Tras jubilarse, Adela halla en el bordado su pasatiempo favorito
CULIACÁN._ Adela Esparza pasó 25 años ejerciendo la profesión de enfermera, después se jubiló y ahora, en su tiempo libre, halló en el bordado un sentido a su vida, un pasatiempo que se ha convertido en un oficio al que le dedica unas ocho horas al día.
“Pues más que nada lo hago como hobby, me gusta hacer todo esto, yo ya soy jubilada, y para no estar encerrada sin nada qué hacer”, relató.
“Que digan que necesito para comer, no, el dinero nunca te estorba, pero a mí me encanta hacer esto, soy enfermera jubilada”.
Adela realiza servilletas con distintos tipos de bordado, también teje y crea distintas manualidades y decoraciones para el hogar, las cuales vende cada domingo en el tianguis Los Huizaches.
En diseños de frutas, flores y paisajes, plasma su arte, creatividad e ingenio.
Es un trabajo completamente a mano, minucioso y cansado, una sola servilleta puede tomarle hasta tres o cuatro días según el tamaño, los colores y el diseño.
“Hacemos manualidades, servilletas, bordados, también traigo fundas para licuadora, tortilleros, varias cosas, hay de varios tamaños, si nos ponemos bien tardo dos o tres días haciendo una servilleta”, relató.
Fue mientras cuidaba a su madre quien se encontraba internada en un hospital cuando Adela aprendió a bordar, justo como había visto a tantos familiares de pacientes realizar este pasatiempo para distraerse y pasar el rato cuando trabajaba de enfermera.
Al salir del hospital, Adela no dejó de bordar, cada día lo siguió realizando hasta que llegó a tener cientos de servilletas en su casa y un día decidió ponerlas a la venta.
Fue entonces cuando se encontró a mucha gente que también le gustaba tejer y bordar, pero encontrar los materiales como hilos, manta, aros, agujas o ganchos les resultaba difícil, por lo que además de servilletas, decidió vender también las herramientas.
“Tengo de todo: hilos, aros, ganchos, agujas, elásticos, dedales, tijeras, servilletas para bordar, tejer o para pintar, también vendo cuadrillé, manta, hilos de todos los colores, estambre, hilo cristal y acrilan”, detalló.
Sorprendentemente entre sus clientes se encuentran personas de todas las edades, incluso niñas, niños y hombres, quienes después de terminar un bordado van por más material.
“Tengo hasta niños bordadores de 9 años, ellos bordan y vienen y me compran, tengo niños que vienen y me compran y después me traen sus bordados, me traen sus servilletas ya terminadas”, comentó.
“Siento bien bonito, ver que no se han perdido las tradiciones, creo que en las escuelas les están enseñando a bordar también, tengo clientes de todas las edades, hombres también vienen y compran”.
Adela espera que esta actividad de bordar no se pierda, pues es parte de la cultura e identidad, sin embargo, es una manualidad que pocos saben apreciar y económicamente no es tan remunerada.