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La historia de los seleccionados del futbol mexicano y sus primeros mundiales

Aun cuando ya existía una sólida liga tapatía y ligas amateurs en varios estados mexicanos, el escaso desarrollo de estructuras futbolísticas nacionales, entre otras cosas, explica en gran parte que la selección se conformara sólo con jugadores que ahí se desempeñaban

MAZATLÁN._ A la primera Copa Mundial de Futbol, celebrada en Montevideo, Uruguay, en 1930, México llevó a 9 jugadores oriundos del Distrito Federal, 2 de Jalisco, 2 de Veracruz, 1 de Guanajuato y 1 de Sonora. De los otros 2 futbolistas no hay datos de su lugar de origen; sin embargo, los 17 jugadores se desempeñaban en las escuadras de la capital del país: América, Marte, Atlante y Necaxa.

En la Copa Mundial de 1930, cuando todavía no existía la Liga Mayor de Futbol la cual nacería en 1943, todos los seleccionados jugaban en equipos del Distrito Federal: América, Atlante, Necaxa y Marte, y de 17 jugadores convocados 10 eran nacidos en la capital.

Aun cuando ya existía una sólida liga tapatía y ligas amateurs en varios estados, como Puebla, Veracruz, Guanajuato e incluso en Sinaloa (Mazatlán) y varios estados más, el escaso desarrollo de estructuras futbolísticas nacionales, el limitado desarrollo de las vías de comunicación e información del país, así como el marcado centralismo en casi todas las esferas de la vida nacional que ejercía la capital mexicana explica en gran parte que la selección se conformara solo con jugadores que ahí se desempeñaban y que su origen fuera en más de un 50 por ciento en esta misma ciudad.

También es probable que en ese proceso influyera que, siendo el Distrito Federal la ciudad más poblada del territorio nacional, un millón, 029 mil , habitantes de poco más de 16 millones 500 mil del conjunto del país, contara con más futbolistas que cualquier otra entidad.

El futbol mexicano era aún muy joven, no se jugaba en varias de las ciudades capitales de los estados. El centralismo político se agudiza en México con la conformación del nuevo régimen cuando en 1929 se crea el PNR, primer antecedente del PRI, que perdura en el poder presidencial hasta el año 2000.

Como correlato del centralismo político también se constituyen otras dinámicas centralistas, tal y como sucedió con las representaciones mexicanas en competencias deportivas internacionales, las cuales, en su mayoría, se conformaban con deportistas del Distrito Federal.

En este contexto México volvería a jugar hasta 1950, después de no participar en los mundiales de 1934 y 1938. En 1942 y 1946 no hubo torneos debido a la Segunda Guerra Mundial, acontecida entre 1939 y 1945. Para entonces, México ya presentaba un crecimiento económico mayor que su crecimiento demográfico.

Para el mundial de 1950, segundo en el que incursionó México, ya habían pasado 17 años de que se fundara la primera Liga Mayor de futbol en la que participaban los clubes de Jalisco: Guadalajara, Atlas y Oro, lo cual se reflejó en el aumento de jugadores oriundos de ese estado con 6 por 9 del Distrito Federal. Tanto en términos futbolísticos como económicos, culturales, demográficos y políticos el Distrito Federal y Guadalajara se confirmaban como las dos principales ciudades de México.

En la Copa Mundial de 1950, celebrada en Brasil, pisaron la cancha 9 jugadores nacidos en el Distrito Federal, 6 de Jalisco, 3 de Guanajuato, 1 del Estado de México, 1 de Veracruz y 1 de Tamaulipas. En la escuadra nacional de este certamen se conoce una mayor diversidad en el origen de los jugadores, pero el predominio de las dos principales entidades del territorio y sus equipos continúa. Cinco años después empezaría la era del “Campeonísimo” Guadalajara. Sin embargo, Tamaulipas y Estado de México debutan con la Selección Nacional.

En el certamen celebrado en Suiza-1954, 11 seleccionados eran de Jalisco, 7 del Distrito Federal y 1 de Guanajuato. Aquí regresa la hegemonía casi absoluta del futbol jalisciense y capitalino, y lo mismo sucede en Suecia 1958, cuando 11 tricolores eran oriundos del DF, 9 de Jalisco y 1 de Guanajuato.

Cuando se disputó la Jules Rimet en Suecia-1958, torneo en el que México obtuvo su primer punto mundialista, el Distrito Federal, con 11 jugadores, y Jalisco con 9, acapararon los puestos en la Selección Nacional. Guanajuato sumó uno más. Dos años antes, en 1956, las Chivas habían iniciado su etapa campeonísima que los llevó a ganar 7 campeonatos de liga y varios trofeos más, lo cual se reflejaría en la composición de la oncena nacional.

Para el siguiente torneo mundial, en Chile 1962, Jalisco brindaría 14 jugadores, de ellos 7 fueron de las Chivas, más 3 del Atlas y 2 del Oro. El DF cedería 6, 2 del América, 3 del Necaxa y 1 del Atlante. Toluca incorporaría 2, el León 1, el Zacatepec 1 y el Monterrey 1 más.

Durante las copas mundiales de 1962 y 1966, celebradas en Chile e Inglaterra, respectivamente, Jalisco aportó 14 jugadores, el D.F. 6, Guanajuato1 y Guerrero 1 en cada ocasión. Esta fue la época de máximo resplandor de las Chivas, cuando se ganaron el mote de “Campeonísimo” y el club se convierte en la columna vertebral de la selección.

