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Estragos

Altata, a sufrir después de la tormenta

La franja costera de la zona Centro de Sinaloa recibió de frente el embate de la trompicada ‘Norma’; hoy, como su muelle, los damnificados se aferran a lo último que quedó de pie

Las calles de Altata carecen de vida. El pueblo se siente vacío, salvo algún comerciante que salió la mañana de este martes a revisar su negocio.

En los caminos solo serpentean los destellos del sol reflejados en charcos cafés, mezclados con lodo, agua marina y lluvia.

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Las familias se encuentran en sus hogares, tratando de calcular qué tan fuerte fue el golpe de Norma para su patrimonio.

“En mi casa no sabemos cómo nos fue. Perdimos mucha ropa, la marea sube a las casas y se nos moja todo”, dice Doña Rosario.

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El poblado que recibe a los sinaloenses de la región, compartiendo con ellos todos los fines de semana la brisa salada, la música de banda en vivo, y los sabores del mar, ahora padece las consecuencias de la intensidad de una tormenta de octubre.

Norma comenzó a desplazarse por el Pacifico como Huracán, y se degradó a Tormenta Tropical horas antes de llegar a México. La tormenta que tocó Sinaloa sorprendió a especialistas, pues la temporada para su llegada ya había terminado.

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A las 4:00 horas del lunes, Norma entró por las costas de Navolato a la región noroeste de México, demostrando una intensidad y fuerza ya olvidada por los sinaloenses en el tema de tormentas.

Ni un sonido se pasea por el malecón de Altata, y el escenario se envuelve en el leve susurrar de las olas que chocan con las piedras instaladas en la costa.

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El cielo de este martes por la mañana es una lucha entre las nubes grises que se quedaron atrás en la tormenta y el fuerte sol de esta partecita del mundo que se distingue entre otras versiones del astro por su intensa rabia. Y gana el sol, para las 9:00 horas en el firmamento costero de Navolato no hay evidencia que apoye que aquí llovió, y mucho menos que hubo una tormenta.

El muelle del malecón, ese de tabla que lleva a los turistas por un caminito entre la costa, está destruido.

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Las tablas rotas se aferran a la estructura que sobrevivió, pero no hay manera de repararlas. Se quedan ahí, perdidas entre sus últimos momentos perteneciendo al mar y su última morada, sea cual sea el futuro que les espera al ser desechadas.

A unos kilómetros de Altata, en la comunidad de Dautillos, los pobladores invirtieron su día en limpiar sus patios y tratar de atender las inundaciones en sus jardines.

En Navolato, después de la tormenta no viene la calma, pues hay que limpiar y levantarse de entre el lodo.