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ÉTHOS
07/01/2025 04:00
    Nunca es tarde para un corazón inquieto (aunque Agustín exclamó: “tarde te amé”); todo tiempo es válido para encontrar el camino y la verdad.

    Naela, amiga de hace muchos años, comentó en la columna de ayer, sobre la búsqueda de los magos: “La búsqueda no concluye con el hecho de que los Reyes Magos encontraron al Niño Dios, creo que lo más interesante es aplicar las últimas palabras del Evangelio de ayer de San Mateo: ‘Regresaron a su tierra por otro camino’, así tenemos que ser: ¡Diferentes después de encontrarlo! Feliz día de los Santos Reyes”.

    En efecto, tiene razón, por eso le respondí: “Claro, Naela, pero mi narración no terminó tampoco ayer. Aún continúa. Gusto en saludarte. Un abrazo”. El espacio de la columna es pequeño, razón por la cual dedicamos, en ocasiones, dos o tres columnas en seguimiento del tema, como es el caso.

    Al encontrar al Niño, los magos se transformaron y encontraron el verdadero camino. No son buscadores ignorantes, despistados o anodinos, como en el cuento titulado “El buscador”, donde narró Jorge Bucay: “Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente aquel para quien su vida es una búsqueda”.

    Goethe es otro ejemplo de quien no supo lo que buscaba: “puedo decir que en mis 75 años de vida no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido un eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de sitio”.

    En cambio, el ejemplo del verdadero buscador lo tenemos en Agustín de Hipona, quien expresó en su libro de las Confesiones: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

    Nunca es tarde para un corazón inquieto (aunque Agustín exclamó: “tarde te amé”); todo tiempo es válido para encontrar el camino y la verdad.

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