En la Copa Mundial de 1962 empezamos a ver una representación más diversa de la Selección por la procedencia del club. Jalisco y el DF aportan 20 jugadores y entre Guanajuato y Nuevo León 2 más, y como nunca antes 10 clubes contribuyen a la escuadra nacional. Ese año, Monterrey por primera vez aparece en un representativo mexicano. Este club apenas había ascendido a la Primera División Profesional en 1960 (Alberto Barrera-Enderle 2020). Una muestra del acendrado centralismo del altiplano del país de ese entonces y no tan solo de la capital es que cuando el Monterrey solicitó su ingreso a la Segunda División en 1952 todos los clubes se oponían porque decían que la ciudad regiomontana estaba muy lejos y era muy costoso trasladarse a ella A pesar de todo los Rayados lograron su incorporación ese año.

En 1966, cuando la Selección Mexicana jugó en Wembley, debido a que enfrentaba a la anfitriona Inglaterra, dos años antes de la celebración de los Juegos Olímpicos en nuestro país, Jalisco nuevamente aportó 14 jugadores, más 6 del DF, 1 de Guanajuato y 1 más de Guerrero. El efecto del “campeonísimo” Chivas se había prolongado hasta esa Copa Mundial. Una de las ciudades que más había crecido durante los años de alto crecimiento económico, conocido como “el Milagro Mexicano”, el cual empieza decaer en 1967, fue precisamente Guadalajara. Esta ciudad había generado los principales símbolos culturales del nacionalismo mexicano nacido con la revolución de 1910: el tequila, el mariachi, el charro y la charrería, y con las Chivas, a partir de mediados de los cincuenta, cuando el futbol ya es el deporte más practicado en México, las Chivas Rayadas. Acerca de esto escribe el antropólogo Andrés Fábregas Puig (2010, 11).

Las Chivas Rayadas completaron ese complejo de símbolos, tomando el lugar de la Selección Nacional que aparece solo cuando es la temporada del mundial de futbol o en los campeonatos internacionales. Pero en la cotidianidad de la vida popular, las Chivas Rayadas representaban al “equipo de puros mexicanos” que dejan la vida por el triunfo en las canchas.

Y si el nacionalismo mexicano había sido propagado por la Secretaría de Educación Pública a partir de 1922 a través de las escuelas públicas, mediante el cine y la radio, al inicio de la misma década de los veinte, empresas y gobierno lo habían llevado a todos los rincones del país. Con el inicio de la televisión en 1952, pero sobre todo con la transmisión de los juegos de futbol desde 1959 en el Altiplano, y en el resto del territorio a partir de 1967, el futbol se consolida como el deporte más popular de México.

El Mundial de Futbol de 1962 se transmitía diferido, a media noche, pero aun así tuvo cientos de miles de seguidores cuando jugaba la Selección Mexicana, que en ese año obtuvo su primer triunfo sobre Checoslovaquia, 3 a 1, quien ni más ni menos sería la subcampeona mundial. México había perdido dramáticamente, en el último minuto con España en su primer juego, y caído 2 a 0 ante el campeón Brasil en el segundo. Aun así, México había tenido un buen desempeño.

Con la transmisión en vivo del mundial inglés en 1966, el futbol ya despertaba pasiones en todo el territorio nacional, lo cual se confirmaría en 1968 cuando por primera vez los aficionados mexicanos salen a festejar un triunfo de la Selección mexicana al Ángel de la Independencia después de un triunfo sobre la escuadra verde-amarilla en el mismísimo Maracaná.

Sobre este suceso escribí en el libro Futbol, emigrantes y neonacionalismo (208, 409):

...el 29 de octubre de 1968 – a 27 días de la masacre de Tlatelolco- y dos después de que concluyeran los Juegos Olímpicos celebrados en México, los fanáticos del futbol se congregaron por primera vez en la historia en el Ángel de la Independencia para celebrar la victoria del equipo mexicano sobre la escuadra brasileña, la gran potencia mundial de ese deporte. A partir de entonces las victorias futbolísticas importantes de la Selección Nacional se empezaron a celebrar ante el símbolo de la Independencia mexicana. Tal celebración generada espontáneamente por los fanáticos, o quizá por imitación de lo que ya sucedía en otros países, donde se celebraba ante monumentos patrios, fue expandiéndose y adquiriendo características más complejas cuando el Estado y las empresas ligadas al futbol, en particular la televisión, se hicieron cómplices de la cultura de masas que veía en los futbolistas a los nuevos héroes populares, así fueran estos efímeros.

El sistema político, social y económico nacionalista de los años 20 a fines de los 70 no tan solo era profundamente centralista sino también férreamente autoritario. El Estado que surgió de la Revolución estableció que el partido hegemónico, el PRI, se identificara como el único representante, como la misma encarnación, de la Nación. Este partido, además del monopolio político, se había apropiado de los colores de la bandera y de todos los símbolos patrios. La inmensa mayoría de la población había asimilado ese imaginario. Sin embargo, ese monolito sufrió una severa fractura con el Movimiento Estudiantil de 1968, y la población empezó a buscar nuevos referentes de identidad nacional. Un gran sector de ellos, lo encontró en el futbol: las Chivas y la Selección Nacional. Por eso los festejos en el Ángel de la Independencia.