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Violencia

#VIDEO La casa donde llegaron por Ovidio

En la residencia de la familia Guzmán en Jesús María, hay evidencia de una batalla: casquillos de diferentes calibres, charcos de sangre y vehículos destruidos

JESÚS MARÍA, Culiacán._ Sería más difícil imaginarse la batalla que se libró la madrugada del 5 de enero en esa propiedad en el cerro más alto de Jesús María sin esa vista de la Sierra Madre Occidental al norte y sin los cientos de casquillos de diferentes calibres que hay esparcidos por el lugar.

A los vecinos de Jesús María los despertó una lluvia de plomo esa madrugada, de la que todavía hay evidencia en casi todo el pueblo.

Se trató del operativo del Ejército Mexicano para detener a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera, señalado ex líder del Cártel de Sinaloa y hoy preso en Estados Unidos.

“Yo nunca había vivido algo así”, recalca Isabel, una mujer de 40 años que vive por la calle principal del poblado.

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Noroeste tuvo acceso al pueblo para platicar con los vecinos sobre la cruenta batalla.

Conforme se adentra a Jesús María, es más común encontrar camionetas de modelo reciente, acondicionadas con armamento antiaéreo y blindaje en los parabrisas y ventanas.

Isabel es una de las que se siente desesperada por la situación.

Asegura que en la casa de su primo cayeron balas desde el aire, algo que coincide con los videos de helicópteros artillados atacando blancos en tierra.

“Aquí en esta casa fue más, a mi primo estaba en su casa, porque también es lámina, es casa igual que aquí”, señala un tejabán de lámina de acero.

“Fue un milagro que no le cayó en la cabeza, en el puro pie, ahi está la seña donde cayó el balazo, donde estaba parado”.

“Estoy asustado”, le dijo su primo y corrió para la casa.

“Corrió con suerte; corrió para la casa, porque allá sí es una casa de cemento. Ahí nos tiramos todos”.

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Pero hay una casa que más llama la atención, porque para todos es una referencia.

Para llegar a la residencia hay que subir por un callejón de terracería que se eleva de manera irregular serpenteando entre las viviendas aledañas.

Por el enfrentamiento de la madrugada del 5 de enero, el acceso exige realizarse a pie, pues aún hay vehículos blindados dañados y abandonados en el callejón.

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Las puertas de herrería, que imitan la textura y el color de la madera, están abiertas. Un agujero de más de 15 centímetros de ancho ubicado en la parte superior de la puerta derecha reclama la atención de las miradas de quienes se asoman a la hacienda. El agujero, evidencia de un ataque con armas de alto calibre, es acompañado por cientos de hoyos que dejaron las balas y que tapizan la entrada de la residencia.

“Aquí vinieron por él. Estaba con su familia, había dos niñas: una de 3 años y una de 9”, comparte una residente de Jesús María.

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Los testigos aseguran que la madrugada del 5 de enero, en esta hacienda fue enfrentado y detenido Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán, “El Chapo”, y señalado como el principal traficante de fentanilo.

Al entrar a la vivienda lo primero que llama la atención es el espacio para los vehículos, en donde quedaron abandonadas dos cuatrimotos, un vehículo todoterreno razer y una camioneta de lujo.

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También hay casquillos de bala, cientos de ellos, cuyos calibres varían ofreciendo una imagen de que en el enfrentamiento se utilizaron decenas de tipos de armas distintas.

“Aquellos trapos amarillos son granadas que quedaron activas, no las muevan”, alerta un adulto mayor a los visitantes del espacio. Hay tres montoncitos de telas amarillas distribuidas por la cochera.

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La casa ubicada en medio de la hacienda está rodeada de vidrios rotos. Cada centímetro de la vivienda habría sido registrado horas antes por elementos del Ejército mexicano.

Al entrar por la puerta principal un gran comedor recibe a los visitantes. En la mesa aún hay alimentos, que en su mayoría son dulces, también hay un pastel que no pudo ser terminado. El comedor está repleto.

El primer cuarto es la recámara principal. Hay sangre seca en el piso como rastro de que alguien que sangraba caminó por el espacio.

Todo está cateado, el colchón fue movido de su lugar, los cajones de los burós fueron abiertos, y el cristal del baño que protegía la zona de la tina de hidromasaje está roto.

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El cuarto del centro es una habitación infantil, el decorado es rosado, hay dos camas y una de ellas tiene una mancha de sangre que abarca un cuarto de la colcha. Sobre las camas todavía hay juguetes.

En el baño de esta recámara hay más sangre que en el anterior. Los cajones y armarios de los menores que aquí dormían también fueron cateados.

“Aquí estaban dormidas sus hijas”, dice una de las personas que visita la hacienda.

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En el cuarto de lavado está el mayor rastro de sangre de toda la vivienda. En la zona donde está el tendedero, un espacio sin techo pero cerrado de al menos 8 metros cuadrados, con un charco de sangre de un metro y medio de largo, que se extiende al interior de la vivienda.

“Se ve cómo jalaron un cuerpo”, deduce una de las visitantes.

Al fondo de la residencia, saliendo de la vivienda principal y pasando por un patio, hay un cuarto de invitados que consta de dos literas, una alacena y un baño. En este cuarto no hay restos de sangre, pero sí de un cateo intenso. Los colchones no están y por el piso hay ropa de varón regada.

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En la esquina izquierda de la hacienda, al fondo y pegada a la barda, hay una cinta roja de precaución. Ahí hay una granada más que no detonó.

La hacienda tiene una cocina exterior, sobre el desayunador aún hay comida a medio preparar, una olla descansa sobre la estufa y emite un vapor caliente.

“Los soldados se pusieron a comer aquí”, sostiene una de las vecinas de la zona,

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La vecina declara que fue testigo de que elementos del Ejército usaron la cocina del espacio para preparar sus alimentos, además de que habrían tomado pertenencias del interior de la vivienda.

El horno de la cocina tiene hoyos de balas en el cristal.

“¡Vámonos, viene gente encapuchada!”, grita una voz masculina.

Los visitantes deben retirarse del lugar, algunos corren, pero luego son tranquilizados. Consideran que correr es más peligroso. Todos salen del espacio, pero los encapuchados anunciados no llegan.

Al fondo de la hacienda, es donde habría sido detenido Ovidio Guzmán López, hay figuras religiosas de medio metro de alto que conforman un Nacimiento.

El Niño Dios descansa en su pesebre atestiguando cómo su hogar ahora es visitado como un sitio de enfrentamiento entre militares y grupos armados.

En el suelo hay sangre: charcos de sangre que se difuminan en tallones por todas partes.

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