Violencia en México: nadie te salvará

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    La impunidad alentada desde la presidencia a partir de la negación de los problemas, la omisión y la ilegalidad avanzan sin presión política que sea capaz de ponerles un freno. Es como si estuviéramos condenados al ostracismo.

    Por: Nancy Angélica Canjura Luna

    En la más reciente temporada de películas de terror se estrenó una sobre una joven aislada por su propia comunidad, condenada al ostracismo. La historia transcurre en una angustiante mudez por parte de la protagonista, quien además es acechada por seres que quieren apoderarse de su cuerpo... La temporada de terror ya terminó para dar paso a la celebración de las fiestas por la Navidad y similares; sin embargo, en México no se vislumbra que podamos escapar de las escenas de sangre y violencia en la vida real.

    En los primeros 15 días de noviembre hemos visto cosas terribles: a través de un video de seguridad, fuimos testigos del asesinato del subsecretario de policía de Zapopan, Carlos Flores Amezcua, a plena luz del día y por al menos cuatro civiles armados, en una cafetería de la localidad en la que desempeñaba su cargo. Un día antes, el asesinato de le magistrade Jesús Ociel Baena Saucedo, célebre por su activismo a favor de los derechos de la comunidad LGBTTTIQ+ y por ser le primere magistrade no binario en México y América Latina, se suma a esta ilustrativa pero no exhaustiva lista de horrores que parecerían sacados de una película de terror. La muerte de le magistrade además nos deja en la zozobra por la posibilidad de que se le dé carpetazo como a muchos asesinatos en nuestro país. En la semana anterior, en Hidalgo, Nuevo León, fue asesinada la coordinadora de Seguridad Municipal, Blanca Lidia Ortega, quien llevaba 17 días en el cargo y que fue atacada a disparos por civiles armados cuando volvía a su domicilio.

    Los casos referidos anteriormente no son ni los únicos ni los más atroces, sino que son una muestra de que nadie está a salvo, ni de la violencia ni de la impunidad. Igualmente se puede ser una mujer que transita una calle solitaria en la noche, un mando policial que va a comprar su café de la mañana, un grupo de jóvenes que van a una fiesta, una policía que vuelve a casa -con su escolta-, después de una jornada de trabajo; una madre buscadora, o un funcionario público mediático, identificado por toda una comunidad por su trabajo... No hay una característica que nos garantice que no seremos víctimas de la violencia.

    A este escenario dantesco hay que sumar la violencia sistemática que promueve el gobierno federal contra todo aquel que contradiga o ponga en tela de juicio sus logros o dichos y que permea a través de los altos funcionarios de esta administración. De igual forma se promueve el odio contra magistrados, jueces, activistas, periodistas, comunicadores, organizaciones civiles, opositores, organismos internacionales, como se les espía y se les denuesta. Todo ello en detrimento de nuestras instituciones y de los valores intrínsecos de toda democracia moderna.

    Incluso se puede decir que es un gobierno que nos hace “gaslighting”, término que viene de una obra de teatro y una película basada en ésta, y que es usado actualmente para referirse a un tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad. ​Esta forma de manipulación consiste en negar la realidad, dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción.

    Hay aciertos y avances en algunos rubros, pero negar los problemas no puede generar mejoras. Decir que todo marcha bien en el país, los homicidios han bajado, los reportes de personas desaparecidas... esos han subido pero seguro que hay un error, se va a hacer un censo nuevo porque aparentemente no es posible que sean tan altos. Parece una broma, pero en general, palabras similares han sido pronunciadas por el Presidente de nuestro país y que llevaron a la renuncia de la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, quien ahora es objeto de la denostación por parte del titular del Ejecutivo quien la señala de haber “alterado” el registro junto con “otras personas”.

    La impunidad alentada desde la presidencia a partir de la negación de los problemas, la omisión y la ilegalidad avanzan sin presión política que sea capaz de ponerles un freno. Es como si estuviéramos condenados al ostracismo. En la analogía de la película referida al principio de este artículo, la protagonista no es muda, grita constantemente, pero nadie la escucha porque está sola. Esa es la sensación que genera esta forma de apagar la opinión pública y la participación ciudadana: no estamos mudos, pero nadie nos escucha.

    Lastimosamente, el colapso institucional que procede a esta forma de censura, desacreditación y gaslighting nos conduce a un escenario indeseable. Recordemos que las vicisitudes que vemos actualmente no distan de las experiencias vividas en los 100 años que llevamos en el intento de procesar institucionalmente el conflicto y que nos han dado una democracia funcional. Sin embargo, retroceder en el camino nos puede llevar al procesamiento violento de las agendas, porque si algo hemos aprendido de la historia, es que no podemos confiar en la estabilidad a un líder carismático, por eso es que hay que cuidar, profesionalizar y fortalecer las instituciones. Debemos defender las estructuras, el entramado institucional más allá de las personas. Las instituciones han sido diseñadas en todas las democracias modernas para mantener el equilibro del poder y garantizar derechos, si las abandonamos, quedaremos a la deriva, aislados en un país de 127 millones de personas, y en alusión al título de la película referida, nadie nos salvará.