Abre Enrique Diemecke la ventana a la gran música
En cada concierto, el director de orquesta mexicano Enrique Diemecke hace un gesto que muchos han notado, y es abrir los brazos con algo de “violencia”, lanzando un chasquido, que algunos han interpretado como pedantería, pero que en realidad se inspira en su padre.
Y es que, compartió el director de orquesta, aquel acto de su padre de abrir aquella ventana de su casa en Monterrey, era para que la música de los grandes autores que escuchaban saliera y fuera compartida con el gran público.
Al presentar el libro “Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler (Edit. Siglo XXI, 2020)”, del escritor y poeta José Ángel Leyva, recordó que, en Monterrey, donde su papá fundó la orquesta, vivían en una casita donde ensayaba el cuarteto que integraba con sus hermanos.
“Había mucha luz porque lo primero que hacía mi padre era abrir una ventana y la gente pasaba por la calle y se detenía a escuchar, y eso lo hacía para que aprendiéramos a tocar en público, a no distraernos”.
Fue allá, dijo ante el público que se reunió en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, cuando un señor que se paró a escucharlos, les regaló su primer acetato con música clásica.
“Pero no teníamos tocadiscos, y allá vamos a la tienda a comprar un tocadiscos, y además unos cuantos discos. Elegimos cuatro que había de música clásica, pero de repente una de mis hermanas encontró otro, de jóvenes como nosotros, y tráetelo. Ya en casa empezamos a escuchar, el Lago de los Cisnes, La Trucha, y estábamos enamorados de lo que oíamos”, recordó.
“Solo nos faltaba el cuarteto y al ponerlo, se oyeron unas guitarras totalmente destempladas que pensamos que se había descompuesto el tocadiscos y empiezan a cantar: Hey Jude. Y nosotros, que no conocíamos al grupo, viendo a mi hermana: ‘Es que aquí dice Cuarteto de Liverpool’”.
La charla fue previa a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes en los que el maestro Diemecke es director huésped, con el programa Shostakovich in memoriam, a 50 años de su muerte.
El compositor expresó que José Ángel Leyva es su amigo, y “en tantas pláticas que teníamos, él iba anotando cosas en su libreta y de repente un día me propuso que escribiera mi biografía, pero le dije que nunca lo haría porque no soy escritor, no conozco la narrativa, la sintaxis ni el ritmo que debe tener un libro, y me propuso escribirlo él usando nuestras charlas y empezó a organizarlo”, comentó.
“Empezamos a hablar más, y entonces organizó el libro en once capítulos, y eligió ese título, e incluyó al compositor Gustav Mahler en el título, porque en todas las charlas mencionaba mucho a Mahler, con cuya música, dijo, tengo gran afinidad porque he tocado casi toda su música, y he tocado casi todas sus sinfonías en diversos países, menos la octava, porque es más complicada pues lleva muchos coros y muchos solistas y la logística de ensayos es la más problemática”.
Dijo que cada uno de los capítulos trata de su vida.
“Una vida que nace en un hogar de músicos, con mi padre que era chelista y maestro de instrumentos, sabía tocar todas las cuerdas y los alientos, y nos enseñó a sus ocho hijos. Yo soy el cuarto de ocho, y el más chico de la primera camada, era yo, con mis hermanas mayores, la primera tocaba el chelo, la segunda la viola, otro el violín y yo el segundo violín”, precisó.
“En algún momento le pregunté por qué segundo violín siempre, me dijo que, porque era el lugar perfecto para entender, comprender y apreciar la música, en toda su integridad, porque desde ahí interactuaba con los otros instrumentos”.
Recordó que su padre le decía que era muy complicado ser director de orquesta.
“Necesitas tocar muchos instrumentos, saber mucha historia de la música, mucha teoría, etcétera. ‘Pues enséñame, le dije, tengo siete años’, y de ahí empecé a tocar el violín, el clarinete y el piano, pero cuando llegué al corno mi padre no quería. Pero yo terco, porque me había enamorado del corno; me parecía el instrumento con más vigor y sutileza, el más versátil y el más difícil, porque todo lo que el corno toca, se oye. Por eso se dice que el corno pifia más que los otros instrumentos, porque se nota más, por lo que tienes que aprender a dominarlo”.
“Finalmente, me enseñó y cuando me fui a Estados Unidos, era concertino de la orquesta y a la vez era primer corno, pero yo escogía lo que quería tocar, y si en una pieza venía un solo de corno, ahí quería estar. Ahí aprendí a amar a Mahler, cuando oí los sonidos de su Primera Sinfonía, tocando esa fabulosa fanfarria, me dije ‘eso tengo que tocar”, dijo, interpretando vocalmente algunas partes emblemáticas del corno en las sinfonías de Mahler.