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Historia

Recuerda Sara a sus dos hijos; ‘es una cicatriz que llevas en el corazón’, comparte

Su hijo Francisco cumplió su sueño de ser piloto aviador, pero en 1986 murió al impactarse su avión; también recuerda a su hijo Alberto, quien falleció en un accidente en carretera

Sara abre su memoria mientras limpia y recoge la pequeña capilla donde descansan sus hijos Francisco y Alberto. Sobre la pared resaltan tres avionetas que decoran la fachada como tributo a la pasión y profesión de Pancho.

“Se fue a la aviación, y me decía ‘mira por aquí te voy a pasar, y te voy a sacar el pie derecho para que digas ese es mi hijo’”, ríe Sara, ‘eso es algo que no se le olvida a uno, pero desde chiquito’”.

Su hijo Francisco llegó con premura al aeropuerto, era piloto aviador. Lo último que escuchó su mamá, Sara, fueron tres golpes en la puerta de su recámara.

“‘Hey’, le dije ¿y eso qué tienes para despedirte?, ‘Madre pues me dormí, sí, ya me hace tarde’, pero al ratito nos vemos”, rememora Sara.

Desde pequeño, Francisco le recordó a su mamá que sería piloto. Mami, yo no voy a estudiar la universidad, yo no te voy a hacer ninguna carrera más que piloto, le decía.

“Termíname la prepa porque si no te gusta ya tienes la prepa y haces cualquier otra carrera”, le contestaba Sara.

Francisco, es el segundo de cinco hijos de Sara, tenía 25 años, y estaba a un año de casarse. Aquel día no volvió. Su avión no estaba en el aeropuerto, y ya lo estaban buscando.

“Habla una muchacha a la casa, que si Panchito había dormido en la casa porque su avión no estaba y lo andaban buscando y no lo encontraban”.

Murió en la sierra, en Canelas, Durango. Su avión se estrelló. Alguien lo vio y reportó el accidente. Su cuerpo fue trasladado a Culiacán y sepultado en el Panteón Civil en 1986.

“Otro día en la mañana fue cuando pues, ya lo andaban buscando, y otro día lo reportaron, alguien vio el accidente. El avión”.

$!Recuerda Sara a sus dos hijos; ‘es una cicatriz que llevas en el corazón’, comparte

Aprendió a vivir con el dolor, pero el 5 de febrero del 2002, la cicatriz se avivó con la noticia de la muerte de su hijo, Alberto.

Como si lo supiera, a las 19:30 horas de aquel día, una sensación de vacío le recorrió el cuerpo, sin siquiera saber sobre su hijo, que recientemente había ido a San Luis, Potosí, en carro, con un amigo.

“A esa hora mi hijo tuvo el accidente, tuvieron el accidente porque fueron dos los que se mataron”.

Estaban dejando Sonora para entrar a Sinaloa, pero unos federales pararon un tráiler en carretera, sin señales y sin torretas prendidas, ahí se impactaron con el tráiler, explica Sara.

“Es un dolor que se va contigo aprendes a vivir con el dolor pero tú lo llevas en el corazón ese dolor (...) Todo duele pero con los hijos más es el dolor más grande de perderlos. No se lo deseo a nadie”.

A pesar de la incertidumbre de seguridad, sola y a la espera de su familia, resguarda la memoria de sus hijos durante este Día de Muertos.

“Ahorita venía con miedo, entregado al señor, pero porque todo se le entrega al señor pero iba a ver cómo está la cosa pero dije ‘yo voy a ir a limpiarle’”.