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Golazo de Memphis Depay y victoria del Atlético de Madrid

Los Colchoneros doblegan 3-1 al Granada, que puso en aprietos al club madridista

MADRID._ Cinco minutos después de haber concedido el 1-1, cuando las dudas sobrevolaban al Atlético de Madrid más allá de la hora de partido, surgió Memphis Depay con un golazo desde 25 metros, un derechazo imparable a la escuadra que calmó la rebelión del Granada y relanzó la victoria del conjunto de Diego Simeone, ganador a trompicones, con el miedo en el cuerpo por momentos, atrincherado al final, con una parada de Jan Oblak a Myrto Uzuni y con la sentencia de Llorente (3-1).

Suplente de inicio, entrado al campo al borde de la hora de juego, el delantero neerlandés es un futbolista diferente, por sus recursos, por su calidad y, sobre todo, por su pegada. Su eficacia está fuera de toda discusión. No hay mejor ejemplo de la convicción, la potencia, la colocación con la que conectó el golpe vencedor en el reestreno en el Metropolitano.

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Para eso compró el Atlético a Memphis en el pasado mercado de invierno. Frenado por las lesiones en el pasado semestre, goleador cuando ha estado disponible y lo ha requerido el conjunto madrileño, está llamado a ser un factor diferencial en el equipo actual de Diego Simeone. La demostración más evidente fue su zapatazo. Una maravilla de tres puntos.

Se avecina una buena competencia con Morata, que nunca desiste. Reclutado para el once por Simeone, ganador inicial en la competencia directa por la titularidad con Memphis, el atacante acaparó cada ocasión de la primera parte, cierto que contadas, esporádicas, hasta que marcó el gol que rompió el encuentro, frenado hasta entonces por el plan del Granada que contuvo durante casi todo el primer tiempo al bloque local, hasta que cometió un error.

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Así fue casi siempre. Hubo excepciones, todas con el atacante internacional español. En los primeros instantes, en la primera oportunidad, una bonita triangulación colectiva (única en todo el primer acto) que terminó con el remate de Morata a dos metros del gol, contra el portero Andre Ferreira; después, cuando no alcanzó a cabecear un centro desde la izquierda; y, finalmente, en la penúltima jugada del primer tiempo, cuando topó con el gol.

Azpilicueta, el único cortocircuito recurrente para el Granada con sus arrancadas (una con tiro incluido ya en el segundo tiempo), la colgó a la olla, pero su centro lo hizo bueno el despropósito con el hombro de Vallejo. Su despeje (o rebote) dejó solo a Morata en una posición inmejorable, solo, con la pelota controlada, de frente a la portería y al portero, al que batió raso con la derecha. De no haber tocado en Vallejo, habría sido fuera de juego.

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Era el minuto 49, el cuarto y último del tiempo añadido previo al intermedio; el alivio para el equipo madrileño, que jamás lo vio claro hasta entonces. Incluso Morata aún marcó otro tanto antes del descanso, anulado por una posición ilegal. Habría sido desmedido por lo visto sobre el terreno hasta entonces. Demasiado para el Atlético o para el Granada, que se replegó bien, se defendió, pero le faltó más determinación ofensiva hasta la reanudación.

El Atlético se fue al descanso en ventaja cuando menos lo esperaba. Pero no estaba hecho. Ni mucho menos. Se lo transmitió Samu, cuyo cabezazo nada más volver del vestuario se lo encontró en el sitio justo Oblak. De haber ido a cualquier otro lado habría sido gol. No lo fue por la contraposición del portero esloveno, hasta entonces inédito en su reaparición en competición oficial tres meses y medio después, tras superar un problema cervical.

Tampoco lo vio nada claro Simeone, que movió su equipo. Quitó a Morata, dio entrada a Memphis. Pero también reemplazó a Lemar para dar recorrido a Soyuncu, reajustar la defensa y el medio campo, con el paso de Llorente a su posición natural, fuera del carril, como interior derecho, porque el conjunto andaluz, ya entonces, amagaba con el golpe.

Y ocurrió en el 62: Carrasco se lió, Villar -entrado al campo cuatro minutos antes- se la quitó, la controló y la centró en el sitio justo, con la potencia perfecta, rasa, para el remate de Samu, que se adelantó y marcó el 1-1, que, por otra parte, tampoco extrañó a nadie tal y como se movía el duelo, en una indefinición que no le gustaba al propio Simeone. Un juego de errores. El del Granada fue gol del Atlético, el del Atlético fue gol del Granada (1-1).

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O de aciertos, cinco minutos después: Memphis Depay controló el balón y soltó un zapatazo con la derecha impresionante, desde más allá de 25 metros, con una potencia descomunal a la escuadra de la portería de Andre Ferreira. Inalcanzable para él, posiblemente para todos los porteros. Un trallazo. Un golazo. Determinante. Y ganador. Aún debió contar con la colaboración de Oblak, que frenó a Uzuni. El 3-1, la sentencia, fue de Marcos Llorente en el 98.

El Atlético jugó casi todo el duelo sin Koke. El capitán, consolidado medio centro, sintió un pinchazo en una de sus primeras carreras, en el minuto 6, con la trascendencia que tiene para el equipo. Simeone recurrió al creciente Pablo Barrios, mientras aguarda el refuerzo que reclama en esa posición. Antes debe hacer hueco, con la salida de dos jugadores.