El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los resultados del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) a la primera quincena de julio. Con este resultado, la inflación general anual se colocó en 5.61 por ciento muy por encima de la expectativa de las autoridades y por encima de lo observado en el pasado mes de junio que había incrementado a 5 por ciento. Donde los precios de los productos agropecuarios y los de energéticos, así como las tarifas autorizadas por el gobierno, tuvieron los mayores impactos en los incrementos de la inflación para esa quincena.
La inflación ya no ha bajado como se esperaba, sino que en las últimas quincenas ha incrementado, lo que pone más presión a las autoridades del Banco de México para seguir con las medidas para controlar la inflación. Este repunte de la inflación es preocupante, particularmente en los sectores en donde han estado aumentando los precios, como son los alimentos y los energéticos, que son los que impactan en mayor mediada a la población de escasos recursos.
De acuerdo con las cifras presentadas la inflación de la primera parte del séptimo mes del año es la más alta desde la segunda quincena de mayo de 2023 cuando en aquella ocasión llegó también a los 5.67 por ciento. La presión sobre los bolsillos mexicanos se mantiene en el encarecimiento de frutas y verduras apuntó en su informe el INEGI, donde el tomate (27.97%) la cebolla (16.72%), chayote (13.41%) y el aguacate (10%) se encuentra entre las verduras con el mayor incremento de precios con respecto a la quincena anterior. Por otro lado, los productos que impactaron en mayor medida en el incremento fueron el de nuevo el tomate, la cebolla, el gas doméstico, el huevo, aguacate y la gasolina.
Si bien no todos los alimentos sufrieron los mismos incrementos, el INEGI reportó que dentro de los agropecuarios fue del 14.33% y dentro de este grupo el de las las frutas y verduras con un 25.69%, siendo estos rubros por mucho los que más crecieron en sus precios en el período de la medición.
Vemos que estos incrementos se han venido dando a raíz de la sequía que afecta al país desde ya hace algunos años y que, a pesar de las recientes lluvias, aún se tienen rezagos para tener una producción normal de alimentos. En esa misma situación, están las presas de la región, donde las lluvias han iniciado, pero estamos muy lejos de los niveles necesarios para asegurar los cultivos de la próxima temporada.
Por lo que vemos que el efecto de una caída en los rendimientos del sector afecta la seguridad alimentaria de la población, por un lado, mediante una menor disponibilidad de alimentos y por el otro en el incremento en los precios, lo que impacta desproporcionadamente a la población de menores ingresos que son los que dedican la mayor parte de su presupuesto a los alimentos.
Por lo que es importante que como país volvamos a poner nuestra mirada a este sector, para salir de la crisis hídrica que lo frenado en los últimos años, pero también para mejorar la rentabilidad y la sustentabilidad de los productores. Son necesarias importantes inversiones en infraestructura y para la adopción de tecnologías que permitan a los productores afrentar las nuevas condiciones climáticas, conservar el agua, e incrementar la productividad de la cada vez más reducida mano de obra disponible en el campo.