Inés Arce, la mujer que nació para ser maestra
Desde pequeña jugaba a enseñar, sin saber sobre la profesión de ser maestra. Ella lo hacía de manera natural, le nacía, quería compartir lo que conocía con los demás, la pequeña Inés Arce, no se imaginaba todo lo que años después iba a lograr.
“Dice mi mamá que yo desde pequeña siempre decía que quería ser maestra”, comenta.
“Más bien jugaba a enseñarles a los niñas a coser ropita, no a cocinar, nunca me gustaron los trastecitos, como dibujar, como de hacer, como que era más un rollo artístico”.
El hecho de haber nacido en un nido de maestros, fue algo que la marcó, tanto su familia paterna y materna se dedican a la educación, por lo que cuando tuvo conciencia tuvo muy claro que quería ser maestra, pero no cualquier maestra.
“Yo veía a mis maestros de la primaria y yo decía; yo quiero ser como esta maestra, como tal maestro no quiero ser, y a partir de ahí empecé a tratar de irme formando mi propia identidad e ir reconociendo que era bueno y que no era tan bueno a la hora de que estuvieras al frente de los niños y las niñas, siempre dije, primaria”, cuenta.
Ahora con 28 años en la docencia, Inés recuerda sus inicios, como el arte siempre la ha acompañado y lo ha integrado en la formación educativa de sus alumnos y alumnas, que aún la recuerdan con mucho cariño.
Desde las primeras prácticas, la maestra estuvo al frente de grupos procuraba inculcar el gusto por la lectura, siempre había un libro con el cual enganchar a los estudiantes
Por lo que siempre procuró que su línea de acción, tuviera como eje rector, el arte, ya que cuando se tituló su trabajo fue algo referente a esto.
“Como maestro aprendes a que con arte, puedes también enseñar los contenidos de aprendizaje”, dice.
Sus inicios fueron en las comunidades, en zonas rurales como Santa Loreto, Copaco, El Salado, lugares donde siempre fue bien recibida, pese a los ambientes tensos que la situación de violencia le pudiera hacer enfrentar.
“Recuerdos hay muchos, tanto buenos como malos, desde haber presenciado víctimas de la violencia relacionados con el narcotráfico y desde logros importantes a nivel estado, en varios concursos de diferentes categorías”, relata.
Esto fue en el año 2000, por pleito entre bandos diferentes dentro de las comunidades, por eso la maestra aprendió a dar atención de primeros auxilios, debido a que en las comunidades continuamente se presentaban hechos violentos, que llegaban a afectar a los alumnos, que le tocaba dar atenciones.
“Tuve que hacer mi traslado a otra comunidad, porque era inevitable que no te involucraras y las mismas personas, dijeron; maestra la queremos mucho, pero váyase”, cuenta.
“Entonces yo no me quería ir, porque estaba muy agusto, pero tuve que tramitarlo, porque yo conocía a todo mundo, sabía a qué se dedicaban las familias, pero eso a mí no me interesa, yo como les dije en un principio, ustedes en lo suyo, yo a lo mío. Es su decisión, es mi decisión, respétenla y yo no me meto en lo de ustedes”.
Después de esos episodios, la maestra recuerda cómo es que a través del arte, trató de darles una nueva perspectiva, “las palabras a veces se nos olvidan, pero el ejemplo arrastra”.
“Siempre he tratado que a través del arte, los niños y las niñas, vayan creando una nueva perspectiva y un futuro. A mí me dio mucho gusto, que a partir de que yo llegué a esa comunidad muchos niños y niñas salieron a estudiar, se iban a El Salado, a Culiacán”, dice.
Ahora en la actualidad sigue con la docencia en la escuela Vicente Suárez a unas cuantas cuadras de su casa, la cercanía le ha permitido crear un lazo más fuerte con sus estudiantes, así como los padres de familia, aunque en su mayoría dice, siempre trata con mujeres, que son las que están al pendiente de los niños y niñas, y que se involucran más en la educación de los menores.
Recuerda como el trato muchas veces en la comunidad rural, la gente es más abierta y está más receptiva y están más ávidos de recibir a los maestros y que traigan conocimientos para sus hijos.
En cambio en la ciudad, es más difícil que se involucre a la familia, por el ritmo de vida, ya que ambos padres trabajan o no se dan el tiempo.
Al ser maestra, no es fácil no involucrarse con los problemas que tienen las y los alumnos, en su entorno familiar y dentro del aula.
“Si te enfrentas con mucha apatía, y mucha desesperanza en muchos casos, mucha violencia familiar en el entorno en que estamos hay bastante violencia familiar. Ahora busco estar cerca del plantel educativo”, dice.
