María de Jesús ha trabajado en el basurón de Culiacán por 25 años; teme que sea privatizado y pierda su fuente de ingresos
María de Jesús Pérez, una mujer de mediana edad, ha sido pepenadora en el basurón de Culiacán por 25 años, desde su creación.
“Desde que estaba la primera caja junto al taller, ahí inició el basurón”, dijo.
Su madre, Senona Pérez, fue la primera pepenadora en el ya extinto basurón de la colonia 16 de Septiembre. Recuerda que cuando era pequeña su madre la llevaba al basurón, ella jugaba con juguetes viejos que se encontraban entre las pilas de basura mientras su madre trabajaba.
Al crecer siguió los pasos de su madre y decidió continuar con la labor del pepenador. Con el paso del tiempo logró hacerse de un terreno en la colonia Bicentenario, donde tiene su casa a medio terminar.
María de Jesús reside en las orillas del basurón, de lunes a sábado duerme entre la basura, en un espacio que logró acondicionar con ayuda de unos palos y una lona que le sirven de refugio del frío y el sereno, decide quedarse ahí pues caminar todos los días de su casa al basurón le resulta pesado a su 50 años de edad.
“Hice una casita, con unos palos, le puse una alfombra que me encontré ahí mismo y nomás llevo sábanas limpias de mi casa”, dijo.
“Yo dejo mi casa para vivir en el basurón, porque no puedo ir y venir, me canso, me quedo ahí en el relleno de lunes a sábado, el domingo no trabajo”, explicó.
Tuvo cinco hijos y adoptó a cinco más, actualmente ellos también trabajan en el basurón recolectando y separando cartón y aluminio.
María de Jesús prefiere trabajar por las noches, cuando llega más basura, requiere de una lámpara para ver en la oscuridad, se la coloca en la cabeza y con las dos manos separa botellas, frascos y envases de plástico; ella solo recoge pet, otros pepenadores recogen cartón, otros más aluminio o fierro.
Para trabajar en el basurón requiere de guantes, un pañuelo para cubrirse el rostro, sombrero, camisa de manga larga, pantalón y botas o tenis, todo lo encuentra en el basurón, no es necesario que lo compre nuevo, entre la basura encuentra cosas en buen estado que utiliza para trabajar.
Aunque es un trabajo que poco o nada reconoce los derechos de quienes día a día separan toneladas de basura, María de Jesús confía en Dios en que el basurón de Culiacán no sea privatizado, no imagina su vida sin trabajar en el basurón, y se siente agradecida por tener esa fuente de ingresos, pues ese trabajo le da comida, vestimenta y calzado a ella y su familia.
“Nosotros de allá nos vestimos, de allá nos calzamos y también comemos, porque hay comida buena, en buen estado, limpia”, dijo.