En el marco del Día Mundial de la Alimentación, que fue el pasado 14 de octubre, la FAO publicó el reporte “El Estado Mundial de la Alimentación 2022”. Donde comenta que a pesar de las esperanzas de que el mundo dejaría atrás la pandemia de la enfermedad por el coronavirus (Covid-19), ya que se esperaba que en el 2021 la seguridad alimentaria empezaría a mejorar, pero esto no fue así, ya que el hambre en el mundo aumentó todavía más.
Comenta el reporte que dicho incremento refleja las exacerbadas desigualdades entre países, y dentro de ellos, debido a un patrón desigual de recuperación económica entre los países y a las pérdidas de ingresos entre los más afectados por la pandemia de la Covid-19. Por lo que se presentan una selección de los puntos clave del reporte:
Tras permanecer relativamente estable desde 2015, la prevalencia de la subalimentación se incrementó del 8.0% al 9.3% de 2019 a 2020 y creció a un ritmo más lento en 2021 hasta llegar al 9.8%. En 2021, padecían hambre entre 702 y 828 millones de personas. La cifra ha aumentado en unos 150 millones desde la irrupción de la pandemia de la Covid-19, 103 millones de personas más entre 2019 y 2020 y 46 millones de personas más en 2021. Según las previsiones, cerca de 670 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030, es decir, el 8% de la población mundial, igual que en 2015.
Tras un incremento en 2020, la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave permaneció estable en gran medida en 2021, pero la inseguridad alimentaria grave alcanzó niveles más elevados, lo que refleja un deterioro de la situación de las personas que ya se enfrentaban a dificultades importantes. En torno a 2,300 millones de personas en el mundo padecían inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, y el 11.7% de la población mundial se enfrentaba a niveles graves de inseguridad alimentaria.
Casi 3,100 millones de personas no podían permitirse una dieta saludable en 2020. Son 112 millones más que en 2019, lo cual refleja la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia de la Covid-19 y de las medidas adoptadas para contenerla.
Los recientes reveses indican que las políticas ya no están proporcionando beneficios crecientes en la reducción del hambre y la mejora de la inseguridad alimentaria y de la malnutrición en todas sus formas. Los gobiernos de países con una economía frágil también están afrontando limitaciones fiscales para transformar los sistemas agroalimentarios. Es el momento de que los gobiernos empiecen a examinar su apoyo actual a la alimentación y la agricultura.
El apoyo a la producción agrícola se concentra principalmente en los alimentos básicos, los lácteos y otros productos ricos en proteínas de origen animal, especialmente en los países de ingresos altos y medianos altos. El arroz, el azúcar y las carnes de diversos tipos son los que más incentivos reciben a nivel mundial, a diferencia de las frutas y las hortalizas, que reciben menos apoyo en general, o a los que incluso se penaliza en algunos países de ingresos bajos.
Las intervenciones en el comercio y los mercados pueden actuar como obstáculos al comercio de alimentos nutritivos, socavando así la disponibilidad y asequibilidad de las dietas saludables. En numerosos países, los subsidios han permitido incrementar la disponibilidad de los alimentos básicos y sus derivados y reducir su precio, desalentando y haciendo relativamente más caro el consumo de alimentos con menos subsidios o no subsidiados, como las frutas, las hortalizas y las legumbres.
Si la adaptación del apoyo público existente se lleva a cabo de manera inteligente y basada en la evidencia, incluyendo a todas las partes interesadas, teniendo en cuenta las economías políticas y las capacidades institucionales de los países y considerando los compromisos y flexibilidades en el marco de la Organización Mundial del Comercio, dicha adaptación puede ayudar a que el consumidor disponga de alimentos nutritivos en mayor medida. Además, puede contribuir a que las dietas saludables sean menos costosas y más asequibles en todo el mundo, condiciones necesarias para que se consuman dietas saludables.
Al adaptar el apoyo público para hacer que las dietas saludables sean menos costosas, los encargados de la formulación de políticas deben evitar posibles repercusiones en la desigualdad que pueden ocurrir si los agricultores no están en condiciones de especializarse en la producción de alimentos nutritivos debido a las limitaciones de recursos.
En los países de ingresos bajos, pero también en algunos países de ingresos medianos bajos donde la agricultura resulta esencial para la economía, el empleo y los medios de vida, los gobiernos deben incrementar el gasto en servicios que apoyen la alimentación y la agricultura de manera más colectiva y otorgarle prioridad. Esto es crucial para subsanar las deficiencias de productividad en la producción de alimentos nutritivos y para permitir la generación de ingresos a fin de mejorar la asequibilidad de las dietas saludables, aunque se requerirá un financiamiento del desarrollo significativa.
La adaptación del apoyo público actual a la alimentación y la agricultura no será suficiente por sí sola. Deben promoverse entornos alimentarios saludables y debe capacitarse a los consumidores para que opten por dietas saludables mediante políticas complementarias relacionadas con los sistemas agroalimentarios. Serán necesarias políticas de protección social y relacionadas con el sistema de atención a la salud para mitigar las consecuencias no deseadas de la adaptación del apoyo sobre los más vulnerables, especialmente las mujeres, las niñas y los niños. Se precisarán también políticas relacionadas con el medio ambiente, la salud, el transporte y la energía a fin de potenciar los resultados positivos de la adaptación del apoyo en los ámbitos de la eficiencia, la igualdad, la nutrición, la salud, el cambio climático y el medio ambiente.
De acuerdo con este reporte hay mucho que hacer para mejorar la alimentación a nivel mundial y en particular para nuestro país, ser productor de alimentos es un gran reto, pero es una labor muy necesaria, particularmente en un contexto de alta inflación de los alimentos. El productor enfrenta un doble reto donde se le demandan menores precios por sus productos, pero donde al mismo tiempo los precios de los insumos crecen sin control. Por lo que en esa presión en ambos lados los productores pueden salir raspados. Es importante que el gobierne considere las recomendaciones de la FAO, particularmente en este mes que falta para la aprobación del presupuesto y se consideren políticas públicas que apoyen a la producción más eficiente de alimentos y no solo consideren la importación, porque podrían en riesgo la seguridad alimentaria futura del país.
Fuente: https://www.fao.org/documents/card/es/c/CC0639ES