¿Y la Nueva Escuela Mexicana?

    Director general de Mexicanos Primero Sinaloa / @Mexicanos1oSin / www.mexicanosprimerosinaloa.org
    A casi dos meses de iniciado el ciclo escolar, es difícil sostener que la Nueva Escuela Mexicana sea una realidad en las escuelas públicas en el estado de Sinaloa. El análisis de los procesos de implementación de reformas educativas en el país enseña que para realmente generar cambios se requiere ofrecer formación profesional, materiales didácticos y acompañamiento. No sirve aventar el paquete entero de responsabilidad a maestras y maestros sin más aviso que el ‘ahí les va’. Como se ha señalado con anterioridad, ni la más férrea voluntad logra transformar la realidad por decreto.

    Después de recorrer escuelas públicas en Culiacán, adentrándose en los espacios de trabajo de los colectivos docentes y con estudiantes en las aulas, cualquier observador acostumbrado a ponderar la realidad educativa del País puede preguntarse: ¿y dónde está la Nueva Escuela Mexicana?

    Ciertamente no está en los libros que aún no llegan. Ni tampoco se encuentra en aquellos que ya llegaron, pero que terminarán -como tantos otros antes- juntando polvo en alguna olvidada biblioteca escolar devenida en bodega.

    Tampoco está en dinámicas de trabajo colectivo docente que replican patrones, tales como la ausencia de un trabajo intelectual riguroso, de genuina problematización y de retroalimentaciones exigentes enfocadas en la mejora continua. Tampoco está en el raquítico provecho académico que se les saca a los 50 minutos que todavía estructuran los horarios escolares en las escuelas secundarias.

    A casi dos meses de iniciado el ciclo escolar, es difícil sostener que la Nueva Escuela Mexicana sea una realidad en las escuelas públicas en el estado de Sinaloa.

    El análisis de los procesos de implementación de reformas educativas en el país enseña que para realmente generar cambios se requiere ofrecer formación profesional, materiales didácticos y acompañamiento. No sirve aventar el paquete entero de responsabilidad a maestras y maestros sin más aviso que el “ahí les va”. Como se ha señalado con anterioridad, ni la más férrea voluntad logra transformar la realidad por decreto.

    En la misión de articular una transformación educativa, las palabras se las lleva el viento. Si no cambian las acciones (las prácticas), y sólo cambia el discurso, entonces se está frente a la demagogia. ¿Qué transformación puede haber repitiendo los mismos errores de siempre?

    Una vez más, la práctica pedagógica cotidiana de maestras y maestros queda relegada al último lugar de importancia. Se le aborda al final de un sexenio, a contrarreloj e ignorando una serie de carencias fundamentales en temas como infraestructura, dando la espalda a la severa crisis de aprendizajes que experimentan los estudiantes producto del cierre de casi dos años de las escuelas. Precisamente respecto a esto último, poco a poco comienzan a confirmarse las estimaciones y las proyecciones que se hicieran durante los años de pandemia.

    A partir de datos recientemente publicados por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) se aprecia que a nivel nacional existen severas deficiencias en el aprendizaje de la lectura en los grados altos de primaria y de las matemáticas a nivel secundaria. Aunque la dimensión socioemocional no es considerada en dicho análisis, estudios de Mexicanos Primero, como Aprender a Estar Bien, Estar Bien Para Aprender demuestran que ésta es fundamental para el logro de los aprendizajes mínimos que hoy no se están logrando.

    Tal como se señaló en el libro Educación en Sinaloa, Crisis Sin Respuesta, a casi dos años de instalada la nueva administración, una agenda educativa realmente enfocada en resolver con energía y eficacia los problemas educativos más acuciosos sigue siendo tan invisible como esa Nueva Escuela Mexicana. Una transformación centrada en una mayor justicia educativa sólo será posible confrontando los problemas para resolverlos y no rehuyendo de ellos haciendo como que no existen.