De los videojuegos me interesaba mucho escuchar la música, cuando el soundtrack era de orquesta", dice.
Hoy, a sus 26 años son muchos más los sueños que con la música ha cumplido.
"La música me ha dado mucha felicidad, mucho conocimiento y muchos amigos".
Los inicios
Cuando era pequeño, José Ignacio Campos Gómez tomaba clases vespertinas de karate, natación, taekwando, pero cuando la música llegó a su vida, supo que eso era lo que quería.
Tenía 8 años, cuando su mamá lo llevó a la Escuela de Arte José Limón y entonces comenzó sus clases de iniciación musical con la maestra Judith Zazueta.
"Somos cuatro hermanos, yo soy el menos, y mi mamá vio que tuvimos más productividad en la música y decidió dejarnos ahí. Yo fui el único que siguió".
"Como a los 9 ó 10 años fue mi primera clase de clarinete con el maestro Baltazar Hernández (director de la Banda Sinfónica Juvenil del Estado) y la verdad las únicas dos palabras que me sabía de música eran saxofón y xilófono", recuerda.
"Cuando el maestro Baltazar me preguntó qué instrumento me gustaría aprender, le dije Saxofón, me lo puso en un collar para cargar y se me hizo muy pesado, entonces vio que batallaba y me dio un instrumento más ligero. Me dio el clarinete, me gustó y me quedé con él".
Junto con él, otros niños comenzaron a estudiar el clarinete, lo que le parecía divertido, pues al final de sus clases, se ponían a jugar.
"Me gustaba que no era el único niño, habían entrado como cuatro o cinco más a clarinete. Nos conocimos, nos divertíamos, descansábamos y jugábamos a las escondidas, me entretenía mucho, seguía las clases con la maestra Judith, mis clases de instrumento y así siguió el resto de la primaria, secundaria, cuando entré a prepa y a la carrera de técnico".
A la Banda Sinfónica Juvenil del Estado se integró cuando tenía 10 años y casi dos tocando clarinete.
"Me dijo Baltazar 'ven un día a la banda, ensayamos de 6 a 8, le avisas a tu mamá para que venga por ti más tarde, van a estar tus amigos también', y pues entramos a la banda, me sentaba hasta el fondo los clarinetes", recuerda.
Al inicio se sentía muy nervioso porque apenas tenía 10 años y la mayoría eran de 20 o hasta 30 años.
"Los veía y eran unos señores... dónde estoy me dije, porque mis clases eran con puros niños".
Pero Baltazar Hernández, director de la Banda, le dijo "tú toca el clarinete sin miedo", y poco a poco fue ganando confianza.
La visión
La visión de José Ignacio en torno a la música creció cuando por primera vez hizo un viaje, sin su familia, para seguir aprendiendo música.
En 2001, con tan solo 9 años, acudió a su primer curso, en un pueblito de Puebla llamado Metepec. Duró una semana, fueron varios integrantes de la banda y él era el más pequeño.
"Mi mamá se preocupó porque estaba chico y no iba a poder ir ella y quién me iba a cuidar, pero fueron compañeros más grandes de la banda y un señor que trabajaba en la dirección de la escuela", recuerda.
Fueron siete días de estar en ensayos y al final participó en el concierto que se ofreció el último día, en un centro vacacional en Metepec.
"Salí encantado y me regresé a Culiacán con más ganas de seguir tocando, era un encuentro de bandas a nivel nacional".
Viajar a cursos o a conciertos con la Banda o con la OSSLA ha dado a José Ignacio una visión más amplia de la música.
Cada verano en que tenía vacaciones, sus ahorros del año los destinaba a a cursos. Después del primero en Puebla, volvió, pero ya un poco más grande, a otros en Cuernavaca, Puebla, Querétaro, Hermosillo, en los que ha hecho grandes amigos.
Gana en concurso internacional
Pero su más grande aventura fue en 2012, cuando fue a Perú y participó en el Primer Concurso Internacional Latinoamericano de Clarinete Bajo.
"En Facebook un amigo publicó un evento de un Encuentro de Clarinetes que había en Perú y dentro de ese encuentro, el primer concurso de clarinete bajo, me interesó mucho porque es un instrumento muy especial, es más grande que el clarinete. Me contacté con el organizador, me mandó partituras de concurso estuve ensayando, ahorrando", comenta.
