Regreso a clases, retorno a la esperanza. Daños en lo virtual y el reto a presencial
A Sinaloa le volvió el alma al cuerpo con el nuevo intento por regresar a clases presenciales que, a pesar de ser gradual y voluntario, les dio vida a las aulas y desde ese espacio esencial emergió la confianza en que los procesos educativos se normalicen en una primera indicación de que vamos saliendo de la etapa más crítica de la pandemia. El desastre en la enseñanza está aquí, es innegable, pero existe también la posibilidad de que el acopio de voluntades haga recuperar una buena parte de lo perdido.
Este lunes la conciencia pública decidió virar de la tragedia a la bienandanza por los caminos de la reconstrucción. Estamos frente a la peor caída de la humanidad del Siglo 20 y por lo tanto ante el reto no de levantarse sino de correr aprisa en la pista de la nueva emergencia: sanar el dolor, restablecer los medios de sobrevivencia económica y amarrar los segmentos del hilo de la esperanza que luce cortado.
Por fin marcó la campana escolar la hora de ponernos de pie, unos para sostener el edificio didáctico, otros en el pupitre y el pizarrón con sed de aprendizaje, y los más empujando a que nunca se detenga la construcción de buenos futuros para niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Obra común de gobierno y ciudadanos, los cimientos han de ser tan sólidos que resistan la recuperación de la presente y venideras adversidades.
No son pocos los costos pagados. Los más de 100 mil sinaloenses que han sido infectados y 9 mil y tantos decesos, o la estadística oficial nacional que supera los 5 millones de contagios y 305 mil muertes, significan desde el duelo colectivo el derrotero de incorporarnos a afanes nacientes y normalidades trazadas desde el sufrimiento y la impotencia. En tanto, la mayor involución del acceso al conocimiento en el último siglo amenaza con retroceder de tres a cinco años en grado escolar tomando en cuenta factores como la brecha digital donde, según México Evalúa, el 40 por ciento de los alumnos no tiene acceso a Internet y algunos tienen que comprar tarjetas de prepago para conectarse.
La prioridad número uno consiste en detener, porque eso sí podemos hacerlo, la embestida del SARS-CoV-2 en las generaciones que asoman. Esos 32 millones de mexicanos de edad menor a los 14 años que tendrán a su cargo el cambio demográfico. Los 847 mil alumnos del sistema educativo mexicano que dejaron de tomar clases en el ciclo 2020-2021, panorama que se agudizó en el período lectivo actual, estimado esto por la Secretaría de Educación Pública. El 8.3 por ciento de niñas, niños y adolescentes que en abril lograron comprender un texto de cuarto grado y en diciembre ya no pudieron hacerlo, dato que arroja el estudio “Equidad y Regreso”, realizado por Mexicanos Primero.
Sí, nos fue bastante mal y de ser cierto el pronóstico científico de que enfrentamos los últimos coletazos del fenómeno pandémico, entonces adelantemos la reconstrucción. La educación va por delante partiendo de abrir los ojos y conocer el rostro horrible que la simulación política mantuvo oculto. Para difuminar algo de la pesadumbre por el colapso pedagógico, qué más que las caritas felices de los pequeños que tuvieron el ansiado primer encuentro con la escuela. Festejemos, pues, en espera de que las instancias competentes definan el tamaño y la punibilidad de las negligencias.
Por ello, más allá del recuento de los daños ayer empezamos el balance de lo reconquistable con la decisión de autoridades, maestros, padres de familia y sobre todo de los alumnos, que organizaron la presencialidad educativa aun cuando la cuarta ola de la Covid-19 y la variante Ómicron golpean fuerte al estado. Ha comenzado el desalojo del virus que se metió hasta el fondo del miedo colectivo, como única catarsis social para reconstruirnos en la pospandemia.
Hay que remarcar también que la presencialidad es el fruto de bastantes jornadas de cabildeo que involucran al Gobernador Rubén Rocha Moya, a los secretarios de Salud, Héctor Melesio Cuén Ojeda, y de Educación, Graciela Domínguez Nava, así como a los sindicatos de maestros, equipos científicos y organizaciones civiles que mantuvieron el dedo en el renglón durante varios meses, como es el caso de Mexicanos Primero Sinaloa. Una vez que los educandos vuelven paulatinamente al salón de clases, esa mesa del diálogo tendrá que fortalecerse para que siga en el centro de los intereses el bienestar de los sinaloenses.
En resumen, ayer asomó la primera gran estrategia de la guerra poscovid. Ojalá que a todos nos vaya bien y que el aliento de los seres queridos que perdimos nos acompañe en lo que sería la atenuación de la Covid-19 y a la vez la consolidación del espíritu por ponernos a salvo antes de que nuevas adversidades nos hallen desprevenidos.
En estas circunstancias malas,
Siempre será la escuela,
El despliegue de muchas alas,
Con las que México vuela.
Importa dejar de pensar en el Carnaval mientras hay claridad sobre cómo viene la pandemia en las próximas semanas. Los 20 pacientes internados en el Hospital General de Mazatlán y los tres niños en situación delicada en el Hospital Pediátrico, requieren más del ruego comunitario para que estén bien, sin que la fiesta sea, hoy, indispensable. Para qué añorar la mascarada y comparsa donde lloremos a carcajadas.