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Carnaval, Semana Santa, Semana de la Moto, aurigas, pulmonías, razers, etc., el chiste es que no podemos negar que en Mazatlán vivimos en una ciudad ruidosa.
Y eso que gracias a una acción colectiva que iniciamos, las aurigas y pulmonías tuvieron que bajarle al volumen de sus equipos de sonido.
A nadie le gusta vivir en una ciudad ruidosa porque es molesto y además genera daños a la salud.
Los estadounidenses y los canadienses que habían comprado propiedades en nuestra ciudad, con el fin de vivir sus años de retiro tranquilamente, están empezando a venderlas.
Lo anterior me lo han dicho algunos notarios públicos amigos y clientes míos, hasta alarmados.
Aunque existen caminos legales para reducir o eliminar el ruido, como la acción colectiva que comenté, lo cierto es que el camino más efectivo es que, desde el Ayuntamiento se generen políticas públicas para eliminar o reducir el ruido y evitar que los extranjeros que habían elegido la ciudad para vivir, empiecen a emigrar a otros lados.
Los extranjeros no solo están vendiendo sus propiedades, hartos del ruido y del embotellamiento de vehículos que se genera con tanta actividad “turística”, también están recomendando a sus paisanos que ya no compren propiedades aquí.
No se puede negar que el Carnaval, la Semana Santa y la Semana de la Moto generan derrama económica para la ciudad, pero a qué costo.
En el Palacio Municipal deben empezar a poner atención a esto y preguntarse ¿además de la derrama económica generada por esos eventos, qué otro beneficio acarrean para la ciudad o los ciudadanos?
La derrama económica no es razón suficiente para soportar el desorden que tenemos que soportar, si así fuera entonces hay que dejar que los delincuentes hagan lo que se les venga en gana al fin que van a dejar derrama económica.
Es verdad que Mazatlán vive del turismo, pero también vive de los extranjeros que eligieron el puerto para retirarse y que invierten aquí y gastan su dinero aquí.
El Gobierno municipal debe responder a la confianza depositada por esos extranjeros y tomar las acciones necesarias para protegerlos de las molestias causadas por tanto evento ruidoso y desordenado, buscando un equilibrio entre esos eventos y el orden de la ciudad.
Si el Gobierno municipal no hace nada, si no se pone las pilas, el fenómeno que les platico de venta de propiedades por extranjeros irá en aumento y seguramente enfrentará uno que otro juicio de amparo o acción colectiva para que lo obliguen a hacer lo que debe hacer solito.
Bienvenidos esos eventos, bienvenida la derrama económica, pero no a costa de nuestra tranquilidad.