"Más ahorrando que ensayando", dice entre bromas, "pero la escuela me apoyó, el Isic, el Instituto Municipal de Cultura, el Instituto Sinaloense de la Juventud y el Municipal de la Juventud y junté para comprar vuelo redondo, gastos de comida, inscripción de concurso, estancia y uno que otro recuerdito".
Y aunque ya era mayor de edad en ese entonces, a su mamá le preocupaba que viajara solo y tan lejos,
"Le dije que el evento era en Miraflores, uno de los lugares más bonitos y seguros de Perú, que tenía muchas ganas de entrar al concurso y me apoyó".
Fueron cinco días de ir a clases magistrales, conferencias, recitales de los maestros del concurso, un ensamble de todos los clarinetistas del encuentro y preparación para el concurso.
En el concurso tocó dos piezas: Monólogo para clarinete bajo solo del compositor coreano Isang Yun, y una pieza para Clarinete bajo y electrónicos, del compositor neyorkino Michael Owens.
Fueron cinco clarinetistas bajos, dos de Perú, dos de Colombia y sólo él como mexicano, logrando el Tercer lugar con Mención honorífica.
"El premio me sirvió para superarme, seguir adelante, porque dije 'esto me encanta, es lo mío', y para que mis papás sintieran que estoy trabajando".
El 2012 fue un gran año para José Ignacio.
"Me gustó mucho porque primero fui a Perú al Concurso, que fue en septiembre, y en octubre era el Festival Cervantino, cuando Sinaloa era estado invitado y la Banda Sinfónica Juvenil fue a dar conciertos en León y Guanajuato".
Cada obra, como un libro
Hijo de padre ingeniero agrónomo y madre dedicada a la enfermería, en la familia de José Ignacio se ha tenido el gusto por la música, aunque fue músico de formación.
"Mi papá estudió un poco de flauta en la escuela de música de la UAS, pero la dejó y mi abuelo tocaba un poco la guitarra, mi abuela cantaba".
Ahora, cuando de espectadores en sus conciertos, a José Ignacio le emociona.
"Siento que les brillan los ojos, siempre tratan de estar en los conciertos y cuando van son mis fans, cuando termina el concierto y están aplaudiendo, no sólo a mí sino a la música, ellos encantados de la vida".
Cuando tiene una obra nueva, José Ignacio toma la partitura. La lee como si fuera un libro, luego toma el instrumento y poco voy estudiando la pieza, ya que la estudié solo, sigo con la banda u orquesta. Cuando me escucho y a toda la orquesta, es un regocijo, siento que este es mi lugar.
La primera vez que participó en la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, lo hizo como extra, cuando tenía 18 años. Pero trabajó tan bien, que lo siguieron invitando.
Al entrar a la licenciatura, hace cuatro años, uno de los clarinetistas de la OSSLA renunció y lo invitaron a integrarse de manera formal.
Fueron tres años y medio en los que tocó de todo: clásicos, rock, videojuegos, películas.
"Nací con la Banda Sinfónica pero me encantaría en un futuro tocar con Orquesta".
El sonido del clarinete bajo
José Ignacio Campos Gómez estaba en secundaria y tenía algunos 15 años cuando vio al maestro Baltazar Hernández armando un instrumento.
"Trajo un estuche y estuvo armándolo, pero no le hallaba forma, cuando terminó de armarlo me mostró un instrumentote, muy diferente a lo que había visto antes, y dijo 'Ocupo que alguien toque este instrumento, quién se apunta'... y dije Yo", rememora.
"Era el clarinete bajo, me lo dio y quise sacar sonido y batallé mucho, pero una vez que le saqué sonido, vibró todo el piso porque es un sonido muy grave. Me encantó."
PARA SABER
José Ignacio Campos Gómez terminó el año pasado la Licenciatura en Música y está en camino a su concierto de titulación.
Sus compositores favoritos son Silvestre Revueltas e Igor Stravinsky.
"El arte es ingeniería para el alma y tiene mucha razón, pero no sólo te llena de conocimiento, también es alimento para el alma".
José Ignacio Campos Gómez
Clarinetista