Escuinapa y el dolor que provocó la pandemia de Covid
ESCUINAPA._ El verano de 2021 dejó llanto, dolor y tristeza entre las familias escuinapenses.
Caracterizado por ser un pueblo alegre, las fiestas y las sonrisas de sus habitantes se sumergieron en escenas de luto por el Covid-19.
Más de 100 decesos a consecuencia del coronavirus dejaron a Escuinapa atemorizado.
‘VIEJOS CHULOS’
Lili enfermó de Covid-19 junto con sus papás, los tres presentaron estado grave, con saturación baja de oxígeno y con un diagnóstico médico reservado, ella fue la primera en ser hospitalizada, los otros ingresaron después y no volvieron a casa.
Martha Eloísa Moreno Andrade, maestra de la UAS, y José Antonio Jacobo Gómez, policía municipal, sus padres, se habían conocido 13 años antes, en un baile, y después coincidieron en el mismo trabajo: Dirección de Seguridad Pública Municipal.
El gusto por el baile, por la fiesta, los unió, de tal manera que no se veían uno sin el otro, precisa Lili.
“Eran súper alegres, estuvieron juntos 13 años, siempre decían que si uno se moría primero, el otro lo seguiría rápido, no se imaginaban el uno sin el otro y así fue... aunque aquí (en casa) no podemos asimilar de no verlos bailar de nuevo”, expresa.
Martha, de 46 años, y José Antonio, de 42, tenían un apodo entre ellos, se denominaban ‘Viejo chulo’ o ‘Vieja chula’, era algo que conocían sus familiares y amigos más cercanos.
Cuando José Antonio empezó a estar enfermo en julio, Martha decidió hacerse cargo, no pensaba que se agravaría, consideraba que podían salir adelante, por lo que se quedaron encerrados en casa, con el tratamiento para Covid-19.
Lili se encargaba de hacerles llegar comida, pero también enfermó de manera grave, pues tuvo que ser ingresada al Hospital General, llevando una saturación de oxigeno de 70.
Martha se preocupaba, pero en videollamada le manifestó que le echara ganas, pues sus hijos la estaban esperando, fue la última vez que pudieron hablar, manifiesta.
Al día siguiente Martha y José Antonio fueron ingresados al Hospital General, ahí los identificó el personal de salud como “los esposos”, quienes se gritaban uno al otro para saber cómo estaban.
“Mi mamá le gritaba ‘Viejo, ¿cómo estás?’; él respondía ‘Bien, Vieja chula’. Un día él ya no respondió, pero a ella le dijeron que él había mejorado y lo habían cambiado de área, pero él había fallecido y creo que ella sí lo supo”, señala Lili.
José Antonio murió el 25 de julio, y Martha, quien había estado bien de salud y en franca mejoría, mandó un recado a sus familiares pidiendo ropa, talco y fruta el 27 de julio por la noche.
Sin embargo, la madrugada del 28 de julio, Martha falleció.
Hoy intentan salir adelante, dice su hija Lili, extrañan a la mamá, a la abuela consentidora, a la pelirroja apasionada por el baile, los abrazos y los besos, pero también pusieron luces en casa, tienen que celebrar la vida, como ellos lo hacían.
DEYSI Y ADELA
Deysi Mariel fue el primer amor que como madre conoció Adela Zavala, conocía sus miedos, sus fortalezas, y aunque dos hijas más la apoyaban en casa, la tristeza por la partida de Deysi se la llevó a su lado.
“Deysi era muy litigiosa, se cuidaba mucho, mucho, nos regañaba cuando salíamos, tenía spray desinfectante para ponerle a todo, le tenía pavor al Covid-19”, expresa Kayra Arenas.
Cuando Deysi enfermó, no parecía grave, respondía al tratamiento, todo iba bien, o al menos eso parecía, la falta de oxígeno en venta y medicamentos los llevó, sin embargo, a tomar la decisión de hospitalizarla, estaba ya la crisis en el municipio por el número de enfermos.
Dentro del Hospital General donde era atendida, se hablaba de que mejoraba, habían pasado 15 días, cuando el estado de Deysi paso a ser crítico, estaba cansada, hubo la oportunidad de una videollamada y se enlazaron, querían darle ánimo, decirle que ahí estaban esperándola.
“Hablamos con ella una noche antes, ella nos dio las gracias por todo lo que habíamos hecho, mi mamá no quiso hablar... Deysi murió al día siguiente, fue como si hubiera esperado vernos para morir”, expresa.
Era 18 de julio, el mundo les cambió, la tristeza llegó a casa, expresa, su mamá había estado enferma de Covid-19, asintomática al parecer, a ella no la venció el virus, sino la tristeza, explica.
“Ella estaba deprimida, deprimida, su oxigenación bajaba por eso, no tenía dolor, gripa, ni tos, ya no quiso comer, nos decía que solo quería descansar y se fue”, señala.
Ellas eran alegría en casa, bailadoras, sociables, platicadoras, su mamá era apegada a todas las hijas, pendiente siempre de cómo estaban y ahí en casa sigue la fotografía de esa celebración de los 60 años de Adela, donde las dos sonríen, con eso se quedan, porque el amor no se fue, se hizo eterno.
LOS HERMANOS URIAS PACHECO
En casa de los descendientes de los Urías Pacheco hay una fotografía que muestra a ocho hermanos sonrientes, felices, compartiendo tal vez una tarde, sumando anécdotas.
Ahí, con vestido está Raquel Urías Pacheco, abrazando al menor de sus hermanos, Moisés, cerca también están Joel y Efraín.
“Mi mamá era alegre, cariñosa, servicial, atenta, muy platicadora, decía que era la ‘buenona’ mayor”, expresa su hija, la locutora Gisela Olivo ‘La Buenona”.
En 2020, cuando ella enfermó de Covid-19, su mamá se hizo cargo de ella, buscaba aliviarla con tés, medicamentos, no imaginaban que el 2021 sería un año difícil como familia, y que perderían físicamente a tantas personas que amaban.
El primero en sucumbir ante el Covid-19 fue el menor de los Urías Pacheco, Moisés.
Ese fin de semana su salud empezó a agravarse, los tanques de oxígeno estaban listos en casa, sus hermanos pendientes de mamá, explica Gisela, dando los tés, la madrugada del 19 se durmió y no despertó.
El 31 de julio Joel, quien también había enfermado, murió en casa y el 12 de agosto, Efraín, el mayor de los hermanos, un duelo que no superan, manifiesta.
Esta familia de ocho hermanos, se quedó con cuatro.
La canción “Amor eterno”, que le gustaba a doña Raquel para recordar a su madre, quien falleció cuando era pequeña, hoy suena para recordarla a ella, para buscar el sabor de sus donas en las recetas que dejó en casa, para seguir encontrando anécdotas que los hagan sentirla tan viva, como el día que les tocó despedirla.