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Una mujer como pocas

Doña Lola, una heroína de Escuinapa hace más de 50 años

Doña Dolores Osuna Murúa fue la encargada de ayudar en sofocar un incendio en la gasolinera de su propiedad, hace muchos años, por lo que es recordada como la mujer que salvó la ciudad

ESCUINAPA._ Era probablemente una tarde de septiembre de hace más de 50 años, la avenida principal tenía el bullicio de la gente transitar, cuando la alarma llegó, la gasolinera de Doña Lola o “La Viuda”, como también era llamada, se estaba quemando.

Un cerillo de alguien que fumaba cayó en el sitio mientras una pipa con combustible era descargada, las llamas rápidamente empezaron en el negocio que la mujer había iniciado después de enviudar.

Mientras las llamas se elevaban, las familias de la ciudad daban la alerta para huir, era correr con sus hijos a los cerros de Pueblo Nuevo, la salida a la vía o la salida sur hacía la Capilla del Gallo.

Frente a la gasolinera de Doña Dolores Osuna Murúa se ubicaba la tortillería de Luciano López, con grandes tanques de gas para dar el servicio, todo estaba conjugado para ser una tragedia, relatan quienes vivieron el momento.

$!Doña Lola, una heroína de Escuinapa hace más de 50 años

Sin cuerpos de auxilio como Bomberos o alguien que pudiera parar el hecho, mientras el miedo abundaba entre los hombres, Doña Lola, “La Viuda”, la mujer que al quedarse sin esposo tomó el carácter para formar sus negocios, decidió actuar.

Se metió entre las llamas para cerrar las válvulas que impidieran el paso del fuego a los contenedores subterráneos, los Bomberos de Mazatlán ya habían sido llamados, pero era algo que no se podía esperar.

“Se metió entre el fuego para jalar la manguera que iba hacía el tanque subterráneo, se quemó manos y pies, quemaduras de tercer grado que la mantuvieron hospitalizada, pero de no haber actuado, iba a explotar la ciudad”, recuerda su nieta, Lupita Crespo.

Recuerda que Doña Lola era una mujer estricta, tuvo que asumir el carácter fuerte y de ir hacia adelante cuando de 27 años quedó viuda, con tres hijos, en un municipio donde prevalecía la labor de los hombres, ella tuvo que aprender a crear e impulsar lo que pudiera llevar a buen puerto a su familia.

Ese día del percance, alcanzó a observar a quien fumaba, le llamó la atención porque justamente se estaba descargando combustible, éste le dijo: “Doña Lola, no pasa nada”, al tirar el cerillo, el fuego se apoderó del sitio.

El salvar a su pueblo la llevó a padecer problemas de salud hasta que murió a los 86 años, tenía sensibilidad extrema en sus piernas y brazos, le salían abscesos benignos, pero que tenían que ser curados por su nieto el Doctor Sergio Crespo.

El hecho la marco físicamente y moralmente, la gasolinera fue pérdida total, se tuvo que volver a reconstruir todo y así lo hizo en compañía de sus hijos Gloria, Martha y Luis Lorenzo.

“En ese tiempo mi tío Luis Lorenzo le dijo que volverían a reconstruir todo y así fue, la recuerdo mucho a ella y a mi madre (Martha) como mujeres emprendedoras, de esos modelos a seguir, luchonas, con valores intachables”, expresa Lupita.

Eran épocas difíciles, donde se tenían que tener intachables las expendedoras de combustible de Pemex, cualquier acto que no les pareciera podría ser motivo de sanciones.

En alguna ocasión alguien le manifestó que porque no consideraba dar “mordidas” si encontraban algo fuera de lugar, ella simplemente respondió que lo mejor era hacer las cosas bien y así evitaría caer en ese tipo de acciones.

“A ella le gustaba tener todo impecable, los baños eran de una limpieza extrema, tenían que estar olorosos e impecables, ella se iba a trabajar desde las 8 de la mañana y salía a las 8 de la noche, barría, nos llevaba a mi hermano y a mí para enseñarnos las cosas”, señala.

Doña Lola llegó a estudiar solo secundaria, pasar a más era algo que se les negaba entonces a las mujeres, pero buscó lo mejor para sus hijos, Luis Lorenzo, incluso, llegó al Tec de Monterrey para prepararse, todo resultado del trabajo que realizaba.

Cuando tenía 67 u 68 años decidió vender la concesión de la gasolinera, jubilarse, para descansar de ese trabajo de lunes a sábado de 8 a 8, se fue a casa, pues consideraba que los negocios implicaban estar siempre al pendiente, recuerda.

Ya había cumplido como madre, sus hijos tenían un camino labrado, el trabajo había sido suficiente, pero su recuerdo aun está entre los escuinapenses que la conocieron, como una mujer de aspecto elegante, impecable en su vestir, con porte de mujer fuerte.

Y queda también los vestigios de esa gasolinera, ahí entre las calles Miguel Hidalgo y Morelos, quedan las huellas de una mujer que venciendo sus miedos creo negocios, pero también salvó a un pueblo de una tragedia.