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Felizmente llegamos al último día del año y al volver la vista atrás se ve, como lo cantaba Facundo Cabral, la senda que nunca, jamás, se volverá a pisar.
No obstante, queda la posibilidad de hacer el balance de lo vivido con sus ganancias y pérdidas. Pero, también, ver hacia adelante, lo que 2023, podría depararnos en lo individual y lo colectivo, considerando que no somos una ínsula en medio del desierto.
No, somos parte de un todo, que lo mismo nos beneficia como nos perjudica.
Sinaloa, el año pasado, estuvo tatuado por la pandemia del Covid-19 y los efectos que tuvo en la vida de las familias, la evolución de las empresas, el diseño de las políticas públicas y los problemas en la cohesión social.
Hoy, estamos en lo que se ha dado a llamar la sexta ola y, aunque, no tiene los efectos desastrosos que sufrimos en 2020 y 2021 no deja de ser una sombra negra que se cierne sobre la vida pública y tiene en estado de alerta al mundo sobre todo por las imágenes escalofriantes que llegan desde China con su mensaje de muerte.
En un ensayo de Carme Colomina que publica en diciembre la revista digital Es global advierte que el 2023 estará marcado por la permacrisis -una nueva expresión que es considerada la palabra del año- y que nos dice la académica: “pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello” (https://www.esglobal.org/10-temas-que-marcaran-la-agenda-internacional-en-2023/)
Es decir, la manera de como México juega o juegue contra esas amenazas habrá de ser decisivo para cada una de las entidades federativas con sus llamadas ventajas comparativas.
Inflación. El proceso inflacionario está en marcha en el mundo y en México ronda sobre el 10 por ciento anual. Aunque, eso no es lo que se refleja en el nivel de precios del mercado al menudeo, incluso, los productos que el estado genera en sus campos agrícolas. Y es de esperar que la llamada cuesta de enero venga con especial agresividad -aunque el Presidente pretenda exorcizarla como prestidigitador señalando “que no habrá cuesta de enero”, como si el comportamiento de la economía se decidiera en Palacio Nacional y no como parte de la dinámica internacional. Sinaloa, además, tiene un ingrediente si bien no exclusivo si llega a influir en el nivel de precios en los bienes de consumo como es el flujo de dinero sucio que se lava y genera una dosis adicional de inflación. Si no que se lo pregunten a los culichis.
Seguridad alimentaria y pobreza. La fama de que Sinaloa es el granero de México pareciera exorcizar el riesgo del hambre. Sin embargo, los valores que revelaba Coneval en 2020, o sea, en medio de la parte álgida de la pandemia era que en promedio 30 por ciento de la población se encontraba en una situación de pobreza y el 2.5 por ciento en situación de pobreza extrema. Esto significa que uno de cada tres sinaloenses es pobre y son y serán los más afectados con el comportamiento errático de la economía. Difícilmente los programas sociales serán suficientes para contrarrestar los efectos empobrecedores de esa masa de población y mucho menos la retórica cotidiana y justiciera. Pues si bien, estos ingresos son un alivio para los beneficiados, lo que estamos viendo es que cada día hay más población pobre en el país.
Crisis energética. El aumento de los precios en los combustibles es, sin duda, un elemento inflacionario de primer orden. Y el problema, es que los precios de los combustibles son internacionales, salvo cuando se les subsidia lo que significa una reasignación del gasto público. O sea, algún sector económico o social pierde. Y eso, será una variable, que estará presente en 2023 sobre todo en perspectiva de las elecciones presidenciales de 2024 que suelen normalizar la economía. En Sinaloa, lo estamos viendo, con los productores agrícolas que reclaman apoyos para el campo configurando una tensión permanente que llega a complicarse con la presión actual en la cadena de suministro que está afectando al mundo.
La sexta ola de Covid-19. Aunque los efectos de esta ola, no se han hecho visibles, como problema de salud pública que reedite ciertas políticas de control social y llame al recogimiento o a la sana distancia, está presente como amenaza mundial por el comportamiento del virus entre la población china y es cuestión de tiempo para saber del impacto que tendrá en México. En tanto eso sucede, las estadísticas nacionales muestran un alza de contagios en las últimas semanas, y como sucedió en años pasados, las fiestas de fin de año son una fuente extraordinaria para la multiplicación de enfermos que hoy en Sinaloa no parece ser una preocupación para familias y gobiernos que han normalizado una vida sin cubrebocas.
La definición de las candidaturas presidenciales. La sucesión presidencial con su parafernalia de campañas anticipadas está y estará presente en la atmósfera del país y en 2023 alcanzará su máxima expresión. Y aunque no es un asunto propiamente sinaloense, sino nacional, tiene y tendrá un componente local, cuando los grupos políticos, especialmente aquellos ligados a Morena, se activen apoyando a uno u otro aspirante. De hecho, se han venido perfilando a favor de alguno de los tres aspirantes a la candidatura presidencial, incluso, lo hace el Partido Sinaloense que está definido por Adán Augusto López Hernández, el Secretario de Gobernación. La oposición partidaria hasta ahora no pinta, incluso parece desaparecida de la escena pública, pero, tarde que temprano, lo hará acicateada por la dinámica nacional.
En definitiva, estamos en las primeras horas de 2023 con sus problemas y asechanzas, estas y otras, que están en la agenda pública como son los de la inseguridad, los feminicidios, la corrupción, el rendimiento institucional, la calidad educativa, empleo o el desarrollo de las regiones y municipios.
Solo, por último, nos resta desear a todos los lectores y directivos de Noroeste que tengan las fortalezas para resistir los embates de un nuevo año y la suficiente alegría para ver el futuro con optimismo.