Es inocultable la crisis de los partidos políticos en México, que se acentuó a partir de la elección general de 2018. Los tres partidos que emergieron con cierta solidez después de 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, colapsaron. Dejaron de ser los actores en el campo de batalla del régimen, cuando prefiguraban la posibilidad de establecer por fin reglas para la competencia democrática. Hoy no hay ninguno realmente comprometido con el sistema democrático que necesita el País para salir adelante, inserto en un mundo tan complejo como el actual.

    @jgarciachavez

    SinEmbargo.MX

    A contrapelo de que la política es de interés público y por eso los partidos tienen un alto rango en la Constitución, el empresario Claudio X. González y compañía se empeñan en reducirlo al ámbito de lo privado, lo empresarial, lo utilitario, lo que por comprarse con dinero carece de dignidad.

    Es inocultable la crisis de los partidos políticos en México, que se acentuó a partir de la elección general de 2018. Los tres partidos que emergieron con cierta solidez después de 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, colapsaron. Dejaron de ser los actores en el campo de batalla del régimen, cuando prefiguraban la posibilidad de establecer por fin reglas para la competencia democrática.

    Hoy no hay ninguno realmente comprometido con el sistema democrático que necesita el País para salir adelante, inserto en un mundo tan complejo como el actual. Incluso Morena y su propuesta gelatinosa de transformación pasó a convertirse en aparato de Estado; por eso no puede romper una dualidad que le es propia: por una parte aparato partidario, y por otra movimiento social, capitaneado por una figura carismática con fecha de caducidad.

    No es estimulante lo que se ve para el futuro, no hay motivos de optimismo para confiar en una consolidación democrática largamente anhelada.

    Los partidos sirven para promover la participación en una sociedad surcada por contradicciones, que se supone con una ruta democrática conforme a las más altas leyes del país. También realizan la mediación para integrar la representación política y, lo esencial, en un mundo de conflictos, acceder al ejercicio del poder a través de un juego de elecciones periódicas, realmente competitivas y en las que la alternancia en el poder sea una posibilidad real.

    Estas verdades, de tanto repetirse, se han desgastado, como los caracteres de las monedas que pasan por miles de manos y bolsillos.

    Claudio X. González con los suyos, y sobre todo con su dinero, va por un rumbo distinto y a la vez engañoso. Hay algo de antipolítica creando aparatos de coyuntura al igual que ha sucedido en otros países. A ese fin emplea un lenguaje que aparenta compromiso democrático, pero que tiene un sentido altamente estamental, de autodefensa de intereses creados muy conocidos.

    Sabe el empresario que tiene dinero para comprar liderazgos partidarios, pero no le interesa jugársela a través de un partido de manera genuina, porque además está cierto que ni PRI, ni PAN, ni PRD sirven a los propósitos del desafío de 2024.

    Como dinero es lo que le sobra, ya tiene con él a políticos en desgracia, como Gustavo Madero, Guadalupe Acosta Naranjo o Carlos Medina Plascencia, fascistas embozados como Gustavo de Hoyos, y todo un ramillete de personajes fallidos en las organizaciones en las que aún navegan a contracorriente. Un signo los marca a todos por igual: ya estuvieron y no dieron la talla, fueron aprendices de brujo que sirvieron al propósito de descomponerlo todo sin ofrecer alternativas.

    Hoy, a través de Unid@s (plagio de por medio) intentan con nuevas máscaras insertarse en la ruta electoral y, cómo no, con las armas de la simulación, vestidos de sociedad civil, sin serlo en algún sentido, para empezar, y con trajes muy deshilachados.

    México necesita, como nunca, una izquierda democrática frente a las acechanzas que golpean al país. Lamentablemente no se ve por dónde, y además todo indica que los héroes del pasado o están en la nómina o francamente fatigados.

    Esto provoca que los Claudios tengan buen caldo de cultivo. Pero de una manera que no es la que cuadra con la construcción de una democracia.