“Aprendes a actuar, como te digo siempre busqué la manera de ayudarlos, como maestra he hecho algunas denuncias, porque no puedes estar sin hacer nada. Necesitas hacer algo y aparte no puedes estar con los brazos cruzados y yo siempre he tratado de involucrarme, de brindarles el apoyo, escuchar a la familia”, dijo.
Aunado a esto la llegada de la pandemia, el modelo de educación cambió totalmente, la atención se tornó de manera virtual, señala cómo algunos padres de familia decían o le pongo saldo al celular o compro comida.
“La brecha tecnológica afectó, ya había una brecha en cuanto los aprendizajes, porque siempre hemos tenido alumnos de todos los colores y sabores, entonces entre ese alumnado siempre va a haber niños o niñas que por sus capacidades no llegan a acceder a los estándares que quieren poner como si todos fueran iguales”,
“Batalló más con los padres de familia, a los cuales les pidió que ellos se encargaran de dar la atención a los niños y procurar que se conectaran a las clases, y ella se encargaba del resto”.
Con este cambio empezaron a resaltar los problemáticas y desigualdad que existe entre los alumnos, y la falta de condiciones para los padres de familia en la educación de sus hijos.
“Ese salto fue bastante duro para eso, ya que muchos padres de familia no saben leer y no pueden dar seguimiento o atención”.
“Hay mamás y hay papás que no comprenden lo que están leyendo, ¿entoces cómo van a apoyar a sus hijas y a sus hijos?”.
“La maestra es como un trabajo de tres, como una mesa de tres patas, si a esa mesa una mesa de tres patas, si a esa mesa le cortamos una pata, va a estar floja, no va a servir de apoyo”, dice.
Su trabajo como maestra, fue algo que tuvo que compaginar desde muy joven con la tarea de ser mamá, su primer hijo lo tuvo a los 19 años, y fue hasta después de 12 años que, se animó a tener un segundo hijo, a quienes les ha dedicado su tiempo entre las miles de actividades que realiza, desde su activismo, arte, docencia, ciclismo, entre otras.
“Como siempre fui muy libre, muy de que, digo nunca me gustó cocinar, con eso de que conquistas a las personas por el estómago, no es cierto, a mí nunca se me dio eso, si alguien quiere estar conmigo qué bien, pero que haga comida, pero yo no voy a hacer comida”, dice.
En su casa hay un letrero grande que dice: “La reina de esta casa no cocina”, señala que todo mundo que la conoce sabe que ella y la cocina no se llevan bien.
Y el destino le puso en el camino a un compañero de vida que le gusta cocinar y que complementa esa parte dentro de la familia que han formado, “él fue el que me enamoró con la comida”.
“Yo nunca fui mamá de lavar uniformes, de cocinar, le dije a mi hijo grande, si no fui una mamá normal ¿tú crees que voy a ser una abuela normal?, pues no”.
Ahora con nieta, le inculca el amor por las catrinas, amor que ella descubrió de manera fortuita, un día en que sin saberlo llevó a cabo un performance, que tiempo después se convertiría en toda una tradición, hasta sus alumnos y alumnas la identifican como la maestra “catrina”.
Ante todo este contexto, Inés señala que como mujer es difícil llevar todas estas facetas, porque es enfrentarse a los señalamientos de la sociedad, ya que cuando se tiene la firmeza de defender una causa o malabarear la responsabilidad de la maternidad y al mismo tiempo el desarrollo profesional, es algo que puede ser criticado.
¿Qué significa vivir cómo mujer en Sinaloa?
“Vivir con miedo, vives con miedo, porque sales de tu casa y no sabes si vas a regresar, vives con miedo, en mi caso son varones y pues tantas historias de desaparecidos, tantas historias que hay y tantas realidades que hay, pues te da miedo”
“Pero también el aprender a decir, vivir con ese miedo, pero también aprender a actuar con cautela, bueno decir: me da miedo, pero el miedo no me puede detener, no te va a dejar cruzada de brazos, me da miedo, pero puedo hacer esto”.
A su parecer, la brecha entre los derechos de las mujeres y los hombres sigue siendo muy grande, y que todavía existen ciertas situaciones que ocurrían antes y que siguen ocurriendo hasta la actualidad, por lo que la sociedad tiene que seguir aprendiendo.
“No es lo misma maestra Inés, la de hace 28 años, a la que es ahorita, tienes todo este camino aprendido”
Mirando hacia atrás ¿qué le diría a esa niña que quería enseñar?
“¡Lo logramos!, le diría qué bueno que tuvo paciencia, qué bueno que fue muy metiche”.
¿Qué es lo que le da mayor satisfacción?
“Ser maestra, yo amo ser maestra, me encanta ser maestra, creo yo que si no hubiera sido maestra, hubiera sido maestra de todos modos”.