Una tercera parte de la población en pobreza extrema se dedica a las actividades del campo, señala el Banco Mundial, por lo que un incremento en la productividad de las actividades agrícolas podría traer el mayor impacto en la reducción de la pobreza, en comparación con cualquier otro sector.
En las últimas cinco décadas se ha observado un cambio significativo en la agricultura, ya que ha dejado de enfocar su crecimiento en la ampliación de los recursos, ya sea agua, o tierra; y cada vez más se concentra en un desarrollo con base en el incremento de rendimientos con los recursos existentes, comenta la revista Forbes.
Pese a que los estudios constantemente demuestran que existe una relación entre la Investigación y Desarrollo (I+D) y el crecimiento de la productividad, la inversión en tecnología agrícola en las regiones donde más se necesita está estancada o disminuyendo.
Mientras que en los países desarrollados el gasto en dicho concepto representa el 3.25 por ciento de su Producto Interno Bruto, en las economías en vías de desarrollo es de tan solo el 0.52 por ciento, esta brecha deja a los territorios más pobres, con limitados recursos para evolucionar sus sistemas productivos y para alimentar a su creciente población.
Lo positivo es que, para lograr una reducción de esta brecha, no se requiere del desarrollo de nuevas tecnologías, sino de la implementación de las ya probadas en países desarrollados y de la inversión en la formación de la población local para su uso, menciona la publicación.
de tecnologías
Uno de los retos más importantes para la ejecución con éxito de proyectos de transformación digital, es la implementación, por lo que los creadores de la tecnología, los gobiernos u organizaciones deben seguir puntos clave para mejorar la adopción, fomentar la participación y aumentar las posibilidades de asimilación tecnológica.
La consultoría global Mckinsey menciona que ante todo las soluciones tecnológicas deben crear un valor tangible para los usuarios finales, ya que si estos no ven un retorno de inversión claro y de inmediato, será difícil que se comprometan. En el caso de los productores, un incentivo sería la disminución de costos de los insumos o de las perdidas en la cosecha.
“Desde el principio, tienen que ver el beneficio de adoptar cualquier nueva herramienta o sistema. Es importante tener en cuenta que en las economías pobres, donde los salarios son significativamente más bajos, invertir en una pieza de tecnología que de alguna manera reduce parte del trabajo humano no tiene el mismo impacto en el retorno de inversión que en regiones como Europa o Estados Unidos, donde las tarifas por hora de los trabajadores manuales pueden ser exponencialmente más altas”, agrega la publicación.
Asimismo, es necesario ofrecer apoyo presencial a los usuarios finales, para incorporarlos, formarlos y guiarlos para que puedan sacar el máximo partido a la tecnología. De acuerdo a Mckinsey, las herramientas que mejor se han adoptado, son aquellas que proporcionan a los agricultores acceso a conocimientos agrícolas desde los teléfonos móviles pero con la interacción cara a cara con agentes de extensión.
Asimismo las herramientas para la toma de decisiones pueden ser de gran ayuda en las economías en las que no hay acceso a una mano de obra cualificada con conocimientos agronómicos más profundos.
“La única manera de romper el ciclo de la pobreza es que los gobiernos, el sector privado y los productores de alimentos unan sus fuerzas para invertir, adoptar y abrazar la tecnología para aumentar radicalmente la productividad”, comenta Forbes.
Autor: Miguel Ángel Delgado, Analista Económico de la AARC
Fuente: Forbes