Rocha al año: amenazas a la agricultura. Del escritorio a las mesas de las familias
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Por ser el campo sinaloense reconocido a nivel nacional e internacional como el granero de México, mérito que aparte de generar orgullo se traduce en beneficios directos a las mesas de todas las familias, es extraño que en el gobierno de Rubén Rocha Moya no esté dispuesta permanentemente una instancia que atienda al sector más afectado por vaivenes económicos y políticos y que salga a dar la cara, fusionado y con carácter, cuando algo o alguien quiera debilitar a este pilar de la estabilidad social.
Ya está muy trillado el discurso de que la provisión de alimentos a los hogares es el mejor sostén de la tranquilidad ciudadana. No obstante, al realizarse el balance del primer año de Rocha Moya como que falta implementar, o hacerlas visibles, políticas públicas integrales que beneficien a la agricultura en general sin segmentarla entre pobres y ricos. Es verdad que al sector temporalero se le atiende bien, allí está el fertilizante sin costo para 600 mil hectáreas anunciado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero más allá de la subsidiariedad existen aspectos a atender de mayor impacto.
Una muestra de la soledad en que se está dejando a la agricultura de riego es la posible aprobación de la iniciativa de ley que propone la prohibición de plaguicidas, sin proponer con qué serán combatidas las plagas en los cultivos. Esto sería normal si los legisladores de otros países lo estuvieran proponiendo para eliminar a sus competidores graneros o legumbreros mexicanos, la mayoría sinaloenses, pero qué terrible que el golpe venga del Congreso de la Unión. ¿Qué les dirán a sus representados cuando se venga un aumento en precios de los productos del agro porque al no aplicar agroquímicos las plagas arrasarán con las cosechas?
El Gobernador designó como coadyuvantes del campo a dos que saben muy bien de qué se tratan tanto los problemas como las soluciones. Ni modo que Jaime Montes Salas, Secretario de Agricultura, sea ajeno a la preocupación por acechanzas que él mismo ha padecido tratándose de intentos por secar a las verdes parcelas del estado con políticas públicas que quieren bajar a los agricultores de zonas de riego al mismo nivel de los temporaleros. O que el Secretario de Desarrollo Económico, Javier Gaxiola Coppel, ignore la gran aportación de la labranza de la tierra en enjuagarle a Sinaloa el rostro todavía manchado por los estigmas.
Hace unos días, el 27 de octubre, el presidente de la Asociación de Agricultores del Río Culiacán, Enrique Riveros Echavarría, participó en el Primer Parlamento Abierto en Materia de Plaguicidas y Fertilizantes, organizado por el Senado de la República. Deriva de que a la Comisión senatorial de Salud se le ocurrió la reforma a la correspondiente ley para prohibir el uso de plaguicidas y se olvidó de algo: establecer alternativas para eliminar las plagas que, cualquier hombre del surco lo sabe, acaban con las siembras.
Aquí es donde Rocha debe tener una gran intervención que salve al campo de Sinaloa y, colateralmente al de todo el País. Nadie sabe qué están haciendo sus secretarios de Agricultura y Economía, aunque parece ser de esos casos de funcionarios que no oyeron el llamado a que lo ayuden a gobernar, aquel “por favor, trabajen” de inicios de septiembre. Si está debidamente sustentado eliminar el 60 por ciento de los agroquímicos, pues que los senadores hagan la tarea completa e indiquen la alternativa para reemplazarlos.
A diferencia de senadores de invernadero, que por generación espontánea emergieron de una curul y luego no supieron qué hacer ni por qué llegaron, Rubén Rocha Moya es testigo del prodigio del suelo sinaloense, el del fruto, la mazorca, la vaina y la espiga, que asoma en el surco con la misión original de dar vida sin fijarse si alimentará a pobres o a ricos. También los senadores Imelda Castro y Mario Zamora se criaron, quizás en oportunidades diferentes, presenciando este milagro sinaloense que nadie ha podido destruir, ni siquiera la referencia narca que sacia el morbo internacional.
El caso de los fertilizantes representa una señal de que el sector agrícola necesita más atención. Existen muchos acechos como la prohibición de la contratación de mano de obra infantil en las plantaciones de hortalizas que al aplicarlas en Sinaloa ocasionan que las familias completas se vayan a otros estados donde sí les dan ocupación y aquí se queden sin jornaleros. O que en los valles agrícolas se refuercen las medidas de seguridad para evitar que violencia y drogadicción cobren víctimas en los trabajadores eventuales, acción que da pauta a que organizaciones de derechos humanos digan que los tienen secuestrados.
La agricultura, Gobernador, usted lo sabe, es patrimonio de todos. Desde aquellos que en la niñez le apostamos a las laderas de los cerros y les arrancamos el maíz para el nixtamal de un año, o los que toda la vida la practicaron como medio de subsistencia, hasta quienes arriesgan sus capitales, y la convierten en negocio, con beneficios diseminados hacia todos lados. Es por esa razón que debiera tener un espacio permanente de diálogo en su gobierno, no más de gritos, cierres de calles y desfiles de maquinaría de antes.
Porque el campo hace al País,
Que alguien explique por favor,
Por qué acabar con el sector,
Arrancándolo desde la raíz.
Celebramos a los muertos sin justicia cuyas vidas todavía promisorias fueron cercenadas por criminales, a los que no descansan en paz porque la ruidosa impunidad perturba sus tumbas, a los muertos en vida que padecen mil martirios que les apagan las ganas de existir, a los que se creen vivos a pesar de que llevan las conciencias fallecidas y a los difuntos que nos rondan para que nunca los olvidemos. En tanto los que permanecemos acá aprenderemos a llorar ya sea en silencio o a carcajadas.