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Hay escenarios sumamente sensibles, que ponen en riesgo la frágil estabilidad que priva en el mundo. La guerra entre Rusia y Ucrania es el evento que en la actualidad más preocupa a los analistas, por las consecuencias apocalípticas en que puede derivar. Vemos la obstinación en una salida bélica, por parte de los países occidentales miembros de OTAN, surtiendo con recursos económicos y pertrechos militares a Ucrania, con el objetivo de prolongar el conflicto. Lamentamos que la conflagración se extienda, sin que se vislumbre la posibilidad aún de una negociación que lleve lo más pronto posible a un alto a la guerra.
Lo anterior es preocupante, porque ese conflicto puede derivar en una guerra de fatales consecuencias para la humanidad. Es urgente que se logren acuerdos que propicien un alto al fuego y se refrenden los acuerdos internacionales que garanticen la neutralidad de Ucrania. Eso implica que la OTAN y el Gobierno ucraniano abandonen su plan de instalar misiles en un país que tiene estrechas relaciones históricas y culturales con Rusia y se encuentra en una región fronteriza.
En América Latina, en la época de la Revolución Cubana, vivimos un escenario parecido: la instalación de misiles nucleares en Cuba, apuntando directamente a EU, pese a que le asistía a los cubanos el derecho, conforme a su soberanía, para instalarlos, objetivamente fue visto como una amenaza por los EU y a punto estuvo de desatar una conflagración mundial. Mediante tratados, Cuba tuvo que dar marcha atrás y retirar los misiles, mientras que EU garantizaría no invadir militarmente la isla. Algo semejante a lo vivido en esa época, de finales de los 50, sucede ahora: hay riesgo de una conflagración mundial, porque el plan original de la OTAN de instalar misiles en Ucrania es visto por Rusia como una fractura del equilibrio geopolítico en la región y una amenaza a su seguridad nacional.
Hacemos votos porque, cuanto antes, se logre la paz en esa parte de Europa. La guerra es por completo contraria a los intereses de los pueblos. Los únicos beneficiados son los dueños de los consorcios de armas, que promueven escenarios bélicos en todo el mundo. Mientras la industria de las armas aumenta sus ganancias y multiplica su capital de manera estratosférica, los pueblos sufren las vicisitudes negativas derivadas de esos eventos.
La carestía aumenta la amenaza de hambruna en el mundo, como resultado de la guerra en Europa. Esto significa una preocupación más para la humanidad, que no tiene reposo en sus incertidumbres que la agobian. La guerra mantiene a la población mundial en constante zozobra, por los males en cascada que la acompañan. Máxime que la humanidad apenas venía saliendo de la epidemia global del Covid-19, que significó un gran esfuerzo de todos los países por atenuar sus efectos destructores.
Apostemos por la paz, no a la guerra, esa es la demanda más genuina de todos los pueblos del globo terráqueo. Los organismos multilaterales deben redoblar sus esfuerzos y presionar a los países involucrados en lograr la paz en Ucrania lo más pronto posible.
Cuando nos referimos a estos importantes temas, viene a nuestra mente lo trascendente que es despojarnos de egoísmos y estar abiertos a contribuir al progreso de los pueblos, como sí trabajáramos por el mejoramiento de nuestro propio entorno. La paz es la meta superior de la humanidad, lo que permite lograr el bienestar de las personas, sin fijarnos en color, religión o cultura. La fraternidad universal debe ser el objetivo sobre el que caminemos todos los pueblos del mundo.
Trabajemos sin tregua por la paz, en la actualidad esta es una prioridad tangible. Urge que la ONU y todos los organismos internacionales fomenten un acuerdo político para lograr la paz en Ucrania y en otras regiones con conflictos bélicos. El respeto a las leyes internacionales y a la soberanía de los pueblos debe conducir a la paz entre las naciones. Evitar el sufrimiento de los pueblos debe ser la prioridad que guíe a los gobiernos del mundo entero.
Esperamos pronto se alcance la paz en Ucrania y se disipe el peligro de una confrontación de consecuencias impredecibles para la humanidad. El pueblo mexicano es un ferviente amante de la paz, porque conoce la guerra, por haberla sufrido en carne propia, en varias épocas de su historia. Ante la disyuntiva, tan nítidamente resumida por León Tolstoi: la guerra o la paz, los mexicanos abogaremos siempre por la convivencia pacífica y civilizada de las naciones del orbe.