Carlos Páez narra emotiva charla sobre el suceso de los Andes
La esperanza de ver a sus padres y el confiar en Dios, aunado a que cada uno de los involucrados asumió el rol con entereza y mucha actitud, fue clave para que pudieran salir de los Andes.
Así lo contó Carlitos Páez, en una charla denominada “Una historia de supervivencia en Los Andes”, que tuvo lugar en el Centro de Convenciones y que fue organizada por Grupo Alerta.
Él narró los hechos, esos hechos que fueron suyos, porque fue su mirada y oídos lo que plasmaron en su mente los acontecimientos de aquel suceso que lo marcó de por vida: El vuelo que se estrelló el 13 de octubre de 1972 en la Cordillera de los Andes.
La intensa historia de la tragedia de los Andes sobre 45 personas que viajaban de Montevideo, Uruguay, a Santiago de Chile, sigue siendo un gran ejemplo de lucha por la vida.
Este suceso marcó la vida de los 16 supervivientes del vuelo 571 hasta el día de hoy, más de 51 años después.
Todo ocurrió cuando un avión Fairchild FH-227D transportaba a un grupo de jóvenes de un equipo de rugby escolar uruguayo, acompañados por sus familiares y amigos, a un partido en la capital chilena. En pleno viaje, el avión se estrelló en la cordillera de los Andes, a 1.2 kilómetros de la frontera con Chile, concretamente en el Valle de las Lágrimas, en la provincia de Mendoza, Argentina.
El exponente al subir el escenario, después de que apareció entre el público, inició su charla con la frase de San Francisco de Asís “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”, una frase que refleja una filosofía de vida basada en la perseverancia y la fe, y que dijo, fue lo que exactamente realizaron los sobrevivientes.
“El derecho a la vida siempre he dicho es lo más importante que el ser humano tiene y el hecho de volver a tu casa, con tu familia, es lo primordial”, comentó a su llegada.
“Me preguntan, por qué yo doy muchas conferencias, ¿Qué por qué está tan vigente si es una historia antigua?, es una historia que tiene 51 años, y sigue tan vigente y a veces me preguntó ¿por qué?, y saben por qué, porque es una historia extraordinaria, protagonizada por gente bien y común, cualquiera de ustedes pudo haber estado ese día, no es un mérito mío, es un mérito del ser humano común...yo era un chico, un junior, que no servía para nada, tenía 18 años, tenía tinieblas, era quien tomaba el desayuno en la cama, me la vivía viajando, en mi País es cómo si dijera la vive de chiste, y de repente me encontrase a 4 mil 200 metros de altura, a 25 grados bajo cero, y cómo le explicó a alguien de Mazatlán que vive a 25 sobre cero todo el tiempo esto”, lo que hizo reír a los ahí presentes.
El ser humano, comentó, unido hace cosas extraordinarias, cosas que tal vez nunca pasaron por su mente.
“Unidos con un mismo objetivo pudimos salir adelante...empezamos haciendo lo necesario, luego lo posible y terminamos haciendo lo imposible...cada uno de nosotros tomamos con mucha actitud nuestro rol, había un estudiante de ingeniería que intentó arreglar el radio y fue un intento fallido, un grupo de estudiantes de medicina, que asumir también su rol, y así todos, fue un trabajo en equipo, de mucha actitud ”, dijo.
Para que los presentes tuvieron una idea global de qué fue lo que sucedió en esa cordillera, el ponente proyectó un video en el que se apreciaron imágenes de lo vivido y de las decisiones que se tuvieron que tomar para sobrevivir, que fue el alimentarse de los fallecidos una vez que ya no contaron con alimento.
“Quiero que traten de ver esta historia de ese chico de 18 años, y no a la persona de hoy...todo lo proyectado en las tres películas, es cierto, todo lo que se vivió ahí...en 10 días no comimos absolutamente nada, y justamente cuando nos enteramos de que no nos buscarían más eso precipitaba el tomar decisiones...y esto fue porque teníamos el más sagrado de los derechos, el derecho a la vida”, dijo.
Así narró desde su perspectiva desde el momento en que para él aparecieron esos símbolos o señales como él le llama que lo mantienen hoy vivo.
Uno de ellos fue el momento cuando iban el avión y le cambió el asiento a uno de sus compañeros, esa acción lo tiene hoy con vida; cuando al momento del impacto puso su cabeza entre sus brazos y rezó una Ave María; cuando cumplió años su padre y él buscó salir a la superficie de la parte del avión en el que estaban resguardados, luego de que una avalancha los pusiera bajo la nieve, y volteó al cielo pidiendo volver a verlo, hasta cuando vio a Nando Parrada, uno de los que realizó el recorrido para pedir auxilio con el zapatito rojo que le había dejado a él y que le había prometido que regresaría para volver a juntarlos.
Comentó que la madre de Nando Parrado compró en la escala de Mendoza unos zapatitos rojos de bebé para su nieto. Cuando Nando partió en la última expedición se llevó uno de los dos zapatitos, y le dijo que regresaría para coger el otro y llevarle el par a su sobrino, así como también cuando le dijo “Si no vuelvo, podéis alimentaros de mi madre y hermana”.
También narró una anécdota curiosa al contar que dos de sus compañeros, Javier Methol y Pancho Abal, trabajaban para compañía de tabacos y habían ido cargados de cartones, por que el tabaco nunca les faltó durante su estancia en los Andes.
Al final, el público reconoció el testimonio de fuerza de voluntad y superación del ponente con sus aplausos, en tanto que Rodolfo Madero, líder del Grupo Alerta, subió al escenario a felicitarlo y mostrarle la admiración de todos los presentes.
Las cartas de Carlos Páez Vilaró
En la reunión, Carlitos Páez contó que su padre Carlos Páez Vilaró, envió a través de uno de los andinistas que viajaban en el helicóptero de rescate, unas cartas para los muchachos.
La primera era para todos los supervivientes:
“Anímense y tengan confianza. Les mando unos helicópteros como regalo de Navidad.”
La segunda era para su hijo Carlos:
“Como verás, siempre estuve pendiente de ti. Te espero con más confianza en Dios que nunca. Mamá está en camino con dirección a Chile. El viejo”.