La noticia salió en las primeras páginas de casi todos los periódicos. Imagino que todos la leímos con algo de desgana -más o menos con la misma pereza con la que escuchamos los anuncios de los vuelos demorados en el aeropuerto. La noticia relataba un hecho tan insulso como insignificante: Porfirio, ese camaleón, recibía en el World Trade Center de la Ciudad de México, a manos de los dirigentes del partido Movimiento Ciudadano, la Medalla al Mérito Ciudadano Benito Juárez.
Sería una pérdida de tiempo perdernos en la aparente relevancia de la medalla, galardón del que nunca antes escuché hablar y que no tiene demasiada historia ni trascendencia. Lo importante -si algo de importante hay en esta historia- es que MC aprovechó su Cuarta Convención Nacional para premiar a Porfirio por su “congruencia y defensa a la democracia”. Hubo aplausos; algunos de pie.
El encargado de ponerle el listoncito naranja al ex militante del Partido Revolucionario Institucional (1954-1987), Partido de la Revolución Democrática (1989-1999), Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (1999-2000), Partido del Trabajo (2006-2018) y Morena (desde 2018) fue, ni más ni menos, que Dante Delgado, líder-coordinador-presidente -el título ha ido cambiando con las décadas- de MC desde antes que MC fuera el partido de moda que es hoy.
Las declaraciones que circulan en prensa de aquel magno evento son más bien extrañas. El Universal, por ejemplo, reporta que Porfirio afirmó que “López Obrador teme y siente el vacío del abandono del poder, por eso la invitación al evento masivo del Zócalo”. No se entiende muy bien cómo llenar la plaza más grande de México es una muestra de temor al vacío de poder. Dejémoslo ahí. Los periódicos también reportan que Porfirio seguirá militando en Morena, a pesar de que “sí aceptará la invitación de Dante Delgado” para trabajar con MC en “materia de política exterior” y para ayudar al establecimiento de relaciones con la “nueva socialdemocracia mundial”. Albricias. Aplausos.
El decimoquinto albazo político de Porfirio viene antecedido de al menos tres sucesos ocurridos en los últimos años que nos obligan a cuestionarnos la laureada “congruencia” y “compromiso democrático” de Porfirio. El primero, su intención de reelegirse como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados hace apenas dos años. Hoy se olvida, pero por aquel entonces, Porfirio, el demócrata, se aferró durante semanas a un puesto que no le correspondía, lo que a punto estuvo de desatar una crisis constitucional. Entonces, los aliados que hoy le aplauden de pie, lo llenaron de insultos.
El segundo suceso no lo dejó mejor parado. El nuevo amigo de Dante Delgado, hoy con listón naranja y medalla flamante cayéndole por el cuello, estuvo en el umbral de ser presidente de Morena a finales del año pasado. Porfirio compitió en una serie de encuestas coordinadas por el INE y perdió; por un pelo, pero perdió. Entonces denunció que había una “conspiración contra la democracia” en el partido y que Marcelo Ebrard, quien avalaba a su contrincante, debía ser expulsado del partido por su “ambición desmedida”. Tomemos nota. Esas fueran las palabras elegidas por el político de 87 años: “ambición desmedida”. El berrinche duró hasta que llegó un nuevo cargo por el cual pelear. Se trata del tercer evento que podría oxidar un poco la Medalla al Mérito Ciudadano Benito Juárez. En mayo de este año Porfirio denunció a su partido, Morena, por no haberlo incluido en la lista de representación proporcional como Diputado para las elecciones de junio pasado. Por razones que escapan a la razón, Porfirio, el demócrata, insistía que su partido tenía la obligación de inscribirlo. La denuncia llegó al Tribunal Electoral que, no sin ruborizarse, negó la candidatura a Porfirio.
Ahora que terminaron por cerrársele las puertas en Morena, Porfirio busca nuevo reacomodo. Todo hay que decirlo; su técnica le ha permitido casi siempre caer parado. ¿Por qué no intentarlo una vez más? En 50 años de lucha democrática fue secretario general del IMSS con Díaz Ordaz, Secretario del Trabajo con Echeverría (de quien fue, además, consejero personal), Secretario de Educación con López Portillo, Embajador de México ante la ONU -con De La Madrid- y Embajador ante la Unión Europea -con Vicente Fox. La congruencia política de Porfirio también le ha permitido, además, ser Diputado federal tres veces, seis años Senador y media docena de veces candidato o precandidato presidencial. La lista es más larga, pero se la ahorro al lector.
Mucho que nos pese, la historia se repite. Entenderlo es la mejor forma de adivinar el futuro. En los próximos meses, Porfirio subirá previsiblemente el tono; hablará con más ahínco de la soledad del Presidente en medio de miles a su alrededor, del supuesto “desgajamiento del régimen”, de lo necesario de los “contrapesos” y de la (penúltima) oportunidad de construir esa ansiada socialdemocracia -esta vez enmarcada en listones, banderas y globos naranjas. No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que Porfirio anunciará una ruptura final con el Presidente entre bombo y platillo. Los opositores celebrarán el compromiso con la democracia y la congruencia de Porfirio, el demócrata. Entonces, sólo entonces, volveremos a leer en el periódico, con desgana -con la misma fatiga con la que subimos las escaleras o escuchamos los anuncios de los vuelos demorados en el aeropuerto- que Porfirio, ese camaleón, ha vuelto a cambiar de color.