Salir de nuestro silencio y reconstruir nuestro futuro

09/04/2025 04:01
“El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por quienes los observan sin hacer nada”._ Albert Einstein
Si queremos un futuro distinto, es momento de actuar. La historia nos ha mostrado lo que sucede cuando el mundo guarda silencio ante la injusticia y la barbarie. Esta vez, no podemos quedarnos callados.

Vivimos un momento en la historia en el que muchos advierten sobre la posibilidad de un nuevo conflicto mundial, como si los demonios del pasado estuvieran a punto de desatarse nuevamente. Sin embargo, quienes difunden estas advertencias son, en muchos casos, los mismos actores que están socavando las reglas mínimas de convivencia que la humanidad ha construido con esfuerzo.

Los avances en derechos humanos, la lucha contra el cambio climático y los acuerdos que han permitido la paz en distintas regiones del mundo están siendo erosionados por una nueva lógica de imposición y sometimiento. “Donde la fuerza dicta las normas, la justicia deja de existir”, advertía el filósofo John Locke.

Hoy, en un clima de creciente tensión global, los tambores de guerra resuenan no solo en el ámbito militar, sino también en el comercio, la diplomacia y la geopolítica.

Las grandes potencias imponen sus condiciones a los pueblos que consideran subordinados, explotando sus recursos naturales y sacando el mayor provecho del comercio mundial. En este juego de dominio, las reglas no son equitativas: se utilizan todas las estrategias de presión posibles, incluyendo bloqueos económicos, sanciones y amenazas veladas. Las fronteras se cierran para quienes no aceptan sus términos, y el desarrollo de las naciones queda sujeto a la voluntad de quienes controlan los mercados y los flujos financieros.

El olvido de las lecciones del pasado

¿Qué nos ocurre como civilización cuando, a pesar de haber vivido grandes tragedias -guerras, genocidios y crisis humanitarias-, seguimos repitiendo los mismos errores?

Cada conflicto, al final, nos deja en el mismo punto de partida, solo con una estela de sufrimiento humano aún mayor.

A pesar de ello, la mayoría de las personas opta por la indiferencia, por encerrarse en su propia realidad y solo reaccionar cuando los problemas tocan directamente su entorno cercano. “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que las personas buenas no hagan nada”, dijo Edmund Burke, y esa actitud pasiva es lo que permite que las crisis se profundicen.

Las grandes potencias han aprendido a jugar con este letargo colectivo. Mientras la población mundial se mantiene ocupada en sus propios problemas, los poderosos consolidan su dominio, asegurándose de que sus intereses económicos y políticos prevalezcan.

La instrumentalización del otro -de los países más débiles, de los pueblos sin voz, de los ciudadanos atrapados en la rutina- se ha convertido en la norma.

Pero este sistema, basado en la imposición y el miedo, solo puede sostenerse mientras sigamos callando.

En lugar de analizar los signos del presente, muchos prefieren ignorarlos, sin darse cuenta de que el silencio solo alimenta la destrucción de lo que se ha construido.

Un futuro en riesgo: reconstrucción o retroceso

La era en la que vivimos no está marcada por el progreso, sino por un retroceso peligroso. En lugar de mirar hacia el futuro con esperanza, estamos permitiendo que se desmoronen las normas básicas de convivencia y que las tragedias simplemente sucedan sin hacer nada por evitarlo.

Pero aún estamos a tiempo de revertir este proceso. Lo que nos corresponde ahora no es resignarnos, sino recuperar lo que se ha avanzado y reconstruir un camino que nos permita mirar hacia adelante. No podemos permitir que la historia se repita sin aprender de sus errores.

El desafío de nuestro tiempo es claro: evitar una nueva conflagración global y ser capaces de tomar medidas preventivas que protejan la dignidad humana y los derechos de los pueblos.

No podemos seguir aceptando un mundo donde las grandes potencias imponen sus condiciones bajo la amenaza del aislamiento o la asfixia económica. Necesitamos nuevas formas de organización, solidaridad y resistencia.

Si queremos un futuro distinto, es momento de actuar. La historia nos ha mostrado lo que sucede cuando el mundo guarda silencio ante la injusticia y la barbarie. Esta vez, no podemos quedarnos callados.