Responder a la violencia con justicia: menos Rambo’s y más Sherlock’s Holmes
@AdrianLopezMX
Esta semana nos visitaron dos personajes relevantes en Sinaloa en cuanto a temas de construcción de paz, seguridad, drogas y violencia. El primero, el ex Alcalde de Medellín Sergio Fajardo, quien ahora lidera una iniciativa de Aprecio por lo público en el Tec de Monterrey, institución que lo trajo al Campus Sinaloa donde sostuvo reuniones y conferencias con diversas audiencias. El segundo, Guillermo Trejo, de la Universidad de Notre Dame en Indiana y experto en temas de construcción de paz en la “zona gris” de la criminalidad, por invitación de Noroeste en el marco de nuestro 50 aniversario que se cumple este 2023. Su libro “Votos, Drogas y violencia”, en coautoría con Sandra Ley del CIDE, ha sido reconocido como uno de los mejores en el tema, tanto en Estados Unidos como México.
Ambos aportaron desde sus diferentes perspectivas evidencia, diagnósticos y opiniones sobre la situación en México; también soltaron algunas ideas sobre cómo abordar nuestras violencias. Expongo aquí algunas de ellas:
Primero habría qué decir lo obvio: el problema que tenemos enfrente es crónico, grande y complejo. Eso implica que no hay soluciones simples ni inmediatas. Es decir, las propuestas de “todo o nada”, “mano dura” o “buenos contra malos” no solo no funcionan, sino que suelen generar situaciones de mayor violencia en el mediano y largo plazo. Valga recordar esta evidencia para los nuevos populistas que se solazan en caso de Bukele y El Salvador o para quienes defienden la militarización de nuestro modelo de seguridad, iniciada a finales del sexenio de Fox, intensificada por Calderón, mantenida con Peña Nieto y exacerbada por López Obrador a otras esferas de la vida pública.
En segundo lugar, destaco la idea de Fajardo en el sentido de que el caldo de cultivo que ha puesto a México y a Colombia en la picota de las violaciones a derechos humanos y la crisis humanitaria en materia de homicidios, desaparición y desplazamiento de personas se sustenta en la desigualdad, la violencia y la impunidad y en que hay que trabajar en ellas de manera simultánea y coordinada; por difícil que suene. Hay que reconocerlo y hablarlo así. Informado sobre los hechos más recientes del 5 de enero, Fajardo preguntó: “¿Están listos los sinaloenses para hacer un foro de reflexión sobre lo que han vivido?”
En tercer lugar está la aportación de Trejo que sugiere que dejemos de pensar al “Crimen” y al “Estado” como entes antagónicos y separados, y empezar a pensarlos como dos entes que se entrecruzan. A la intersección de ambos se le denomina la “zona gris” de la criminalidad y es lo que conocemos como “crimen organizado”. Es una zona donde los actores del estado que se involucran suelen ser el Ejército, las policías y las fiscalías, mientras que por parte del crimen tenemos a las organizaciones criminales, cárteles, etc. En esa zona no hay derechos sino corrupción, cooptación y miedo. Todos los países tienen una “zona gris”. Es imposible desaparecerla, hay que aceptarlo y por eso el objetivo del Gobierno y la sociedad debe ser acotarla y reducirla al mínimo. Como ya se sabe, gracias a la evidencia delincuencial, la “zona gris” de países como México, Colombia, Brasil o El Salvador son enormes. Por eso la importancia no solo de detener y juzgar a sicarios, capos y lavadores de dinero, sino también a los narcopolíticos que los hacen posibles y poderosos.
En cuarto lugar rescato el hallazgo de Trejo en el sentido de que aquellos países de Latinoamérica que se democratizaron a finales del siglo pasado, entre ellos México y Colombia, y no iniciaron de inmediato procesos de justicia transicional, son ahora los países con las tasas más altas de homicidio. Mientras que otros como Argentina, Chile o Paraguay tienen tasas de homicidio significativamente más bajas y similares a países europeos. Aquí incluyo también la idea de que hay que trabajar en lo local pero sin perder la perspectiva de macro-criminalidad de estos fenómenos y la necesidad de buscar apoyo de organismos internacionales para acompañar estos procesos de recuperación de memoria, verdad y justicia.
Por último, me quedo con la propuesta de Guillermo Trejo en el sentido de que a la violencia no hay que responder con violencia sino con justicia.
Y esto me recuerda que en Sinaloa llevamos gobierno tras gobierno en la idea de reforzar armamento, policías, patrullas y capacitación sin poner nunca un verdadero acento en lo que sucede con la ahora Fiscalía autónoma. Le doy el dato, según el estudio más reciente de México Evalúa “Hallazgos 2021: seguimiento y evaluación del sistema de justicia penal en México”, Sinaloa ocupó la posición número 8 en el índice de impunidad con 87.3 por ciento; pero promedió 99.4 por ciento de impunidad en homicidio, 100 por ciento en desaparición forzada de personas y 84.4 por ciento en feminicidio, por mencionar algunos delitos graves. Sinaloa es también el estado con la “cifra negra” más alta del país según la ENVIPE con 96.7 por ciento, que es el porcentaje de delitos que no se denuncian por pérdida de tiempo, desconfianza en la autoridad, trámites largos y burocráticos y miedo, entre las principales razones; lo que nos habla de la eficacia de nuestro sistema de justicia y de la enorme brecha que tenemos por llenar ahí si aspiramos a una paz verdadera y no a una que se nos quiebra cada “jueves negro”.
En suma y para la esperanza, nos dijo Trejo, desde la academia, el periodismo y la sociedad civil hay que empezar a convocarse, articularse y organizarse para proponer y exigir a las autoridades en turno que más que “Rambo’s” necesitamos más y mejores “Sherlock Holmes”; dejar de enfocarnos solo en el paradigma del combate y la guerra y poner mucha mayor atención y recursos en el paradigma de la justicia. Volteemos a ver a las Fiscalías y al Poder Judicial, propongamos que se les dote de mejores capacidades, personal y presupuestos, exijamos que rindan cuentas, sean transparentes y sobre todo, que den resultados.
Seamos pues antiimpunidad, propaz y projusticia. Con eso me quedo.