Deja Carla Angulo Rojo huella en la ciencia y el altruismo en Culiacán
La investigadora Carla Ernestina Angulo Rojo dejó una huella no solo en la academia, sino también, en sus relaciones sociales.
Formada como Ingeniera Bioquímica, con estudios de maestría y doctorado, desarrolló una actividad en la academia en la Facultad de Medicina en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Pero también, sobresalió por su vida devota y también con actividades altruistas en el Club de Leones de Culiacán.
Carla Ernestina Angulo Rojo falleció hace una semana con otras tres compañeras en un accidente carretero en la autopista Puerto México-Ojo Caliente, en Coahuila.
Había acudido a un curso de teología religiosa y cuando regresaban de una casa de retiro hacia Saltillo, fueron imputadas por alcance por un vehículo de carga y las dejó prensadas.
Emiliano Terán Bobadilla, en una colaboración en Noroeste, hizo una semblanza de la trayectoria académica, espiritual y social de Angulo Rojo.
“Carla falleció trágicamente en un accidente automovilístico en la ciudad de Saltillo. Sin embargo, su legado y el cariño que nos brindó permanecen vivos entre todos los que tuvimos el privilegio de conocerla. Más allá de ser una distinguida académica y filántropa, Carla fue una persona exquisita cuyo impacto positivo resonó en cada vida que tocó”, comenta.
De acuerdo con la información que comparte Terán Bobadilla, Carla Angulo Rojo nació en el poblado de La Majada de Abajo, en Badiraguato.
“Desde las sierras de Badiraguato hasta su paso por la Universidad de Harvard en Boston, la Dra. Carla sembró cariño y respeto en todos los que tuvieron la fortuna de conocerla. Fue una hija y hermana devota, siendo la mayor de sus hermanos Paúl y Balbina, quienes la sobreviven. Desde su infancia, mostró un gran interés por la ciencia, destacándose como una estudiante excepcional y, posteriormente, como una destacada académica en la Universidad Autónoma de Sinaloa”, expone.
En su trayectoria académica, obtuvo reconocimientos tantos nacionales como internacionales por su trabajo en el campo académico en la Facultad de Medicina de la UAS, donde fue coordinadora de los programas de maestría en Biomedicina Molecular y en Medicina Traslacional y Salud Pública.
También destaca que además de la pasión por la ciencia, fue una devota miembro de la comunidad católica, que fue fundamental en su vida.
Ella era una de las tres agregadas del Pus Dei en Culiacán, donde dejó constancia de su fervor y dedicación, y aunque no tuvo ningún nombramiento eclesiástico específico, dejaba constancia de su fe por amor a Dios.
“Destacó por integrar su fe en su vida cotidiana sin retirarse a un convento, viviendo en su casa y ejerciendo su profesión siempre ante Dios, sin distinciones externas que la separaran del resto de la sociedad”, asienta.
Y además, agrega, está su papel destacado al interior del Club de Leones, donde desempeñó actividades relacionadas con la salud, como asesora de diabetes, buscando el bienestar de la comunidad liderando proyectos esenciales del club.