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LGBTQ+

Brandy Marthell busca educar y sensibilizar por los derechos de la comunidad LGBTQ+ en Escuinapa

La activista escuinapense narra su proceso de transformación, la lucha por aceptarse y ser aceptada, y su forma de apoyo a la comunidad

ESCUINAPA._ La lucha por hacer valer los derechos que la ley da no es fácil, pero tampoco imposible, ir educando en que respeten tu identidad es una labor que poco a poco tiene que ir sensibilizando, señala Brandy Marthell Barrón Figueroa.

La activista de la comunidad LGBTQ+ no solo pugna por el respeto de las personas por ser lo que desean ser, sino que lo lleva a la práctica, por ello, en cuanto se aprobó la ley de identidad, decidió hacer los trámites para tener el nombre y la identidad que tantos años deseó.

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“Creo que soy la única que ha hecho el trámite en el municipio y este año ya voté con el nombre que decidí al tener ese cambio de identidad, ya voté como Brandy Marthell Barrón Figueroa”, expresa.

Marthell, como es más conocida, tiene una amplia experiencia en el mundo del estilismo y aunque algunos años salió del municipio, regresó hace tiempo para estar con sus padres, pero también para trabajar y poner en práctica el enseñar a respetar a las personas, sin importar sus preferencias.

Vencer sus propios miedos

Llegar hasta donde lo ha hecho hoy no fue un camino fácil, primero tuvo que encontrarse ella misma, para desde eso vencer sus propios miedos, para poder estar con su familia como Marthell.

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“No es difícil el proceso (del cambio de identidad), es difícil tomar la decisión, cambiar toda la documentación, de niño a niña, creo que he luchado por mis derechos, por los de la comunidad en general, el movimiento tiene poco, pero gracias a Dios vamos avanzando”.

Relata y se emociona al recordar por todo lo que ha pasado para poder llegar a donde está, para estar al frente de una comunidad en la que no están todos de acuerdo o quienes no han contado siempre con el respaldo a veces ni de su familia.

“Por qué no he pasado, me llega el sentimiento, ha sido largo el camino, aceptarme primero como homosexual, salir del clóset, tanto para mí como para mi familia. En la familia no te dan un libro, eres niño o eres niña, punto, ahí no hay puntos intermedios, no te dan un cuaderno que te digan vas a tratar a un hijo de la comunidad gay o cómo lo vas a tratar, debes ir luchando por tu orientación sin dañar a terceras personas”, expresa.

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Marthell indica que afortunadamente se avanza en el tema de que tener una orientación no es una enfermedad, es algo con lo que se nace. En su caso recuerda que desde niño lo sabía, pero su núcleo familiar era cerrado por temas sociales o religiosos.

De un lado de la familia eran machistas, de otro eran cristianos, no encajaba, siempre buscaba agradarlos, pero no era feliz, era lo que querían que fuera, pero su persona no estaba contenta con eso, pues cumplía con los demás, pero no con ella misma.

Encuentra su ‘hada madrina’

En ese camino, a que a veces parecía tortuoso, conoce a su mejor amiga, a quien llama su ‘hada madrina’ Hazel, una activista de Mazatlán. En ella encontró lo que realmente le gustaba, pues, aunque ya tenía un grupo de amigos con su misma orientación sexual, sentía que no encajaba, y con Hazel encontró también una forma de hacer y ser por la comunidad.

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Hazel ya vivía como mujer, ya había hecho la transición y era el tiempo en que no se hablaba de transexuales, es cuando decide que es lo que ella quiere también. Tenía 28 años, tal vez había esperado demasiado tiempo, pero no era tarde para encontrarse ella misma, indica.

“Dios me dio una fisonomía masculina que he ido modificando poco a poco, pero no lo hago con el fin de agradarle a nadie, sino a mí. Lo veo como un árbol de Navidad, si algo no te gusta, lo cambias, le quitas. Soy feliz como estoy, al estar así yo soy feliz”.

Ayudar a otros de la comunidad

Se corren riesgos en esos cambios, con las cirugías, con los tratamientos, pero en su caso decidió hacerlo porque lo quería de esa manera, indica, pero también no podía cambiar solo en su aspecto físico, había que estar buscando cómo otras personas de la comunidad también fueran felices.

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Y empezó a participar en actividades que dignifiquen a quienes tienen esta orientación, a buscar que se les respete, que se eduque a la sociedad, que no se mofen de ello cuando pasan por la calle, que merecen respeto, no que se les silbe como en burla.

Ella que a veces transita por las calles del municipio con ropa entallada o tacones altos y al principio recibía algunos ‘silbidos’, pero después de algunos años, considera que la gente ha aprendido a que es respeto lo que también merecen y la ven caminar sin tener ese morbo, sin decir nada.

“Me preocupo por la comunidad, quisiera que fuera más unida, no solo es marchar y hacer fiesta, hay que tocar puertas para que se cumplan los derechos”.

La activista manifiesta que sabe lo que son cada una de las personas de la comunidad, que necesitan trabajar más en ellos mismos es algo claro, pues a lo largo de sus vidas cada uno tiene experiencias distintas, cada quien vive su transición y aceptación de distinta manera.

No se compara con mujeres

Ella no se compara con las mujeres, no siente tampoco que sea una mujer ‘encerrada’ en un cuerpo de hombre, ella le hace honor a las mujeres, pero sabe de dónde viene y sabe qué es lo que quiere, no pretende ser algo que naturalmente no es.

“No soy una mujer biológica, ni me creo una mujer biológica, no tengo pensamiento que nací mujer en un cuerpo de hombre, no, soy una persona homosexual, no me podría comparar con mujeres, aunque tenga un papel femenino, yo no lo soy, sé de dónde vengo y a dónde voy.

“El género ya lo tengo, mi aparato reproductor estoy a gusto como estoy, mis genitales no cambian mi sexualidad ni mi preferencia”.