Un ‘domingo negro’ para Tacuichamona. Del legado prehispánico a la narcoguerra
Hacía casi una década que el territorio cuna del ala del Cártel de Sinaloa cuyo jefe es Ismael Zambada García no era objetivo de tan numerosa incursión militar, hasta que el domingo ocurrió el enfrentamiento con el Ejército en Tacuichamona con el saldo de dos soldados muertos, lo cual rompe también la paz que el emblemático “Mayo” ha garantizado no sólo en sus enclaves del municipio de Culiacán, sino en el resto de México, al constituirse como factor de interlocución para la pacificación de las demás organizaciones del narcotráfico.
Hasta antes del 9 de febrero de 2023, cuando un operativo castrense ejecutado de manera quirúrgica detuvo a José Guadalupe Tapia Quintero, a Tacuichamona se le referenciaba por su configuración arqueológica con jeroglífico, la calle principal en círculo, la gastronomía, cabañas de uso turístico y una de las mejores representaciones del Viacrucis en Semana Santa. Poco se le conocía por las balas, el rugir de helicópteros, movilización de tropas y azoro en los lugareños.
Es decir, para que sea completa la evaluación de los sucesos violentos del fin de semana ha de hacerse en dos sentidos: uno por el retroceso causado al poblado que en las faldas de la Sierra Madre Occidental conserva rastros de legado prehispánico y que apenas se incorporaba al catálogo de atractivos de la industria sin chimeneas en Sinaloa y, lo segundo, por las implicaciones sociales que trae la interrupción del cese de hostilidades entre los ejércitos del gobierno y del narco.
La última vez que la zona del Valle del Río San Lorenzo se vio agitada por la aparatosa invasión de elementos de fuerzas federales fue en febrero de 2014 al ser destacamentadas células especiales de la Secretaría de Marina en diferentes puntos, desde El Conchal hasta El Salado, como preámbulo del mayor operativo que se haya enderezado contra Zambada. Luego de cateos, patrullajes y despliegue de equipo aéreo y terrestre, a los días la acción se retiró así como si nada.
Tampoco en ocasiones anteriores se reportaron bajas en el bando militar y siempre el CS ha cuidado que nada contribuya al calentamiento de la plaza que, insistimos, salvo hechos aislados se caracteriza por la tranquilidad. En la mayoría de las veces la gente puede movilizarse tranquila y sacar adelante sus actividades en condiciones de seguridad aportadas más por las corporaciones criminales que por la labor policiaca.
Pero lo que sucedió el 11 de junio altera bastantes cosas que no le convienen ni al Cártel, ni al gobierno y mucho menos a las comunidades que, a unos 10 kilómetros a la redonda, literalmente sintieron la cercanía del peligro por la ráfaga intensa, el cielo surcado por aeronaves militares y el ir y venir de convoyes terrestres de la Secretaría de la Defensa Nacional. Sin ánimo de exagerar y guardadas las proporciones, el sur del Municipio de Culiacán vivió su “Tacuichamonazo” o “Domingo negro”, como se le quiera llamar.
A pesar de que existe poca información sobre este choque violento, de los motivos y objetivos del operativo, las evidencias que los lugareños registraron hablan de una mañana infernal. Y delatan también que los códigos del narco viran en sentido contrario de reglas tradicionales como cuidar la tranquilidad de las regiones hospederas, aislar de las adicciones a las drogas a los habitantes de éstas, respetar la vida de mujeres y niños y, centralmente, evitar situaciones que motiven la intervención del Gobierno en los refugios del Cártel.
Más allá de la escueta información que a media mañana aportó el Secretario de Seguridad Pública del Gobierno del Estado, Cristóbal Castañeda Camarillo, de “la situación ya está controlada”, la muerte de dos militares y del aseguramiento de unidades motrices, armas, cargadores y equipo táctico, se les debe explicar a los culiacanenses de la parte sur del municipio qué garantías tienen para estar tranquilos y no ocurra la repetición de circunstancias.
Nada puede considerarse bajo control cuando la fuerza militar fue golpeada por la muerte de dos de los suyos y el segmento de la organización criminal asentada en Tacuichamona sabe de la persecución que se le viene encima derivada del encontronazo violento. Poco puede normalizarse en un territorio que de pronto siente alterado el acuerdo de no intervención del Gobierno que desde que nació el Cártel de Sinaloa en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se le ha respetado a Ismael Zambada a cambio de que opere como fiel de la balanza del narco con fines de reducción de la violencia.
Entonces la premisa regresa al punto fundamental que haga de Tacuichamona el atractivo para el turista, aquella vocación por la hospitalidad distante de guerras y mafias, que se expresó con el Festival del Queso el 4 de junio y las casas coloreadas que la Secretaría de Turismo promovió para incluir al poblado en el itinerario de rutas fascinantes. Restablecer la seguridad de que los visitantes puedan regresar sin estar en riesgo la vida de ellos ni las de los prestadores de servicios.
Por tus calles circulares,
Y entre las casas de colores,
Hoy sufres estos pesares,
Tacuichamona de mis amores.
Ni siquiera aquellas reacciones tan ordinarias de la delincuencia, siendo el caso de plantar ponchallantas en las calles posterior a las ofensivas militares-policiacas, son capaces de prever las autoridades estatales a pesar de que sí es de su competencia (por aquello de que se quieran sacudir la responsabilidad) proteger a la población civil pacífica de secuelas de violencia de alto impacto. Los automovilistas que circulaban la tarde del domingo por la carretera libre México 15, a la altura de La Laguna Colorada, toparon con esos dispositivos inmovilizantes que, remarcamos, por la falta de vigilancia reactiva no fueron detectados y retirados a tiempo por la Policía.