Zverev se lesiona y sale en silla de ruedas; Nadal va a la final de Roland Garros
PARÍS._ Rafael Nadal alcanzó este viernes su 14ª final de Roland Garros, y 30ª de Grand Slam, tras la retirada de Alexander Zverev, al que dominaba por 7-6(8), 6-6 en un duelo agónico cuando el alemán se torció su tobillo derecho.
En un pulso que superó las tres horas antes de completar los dos primeros parciales, el número 3 del ATP Rankings dijo adiós al segundo Grand Slam de la temporada de la manera más dolorosa posible.
Nadal buscará el domingo el Grand Slam número 22 de su carrera, intentando extender su plusmarca histórica como jugador más laureado de todos los tiempos. El mallorquín, a sus 36 años, se ha convertido en el segundo finalista más veterano en la historia del torneo e intentará convertirse en el campeón más longevo de siempre en la capital francesa.
“Es muy duro y triste por él. Estaba jugando un torneo increíble”, reconoció Nadal. “Es un gran amigo en el circuito, sé todo lo que está luchando por ganar un Grand Slam. Ha tenido muy mala suerte. Estoy seguro de que ganará varios grandes y sólo quiero desearle una pronta recuperación”.
La fuerza de Zverev se hizo patente desde el inicio. El alemán quebró el servicio de Nadal en el primer juego del partido y logró una posición que adora: imponer sus golpes de hierro con la presión añadida del marcador. Aunque las lluvias ralentizaron las condiciones del partido, Zverev empujó la pelota con una furia innata desde que salió del vestuario. Además de un rival notable, dueño del número en caso de ganar el torneo, Nadal se encontró una emboscada.
Con el techo de la Philippe Chatrier completamente cerrado, protegiendo el albero de la lluvia que azotaba París, la humedad del aire se multiplicó sobre la pista. En ese ambiente cargado goteó el cuerpo de Nadal, totalmente empapado al competir por el primer set. La humedad fue tal que en las visitas al banquillo el español hundía las manos en aserrín, fundamental para mejorar su agarre y no perder la raqueta en cada golpe.
Precisamente esa amenaza devoró la ventaja de Zverev en la primera manga. El alemán, un pegador colosal en el vestuario, conectó una dura derecha en la media pista que terminó con su raqueta en el suelo, la pelota en el limbo y el partido en riesgo. Si Zverev dominaba 4-2, en breve se vio con la manga igualada y hasta salvando tres pelotas de set en el décimo juego del partido.
El 13 veces campeón, que pedía más toallas en cada cambio de lado, buscó soluciones en un partido contra los elementos. Y contra los elementos, pudo Nadal. El español alcanzó el tiebreak tras sobrevivir a uno de los sets más dramáticos que se recuerdan y allí volvió a elevar el listón. Zverev dispuso de una ventaja de 6/2 en el desempate, pero se topó con una realidad: en París sigue viva la leyenda del español. Lo que sucedió a continuación va más allá del tenis.
Nadal escaló una pared imposible para anular cuatro pelotas de set consecutivas. Su resurrección fue absoluta en un tiebreak de golpes imposibles, incluyendo un impresionante passing shot de derecha en carrera que encendió a la grada. Aunque Zverev se zafó de otros dos puntos de set en una pelea magnífica, no pudo evitar el destino. El mallorquín resistió con el alma, hasta cerrar una muerte súbita de 18 puntos con otra derecha inenarrable desde más allá del pasillo de dobles.
“¡El agua de limón! ¡El agua de limón!”, reclamó Nadal en el banquillo cuando se reanudó la batalla y era preciso alimentar las fuerzas. El espíritu de supervivencia protagonizó el inicio del segundo set, donde cuatro roturas se sucedieron entre dos tenistas exprimidos por la humedad. La lentitud de la pista y la fatiga a ambos lados de la red, con puntos de hasta 44 golpes, hicieron mella en la altura del juego.
Zverev tomó la delantera calcando el marcador del primer set (4-2), remando en un encuentro competido a fuego lento. Las piernas pesaban, la pelota no corría y las imprecisiones se hicieron dueñas de un parcial agónico, donde el alemán entregó hasta en dos ocasiones su ventaja lanzando doble faltas con pelota de rotura. Ante esa oportunidad equilibró Nadal un pulso desde el barro, donde empezó a bastar con no pisar en falso.
El español logró alcanzar el 5-5 protegiendo su turno de servicio, algo que había sido imposible hasta ese momento en el set, y se lanzó a dominar una batalla desordenada como nunca. La Philippe Chatrier jaleaba un espectáculo con brillo puntual, pero repleto de ese espíritu indomable que enciende al graderío.
Entonces, al borde del desempate, se produjo un accidente fortuito: Zverev cayó al suelo tras doblarse su tobillo derecho. Entre llantos de dolor, el alemán abandonó la pista en una silla de ruedas camino de los vestuarios, donde evaluaron el alcance de lo sucedido. El jugador de Hamburgo regresó a la cancha en muletas para estrechar la mano del juez de silla y certificar su retirada del torneo.
“Ha sido un partido muy duro. Más de tres horas y ni siquiera hemos terminado el segundo set”, explicó Nadal. “Cuando él está jugando a este grandísimo nivel, es uno de los mayores desafíos en el circuito. Es complicado decir muchas cosas en esta situación. Para mí, estar en la final de Roland Garros de nuevo es un sueño, pero al mismo tiempo acabar de esta forma no es bonito. Verle llorando ahí es complicado, le deseo todo lo mejor”.
Nadal disputará la final de Roland Garros ante el noruego Casper Ruud que venció al croata Marin Cilic 3-6, 6-4, 6-2 y 6-2.
(Con información de ATP)