Regresan los Ceprofies que Estrada quitó
Capital privado espantado por la necedad

OBSERVATORIO
    Tuvieron que pasar casi cuatro años para que fuera zanjado el error que a finales de 2018 cometió el entonces Alcalde Jesús Estrada Ferreiro al eliminar el otorgamiento en Culiacán de los Certificados de Promoción Fiscal, el mayor traspié para la economía municipal que pudo ahuyentar alrededor de 15 mil millones de pesos en inversión privada con el correspondiente impacto negativo en creación de empleos, generación de riqueza y flujos tributarios.

    Tuvieron que pasar casi cuatro años para que fuera zanjado el error que a finales de 2018 cometió el entonces Alcalde Jesús Estrada Ferreiro al eliminar el otorgamiento en Culiacán de los Certificados de Promoción Fiscal, el mayor traspié para la economía municipal que pudo ahuyentar alrededor de 15 mil millones de pesos en inversión privada con el correspondiente impacto negativo en creación de empleos, generación de riqueza y flujos tributarios.

    Con un dejo de celebración, las cámaras patronales recibieron la decisión tomada por el Presidente Municipal, Juan de Dios Gámez, que emana de la promesa que hizo en campaña el hoy Gobernador Rubén Rocha Moya, de restablecer dichos incentivos. En el mismo sentido habían avanzado acuerdos en el Congreso del Estado para que una vez destituido Estrada Ferreiro se procediera a enmendar todo aquello que les significó detrimentos a los sectores sociales. Y fue hasta ayer que el equipo de la 4T de la tierra de los tres ríos reparó dicho engranaje trabado de la cadena productiva.

    El tema parece de importancia menor, ad hoc para algún espacio pequeñito en la sección de negocios de los medios de comunicación. Sin embargo, al clarificarse las afectaciones a ramificaciones políticas y sociales resalta la pertinencia de reflexionar cómo un solo servidor público, alucinado por un puesto de gobierno que le llegó de refilón debido al tsunami electoral que ocasionó en 2018 y 2021 el factor Andrés Manuel López Obrador, fue capaz de perturbar la vida de tantos y la factibilidad de tanto.

    Los Ceprofies funcionan como factor persuasivo en la competencia para atraer a negocios que rastrean en qué región les conviene más establecerse. En la puja los gobiernos presentan el paquete de tentaciones que en el mayor de los casos involucran impuesto predial, trámites y licencias, a cambio de que la derrama económica genere fuentes de ocupación y de éstas emanen salarios, poder adquisitivo, pago de impuestos y ventajas adyacentes que la marea del dinero nuevo trae consigo.

    Estrada se aferró a anularlos y tocó fondo en el absurdo al declarar que le propondría al Presidente López Obrador que eliminara los Ceprofies en todo el País. Durante los tres años y siete meses que despachó como Alcalde se empecinó en la mala decisión que el sector empresarial y la realidad económica lo urgían a rectificar. Nadie le siguió la corriente en lo federal ni estatal ya que, al contrario, otros ayuntamientos y gobiernos de estados se dedicaron a cachar los capitales privados que Culiacán repelió.

    Anuló los estímulos-carnada que sí se dan en el resto del territorio mexicano para facilitar que las empresas se establezcan. Además, lo hizo en el peor momento pues vendría la pandemia de coronavirus con efectos devastadores en los sectores productivos y enseguida el estancamiento económico sin que Culiacán tuviera el oxígeno de capitales privados nacionales y extranjeros que menguaran tales crisis. En su imperdonable negligencia por obcecación agravó las dificultades de las emergencias sanitaria y financiera.

    Hablando en términos llanos esto significa que Estrada determinó, en uno de sus clásicos arranques de testarudez, apagarle el principal motor a la actividad económica municipal. La tunda, extensiva a todos los sectores sociales, se sintió desde 2019 con la estimación más conservadora de que la inversión que no llegó es de alrededor de 3 mil 719 millones de pesos. La ecuación que arroja lo perdido es simple: En el primer año de la era JEF el gobierno de Culiacán otorgó nomás un Ceprofies, captando capital de negocios por sólo 112 millones de pesos y un año antes, en 2018, el Ayuntamiento había emitido 20 certificados que atrajeron 3 mil 831 millones de pesos.

    Y así fue como el primer trienio estradista resultó desastroso de principio a fin. En 2020 fue emitido un Ceprofies que generó la inversión privada de únicamente 297 millones de pesos, mientras que 2021 también registra uno que jaló 248 millones de pesos. Es decir, hasta antes que la 64 Legislatura cortara de tajo la cadena de consecuencias que afectó a la capital sinaloense, el Ayuntamiento cayó en crisis presupuestal y la derivada imposibilidad de hacer obra pública, pagarles pensiones a policías jubilados, mantenerles descuentos en consumo de agua potable a personas de la tercera edad o garantizar los apoyos que por ley se les deben otorgar a las familias de elementos de seguridad pública caídos en el cumplimiento del deber.

    ¿Ya lo olvidamos? Los inversionistas buscaron por todos los medios el restablecimiento de los certificados de promoción fiscal y toparon con la pared de la obstinación. En el todavía pendiente recuento de los daños del intransigente estradismo estos perjuicios causados deben agregarse no tanto al saldo que dejan políticas públicas maniáticas sino al manual de lo que no pueden hacer los gobernantes al asumir causas que parecen mesiánicas y resultan suicidas.

    ¿Ahora sí podemos decir “pobre Culiacán cuando cae en manos de burócratas lunáticos”?

    Reverso

    Ya atados todos los cabos,

    Preguntémosle a Estrada,

    Más que de pesos y centavos,

    Por la transformación frustrada.

    Cuando el celular timbra

    Mordiéndose las uñas por el nerviosismo que les causa, a los pocos servidores públicos todavía leales al Partido Sinaloense (alcaldes, regidores, diputados o con cargos en la administración pública estatal) los sobresalta que de un momento a otro les timbre el teléfono con la llamada del Secretario del Gobierno del Estado, Enrique Inzunza Cázarez, invitándolos a echarse un café para dialogar. Y el lugar que se fija para el encuentro no es precisamente el restorán “Casa María” de la familia Cuén Díaz.