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Violencia

Una lluvia de balas impidió que don Guadalupe regresara a su hogar en El Trébol I

Don Guadalupe Mancilla Sandoval quedó en medio del fuego cruzado entre presuntos gatilleros y elementos de la Sedena el pasado jueves en El Trébol I, en Escuinapa

EL TRÉBOL I, Escuinapa. _ Cuando salió a revisar sus canoas a la marisma, don Guadalupe Mancilla Sandoval no pensó que a su regreso quedaría en el fuego cruzado entre presuntos gatilleros y elementos de la Sedena, menos que la huella del rozón de una bala quedará sobre su sombrero.

En 80 años de su vida, jamás había tenido una experiencia similar, que dejó temblando sus piernas hasta el día de hoy pero su motivación para regresar a casa era su esposa e hijos, indica.

“Me fui a cambiar unas canoas que tengo en la marisma, las quise cambiar de lugar, cuando venía, me puse a cortar quelite, por ahí por la carretera, cuando oí la ‘tronata’, pensé ‘hijo la chin...se están quemando los cables de la luz” expresa don Lupe.

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Al voltear se dio cuenta que no eran los cables de alta tensión, sino balas de verdad, justo en su pueblo, al que llegó a vivir hace más de 50 años, manifiesta.

Buscó resguardarse en un árbol de guásima, que está entre las huertas de mango, dejó su bicicleta a un lado, cuando empezó a escuchar que las balas no cesaban, que se había convertido en una lluvia que caía del cielo.

“Estaba parado, pegado a la guásima cuando sentí que algo rozaba el sombrero, pegó la bala, es que eran tantas balas que parecía que estaba lloviendo sobre los mangos, se escuchaba como cuando cae un aguacero sobre las hojas”, relata.

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El follaje de los árboles se convirtió en su escudo, pero buscó salir de la zona, ya era un milagro estar vivo, pero no quería estar en el mismo lugar y esperar ceder ante la lluvia de plomo, por lo que arrastrándose siguió el camino por el arroyo.

Al llegar a otro punto de la carretera, se encontró a militares que le impidieron el paso y las balas ya no venían del ‘cielo’, precisa, parecían lanzadas de manera horizontal por lo que se tiró y siguió avanzando por el monte, dejándose caer en una alcantarilla.

“Los zapatos se me acabaron, pero me acordaba de la mujer (su esposa) que esta ‘mala’ del corazón, no quería que me ‘doblaran’(matarlo) ahí, quedarme, salí como pude por las tierras aradas para llegar”, señala.

Entre las parcelas, pudo ver el helicóptero de la Marina, solo pensó en que no le dispararan, pero siguió caminando, sin dejar su bicicleta, con ella a un lado, indica.

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“Nunca había escuchado tantas balas, pensé ‘a ver si no se me para la máquina’, sí tiene uno miedo, se escuchan las balas zum, zum, zumbaban, me acuerdo de estar bajo los mangos que parecía aguacero cayendo a las hojas, así como suenan las gotas en los palos, las ‘patas’ todavía me tiemblan”, expresa.

Salió de su casa a las 7:30 de la mañana y regresó hasta las 15:00 horas, encontró a su esposa e hijos rezando porque no sabían de él, afortunadamente pudo regresar a casa, aunque todavía se siente impresionado por el hecho y por haber sobrevivido a esa lluvia de balas.

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