Cuando el Presidente dijo en su toma de posesión que la mejor política exterior era la interior, pensamos, quizá con una sobredosis de ingenuidad, que se refería a que la imagen de México en el exterior debería ser reflejo de lo que pasa en territorio nacional: que había que abandonar esa hipocresía de un país que defendía los derechos humanos en los organismos internacionales pero era incapaz de parar los abusos de poder en su territorio; que promovía el diálogo en países en conflicto pero reprimía las manifestaciones contrarias al grupo en el poder.
Más aún, cuando nombró a Marcelo Ebrard como Canciller la lectura fue justamente que se trataba de crear un vínculo entre la política interior y la exterior.
Hoy, tres años después, está claro que no es así. Ebrard, como todos los secretarios del Gabinete obradorista no tiene ninguna atribución de Canciller, su tarea es operar los encargos del Presidente, desde contentar a Trump hasta conseguir vacunas pasando por apagar los fuegos de la incendiaria “no primera dama”.
La esposa del Presidente se ha convertido de facto en embajadora plenipotenciaria y la generadora de temas polémicos. Gutiérrez Müller fue la encargada de armar el teatro del Penacho y generar un distanciamiento, una “sana distancia” la definió el Presidente desde la Mañanera, porque en Viena la “trataron muy mal” respondiendo lo mismo que han respondido los austriacos a todos los presidentes mexicanos los últimos 30 años: la pieza conocida como Penacho de Moctezuma no se puede mover. Fue ella también la encargada de hacer llegar la carta a la Corona española exigiendo que ofrecieran disculpas por la Conquista, un evento que no ha hecho sino complicar una relación de por sí compleja con España. Ahora la “no primera dama” fue enviada por López Obrador a Argentina con una carta para el Presidente Fernández en la que, en una supuesta solidaridad con el Mandatario de ese país, aprovecha para hablar de golpismo mediático. Con un pequeño detalle: en esta ocasión la carta está escrita en papel membretado del Gobierno de México.
El asunto va más allá de la pachanga en que se ha convertido un gobierno manejado desde la lógica de la comunicación social y la propaganda. La señora Gutiérrez Müller puede representar personalmente al Presidente, pero no al Gobierno de México. Los embajadores representan al Estado Mexicano, por eso son ratificados por el Senado de la República.
Es muy típico de los gobernantes de este país referirse a la administración que les tocó encabezar como “mi gobierno”. Ese pronombre posesivo, esas dos letras, son la diferencia del mundo entre una política exterior de Estado y una patrimonialista.
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