El ser humano no es perfecto, pero sí perfectible. Es propio del él errar y equivocarse, pero lo impropio es permanecer en el yerro. Aunque la falla ya no sea posible no cometerla, pues ya se hizo, sin embargo, sí se puede tratar de reparar lo irreparable.
A los ojos de los seres humanos, quien cometió la falta ya quedó condenado de por vida (como afirma un conocido refrán: “por un perro que maté, ya me dicen mataperros”); no obstante, a los ojos de Dios todos podemos alcanzar el perdón. Pedro se arrepintió de haber negado a su Señor y, del mismo Judas, que fue quien entregó a Jesús, no se puede declarar taxativamente que haya sido condenado.
Este 15 de mayo se cumplen siete años del asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas. Su muerte ya no puede ser reparada, su familia sigue lamentando su ausencia y el gremio periodístico continúa exigiendo justicia; pero lo que sí se puede reparar es el castigo merecido para los autores, así como el compromiso ineludible de poner fin a esta secuela de víctimas.
El sábado 4 de mayo, el Papa Francisco recibió a los participantes del Congreso Internacional “Reparar lo irreparable”, a quienes recordó el compromiso humano de todo agresor de reconocerse culpable y pedir perdón, no simplemente por mero acto de justicia conmutativa
Bergoglio expresó: “Reparar lo irreparable. Nos invita a esperar que toda herida pueda sanar, aunque sea profunda. La reparación completa parece a veces imposible, cuando las posesiones o los seres queridos se pierden permanentemente, o cuando determinadas situaciones se han vuelto irreversibles. Pero la intención de reparar y de hacerlo concretamente es esencial para el proceso de reconciliación y el retorno de la paz al corazón”.
¿Reparo lo irreparable? ¿Brindo reconciliación, paz y consuelo?
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